Secreto de la innovación
El periodista argentino Andrés Oppenheimer plantea en su libro Crear o morir que las personas innovadoras florecen en culturas donde se incentivan las ideas nuevas y el cambio de significado de la palabra fracaso.
El fracaso, por tanto, no se entiende como una pérdida de tiempo o recursos, sino como una investigación aplicada que no dio los resultados esperados, pero se aprende la lección y no se repetirán las mismas acciones la próxima vez.
Uno de los atributos clave en las culturas de cambio e innovación es la capacidad de crear de manera colectiva, integrando las aportaciones de las diferentes disciplinas y superando la tentación de una especialización malentendida.
De acuerdo con el escritor, empresario y orador público sueco estado unid en seFra ns Johansson, uno de los principales dinamizadores en el Renacimiento fue la comprensión de que la creación innovadora y el cambio estaban muy asociados con la hibridación o polinización de diferentes áreas del saber.
En una definición básica, hibridar implica innovar de forma intensa y disruptiva, alejados de lo que se conoce en su sentido más radical como especialización.
Johansson afirma que no es casualidad que uno de los epicentros renacentistas fuera el florentino. A partir de este hecho, el autor crea lo que denominó el efecto Medici, el cual señala que cuanto más diferentes sean las piezas que se conecten, más y mejores oportunidades de innovación hay.
El nombre del efecto se inspira en la familia Medici, compuesta por cinco hermanos que financiaban y apoyaban a artistas, científicos o empresarios que tuvieran ideas para crear cosas nuevas mediante el intercambio de disciplinas, por ejemplo, arte y política, economía y pintura.
Está claro que la obra de Da Vinci es una muestra extraordinaria de la innovación que implica la hibridación de perspectivas. Política, religión, milicia, arte, cultura en general, economía, astronomía. Sin embargo, a pesar de que casi todos comparten que en la diferencia está la riqueza creativa, o como le llamó el filósofo alemán Hegel en la dialéctica, históricamente la hibridación ha sido sujeta de barreras bajo la lógica del pensamiento único, en el cual el sistema educativo, las formas de gobierno y los modelos sociales dominantes han tenido mucha responsabilidad.
Estimular la creación de conocimiento mediante el intercambio de saberes supone apertura y tolerancia para trabajar con personas que ven las cosas de una manera distinta a la nuestra, ser asertivos, escuchar y, cuando corresponda, dar una mano de iluminación respetuosa y fraterna a quienes se encuentran en el oscurantismo del saber o a los que hoy viven en la posverdad. Entonces se trata de superar la descalificación a lo diferente y dejar que triunfe el bien común sobre el ego. Gran reto.
Pero no es sencillo crear una cultura innovadora en donde la hibridación sea la constante. Se requiere un proceso educativo que empieza muy temprano en la vida, dando además incentivos y poniendo las restricciones necesarias para moldear un comportamiento innovador de coconstrucción colectiva. Hoy se habla de la “coopetencia” en vez de competencia.
Para originar esos saberes colectivos, la gran labor de los Estados en lo político, las universidades y otros centros de pensamiento es abrir oportunidades, incentivar espacios genuinos de intercambio o aprovechar algunos ya existentes.
El espacio que ofrecen las redes sociales se inició como una gran oportunidad de hibridar, de desarrollar inteligencia colectiva; sin embargo, al no haber florecido una cultura de colectividad, se transformaron en un culto al ego y la individualidad, la descalificación de la diferencia y en terreno para la ofensa y vitrina de la posverdad. La campaña de Trump por la presidencia marca un antes y un después en este sentido.
Esta es la consecuencia del impacto acelerado de la tecnología en el comportamiento de la sociedad y la adaptación lenta de las instituciones y personas. Antes de que conceptual izáramos lo que son las redes sociales y sus posibilidades, estas se habían diseminado por el mundo conectado y llevaron a su paso a diferentes generaciones.
Las redes se convirtieron en sitios de conflictos, en ventanas para expresar frustraciones, odios, intimidades, amores y fantasías. Pero también contribuyen a la formación de grupos para la generación de ideas y aprendizaje, así como para convocatorias de movimientos sociales y divulgación de información de interés y noticias, etc.
En consecuencia, el medio no es el responsable del uso, sino el fin para el cual se aplique. De conformidad con el efecto Medici, formarse en el uso de las redes y otras formas de comunicación virtual es una necesidad.
Como dice la filosofía china, toda crisis es también un momento de oportunidad, una en la cual brindar de manera colectiva soluciones a los grandes y pequeños desafíos del país, personales o laborales, donde cada quien aporta su saber y crea cosas innovadoras orientadas al bien común.
Un factor clave en las culturas innovadoras es la capacidad de crear de manera colectiva