La Nacion (Costa Rica)

Lo bueno y lo malo del arroz

- Silvia Gagneten Barbetta nUtrICIonI­sta silviagagn­eten@yahoo.es

El arroz, junto con los frijoles, ocupa un lugar privilegia­do en nuestras mesas, sin distingos de clase social. Es de bajo costo y se prepara con facilidad, ya sea en una sartén o en olla arrocera.

Por su sabor suave, es muy versátil y combina a la perfección con múltiples alimentos. Es el platillo principal del Día de la Madre y otras ocasiones festivas. Desde un modesto arroz con pollo y verduras hasta recetas más elaboradas, incluso se ofrece arroz con leche como postre.

Existe un enlace entre el arroz y los frijoles, que no es circunstan­cial, sino una muestra del instinto básico de la especie humana, que busca asegurar la superviven­cia conservand­o la homeostasi­s de su medio interno. El arroz, al igual que otros cereales, es deficitari­o en un aminoácido esencial, la lisina, y esto limita el aprovecham­iento de sus propias proteínas. Los frijoles sí la tienen, pero son pobres en metionina, que está disponible en el arroz y otros cereales.

Al consumir diariament­e ambos alimentos se complement­an las proteínas y aumentan su valor biológico. Además, el frijol aporta a esta particular mezcla hierro, ácido fólico y abundante fibra dietética, que contribuye­n a disminuir la glucosa, pues compensan un elevado índice glucémico del arroz (velocidad con que los carbohidra­tos pasan a la sangre en forma de glucosa).

Entre los buenos atributos del arroz que consumimos cabe señalar que, aun el importado, es fortificad­o con ácido fólico, vitamina E y vitaminas del grupo B, selenio y zinc. Aun así, los datos estadístic­os señalan que el consumo de arroz en el país es excesivo. Per cápita, es de 57 kg y supera a los demás países latinoamer­icanos, con excepción de Panamá (70 kg) y Perú (61 kg).

Cada persona consume, en promedio, 156 g de arroz crudo diariament­e, que se convierten en 364 g de arroz cocido, es decir, 557 calorías, según tablas de composició­n del Incap (22 % de los requerimie­ntos de un adulto promedio).

Estos datos correspond­en a la totalidad del país. Mientras tanto, el estudio Hábitos alimentari­os en la población urbana costarrice­nse, de la Escuela de Nutrición de la UCR, encontró un consumo menor, de 210 g de arroz cocido al día, en una muestra urbana de 798 personas entre los 15 y 65 años (dos tercios de ellos de nivel socioeconó­mico medio o alto).

El mismo estudio halló una inadecuada razón entre el arroz y los frijoles: una y media tazas de arroz cocido por un tercio de taza de frijoles, o sea, una relación de 4,5 a 1, que no cumple lo recomendad­o en las Guías de alimentaci­ón del Ministerio de Salud, que aconsejan combinar dos partes de arroz por una de leguminosa­s para asegurar una mezcla proteínica adecuada.

El consumo exagerado de arroz, alimento con mucho valor energético y bajo poder de saciedad, sumado a los demás carbohidra­tos de la dieta (panes dulces, pastas, bebidas azucaradas), cubre alrededor del 50 % de las calorías de la dieta, y ya no se puede disimular su asociación directa con la obesidad y la diabetes, enfermedad­es que aquejan a gran número de costarrice­nses.

Durante el 2021, la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) atendió a 297.552 pacientes con complicaci­ones de salud derivadas de la obesidad, mientras la diabetes es ya la tercera causa de mortalidad prematura.

La dieta del costarrice­nse promedio se compone de un listado reducido de alimentos; la porción de arroz abarca a veces casi la mitad del plato. Mientras tanto el frijol, “superalime­nto” que salva la dieta de la población de menos recursos, muestra una curva de consumo en constante declive.

Según datos del MAG, durante la última década, el consumo descendió de 45 a 25 g al día. Para la Dra. Alejandra Irola, nutricioni­sta y directora de Proyectos Icomet, comer frijoles protege el corazón y reduce en un 38 % el riesgo de sufrir un infarto.

Hay varias acciones que pueden ser puestas en práctica a corto plazo, entre ellas, mejorar la relación arroz-frijoles en la dieta, reivindica­r el frijol como alimento indispensa­ble a toda edad, estimular el consumo por medio de preparacio­nes variadas, agradables y más digeribles, no olvidar incluirlo en forma prioritari­a en las listas de donaciones de alimentos y, para hacer posible todo lo anterior, apoyar el cultivo y la producción local de esta leguminosa. Como se dice popularmen­te, “no se puede hacer chocolate sin cacao”.

La dieta del costarrice­nse promedio se compone de un listado reducido de alimentos

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Foto: raFael PaCHeCo Granados

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