El tipo de cambio
Cuando se observa volatilidad cambiaria, el sospechoso habitual suele ser el banco central. Una autoridad monetaria comprometida con un esquema de metas inflacionarias repetirá que no se compromete con un resultado cambiario particular.
La realidad es que los movimientos en la tasa de cambio responden a multitud de factores que conducen a que algunos de ellos sean más tolerables que otros, en especial por sus efectos sobre la economía o sus implicaciones redistributivas.
Hacer una apuesta cuyo resultado depende de la voluntad de una deidad o de un banco central es siempre de alto riesgo. El contexto parece configurar un escenario en el que el banco central se mostrará dispuesto a tolerar una apreciación significativa del colón en la medida es que ese movimiento responda a factores estructurales o a la reversión de un shock temporal, como la pandemia.
Pero los espacios para continuar validando la apreciación real del colón se van cerrando, por una parte, el tipo de cambio real se acerca a los niveles previos a los shocks que lo perturbaron entre 2020 y 2022 y, las presiones a la baja en el tipo de cambio empiezan a parecer más motivadas por factores financieros como las altas tasas de interés en moneda local o la estrategia gubernamental de financiación.
Ante estos movimientos, es muy probable que la autoridad monetaria actúe evitando una apreciación significativa y que, en la medida en que se confirme que los riesgos inflacionarios han sido conjurados, empiece a ajustar a la baja la tasa de política monetaria y a influir a la baja en los rendimientos de los activos financieros en colones, lo que debería conducir a menor presión para que el colón se fortalezca.
El principal riesgo desde la perspectiva cambiaria es político. Preocupa el escuchar en las conferencias de prensa, luego del consejo de ministros, al presidente señalar como un logro suyo la caída en el tipo de cambio y cómo grupos de interés empiezan a alzar la voz y posicionar mensajes de los efectos que el comportamiento cambiario tiene sobre ellos, pretendiendo universalizarlos.
Estos mensajes preocupan, porque logros ganados a pulso y con dificultades en las últimas décadas han sido la creciente sofisticación técnica y la independencia de la autoridad monetaria y es este un mal momento para ponerlos en riesgo.