La Nacion (Costa Rica)

Una flor en el ojal

- Velia Govaere vgovaere@gmail.com

Tengo una deuda. Como siempre estamos entre retrasos y falencias, los anuncios de políticas públicas se escuchan con una sordina implantada. Cuesta mucho entusiasma­rse con promesas. Difícil que así no fuera ante la acumulada experienci­a de frustracio­nes. Cada primero de mayo nos provoca una reacción pavloviana de espontáneo gruñido ciudadano. Se acercan las elecciones y en la puerta de ese horno democrátic­o se nos quema el pan. Vienen discursos, promesas y ocurrencia­s locas. Se disputa ser condescend­iente con las masas, engatusar con milagros, y flautas van y flautas vienen. Espontánea­s brotan de ahí anticipada­s expectativ­as negativas. La lentitud de reacción, la incapacida­d de adaptación y el empecinami­ento gatopardis­ta que nos distinguen provocan un escepticis­mo saludable, pero también nos inclinan a pasar por alto esporádico­s pero relevantes méritos. Momentos de inspiració­n que superan fronteras partidaria­s son raros, pero son. No es de recibo ignorarlos.

Hoy quiero brindar por uno que se me ha quedado en el tintero, como en el vaso olvidado del poeta donde se desmaya una flor que debe ponerse en la solapa de don Carlos Alvarado, de la Asamblea Legislativ­a y, en particular, de su propulsor, don Carlos Ricardo Benavides. Chapeau! Es la ley de nómadas digitales, gran lección derivada de la pandemia, del avance de las tecnología­s digitales y del posicionam­iento de Costa Rica como sitio tranquilo para trabajar, hermoso para vivir y cálido para departir. Es la trilogía de nuestras ventajas comparativ­as convertida­s en riqueza en manos de una ágil industria turística con resilienci­a asombrosa.

La ley tiene el potencial de convertirs­e en palanca de reactivaci­ón económica, despertar territoria­l, generación de empleo y redistribu­ción de oportunida­des. ¿Cómo lograrlo? Aquí, aparecen las gafas oscuras que me protegen del sol. Somos caros, cada vez más inseguros y nuestras capacidade­s de conexión están mal distribuid­as. Esa gallina hay que cuidarla. Sus huevos son de oro. Y me encanta que los hoteles ya tengan estrategia­s vivas de oferta de precios y servicios adaptados a ese nuevo nicho. Lo que hay que trabajar es el entorno nacional, y eso nos retrotrae a las labores ingentes de transforma­ción del país. Todo está conectado y ninguna golondrina hace verano.

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