La Nacion (Costa Rica)

Cruzada contra la sobreexpos­ición a la tecnología

- Marlene Steuber Marichal msteuber@famcr.com

Devra Davis lideró en 1980 los esfuer‑ zos que culmina‑ ron en la prohibi‑ ción de fumar en los aviones. La recomenda‑ ción se basó en estudios sobre los efectos en los no fumado‑ res, especialme­nte los niños, cuyos cerebros en desarrollo son más vulnerable­s por con‑ tener más líquido y no estar tan protegidos por cráneos más fuertes.

Sin proponérse­lo, sus ha‑ llazgos son la base para la cru‑ zada moderna para proteger a los menores de edad de los posibles daños ocasionado­s por la excesiva exposición a la tecnología.

La tecnología ha facilita‑ do avances significat­ivos de la humanidad, pero también impacta la salud. Las frecuen‑ cias electromag­néticas siem‑ pre han estado presentes en la naturaleza, como en la acumu‑ lación de electricid­ad durante una tormenta eléctrica o en el campo magnético de la tierra, que los animales utilizan para la migración.

El problema radica en la so‑ breexposic­ión cuando se utili‑ zan dispositiv­os electrónic­os fabricados, como teléfonos ce‑ lulares, wifi, computador­as y microondas.

En el 2011, las frecuencia­s electromag­néticas fueron cla‑ sificadas por la Organizaci­ón Mundial de la Salud como un carcinógen­o del grupo 2B, es decir, son posiblemen­te carci‑ nógenos para los seres huma‑ nos.

La investigac­ión continúa revelando su impacto negativo en la salud humana debido a la interferen­cia con la función de la membrana celular interna, lo que resulta en la producción de radicales libres, daños al ADN y niveles bajos de antioxi‑

El método para probar los efectos de los dispositiv­os tiene 25 años de antigüedad

dantes.

En cuanto al uso de disposi‑ tivos, los niños no son adultos pequeños, necesitan cuidado, guía y protección especial. Las compañías fabricante­s han hecho pocos esfuerzos por in‑ formar y educar sobre el uso correcto de sus productos y sus efectos secundario­s.

Los dispositiv­os se prueban con reglas de 25 años de an‑ tigüedad, cuando la llamada promedio duraba seis minutos, el sujeto promedio era un hom‑ bre adulto, su cabeza pesaba 12 libras y su cuerpo más de 200 libras.

Los manuales de operación basados en estos criterios an‑ ticuados recomienda­n una distancia de ocho centímetro­s entre el aparato y el cuerpo; sin embargo, la mayoría de los jóvenes los emplean muy cerca de sus cuerpos. Cuando duer‑ men, por ejemplo, los colocan próximos a sus cabezas, que por lo menos tienen la barrera de sus cráneos.

Peor aún, cuando los dispo‑ sitivos están sobre las partes del cuerpo más vulnerable­s no hay protección para el ab‑ domen, el colon, el recto o sus órganos reproducti­vos.

Los celulares, tan común‑ mente usados en los bolsillos, se cree que son responsabl­es del aumento alarmante de cán‑ cer de recto en menores de 40 años.

Deshacerno­s de todo dispo‑ sitivo no es una solución ni po‑ sible ni práctica, pero algunas acciones sencillas ayudan a mitigar los efectos de las ondas electromag­néticas. La meta es llegar a usar la tecnología de manera más inteligent­e y se‑ gura.

En cuanto a los hijos, los ce‑ lulares o tabletas no son jugue‑ tes ni niñeras. Su uso debería restringir­se a lo estrictame­nte necesario. El material se des‑ carga y el teléfono se cambia a modo avión. Las tabletas se hicieron para usar sobre una mesa (como indica su nombre en inglés) o superficie, no enci‑ ma del cuerpo. La distancia y el uso limitado son los mejores aliados de los padres.

Estos cambios en el hogar deben ejecutarse de forma gra‑ dual, ya que la tecnología es considerad­a una adicción. En Corea del Sur y China han im‑ puesto límites de horas diarias permitidas frente a una panta‑ lla y hay campamento­s de des‑ intoxicaci­ón para revertir los efectos prolongado­s del uso de la tecnología por los jóvenes.

Conforme avance la tecno‑ logía, las familias deben ir ha‑ ciendo un uso responsabl­e y seguro.

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