Mi deseo para este 2023
PerIodIsta
Los seres humanos experimentamos nuestros cuerpos y el mundo a través de nuestros sentidos. Desde el momento de la concepción, la naturaleza empieza a conspirar con el fin de prepararnos para apreciar la vida y sus múltiples sabores, olores, sonidos, texturas y paisajes.
Muchos de estos sentidos comienzan a gestarse en las primeras semanas de desarrollo y continuarán haciéndolo durante todo el embarazo. Al nacer, algunos de nuestros sentidos estarán completamente formados, otros terminarán de desarrollarse con el tiempo.
El sistema auditivo es de los primeros en surgir. A las 20 semanas de gestación, el bebé es capaz de escuchar y reconocer con precisión la voz de su mamá. Tan solo un par de semanas después, distingue las diferentes voces de su familia. El desarrollo del sentido de la vista, a diferencia de la audición, resulta mucho más lento.
Hasta alrededor del tercer trimestre del embarazo, el bebé ligeramente distingue la luz fuera del vientre. Al nacer, será bastante miope por un buen tiempo y alcanzará a ver apenas en un rango de 20 a 30 centímetros. En el primer mes, lentamente, logra ver colores, pero su concepción de mundo será principalmente en blanco y negro.
Afortunadamente, la vista y el enfoque se irán perfeccionando, pero tomará un período de hasta dos o tres años para que los ojos maduren y lleguen a ver con máxima claridad.
Tanto la vista como el sonido son cruciales para nuestra comprensión del mundo, pero la vista domina nuestra forma de adquirir conocimiento. La historiadora Constance Classen, especialista en historia de los sentidos, señala el sesgo de la sociedad occidental en favor de la visión como el sentido de mayor importancia y, además, pilar del intelecto.
Desde los tiempos de la filosofía antigua, la vista es el más relevante de los sentidos y el más estrechamente relacionado a la razón. Platón hablaba de los “ojos del alma” y Aristóteles relacionaba el deseo de conocimiento con el placer de la visión.
Así, explica Classen, las sociedades que dan prioridad a la vista, sobre todo en Occidente, son generalmente analíticas y se preocupan por las apariencias, pues tal es la naturaleza de la vista. Sin embargo, antes de ser sociedades alfabetizadas, éramos principalmente culturas auditivas, donde el conocimiento viajaba a través de las historias. Aquellas culturas que aún privilegian la audición, argumenta Classen, tienden a preocuparse más por su interioridad y están más enfocadas en la integración.
El desarrollo de las tecnologías visuales y la revolución del mundo digital hacen que la escucha sea cada vez más difícil. Consumimos información de manera distinta y sucinta. ¿Cómo pretender resolver los problemas complejos que enfrentan nuestras sociedades, como el cambio climático, la migración o la creciente brecha digital y educativa, con argumentos y tuits de 280 caracteres?
Cambiamos el pensamiento crítico por stories y reels que representan no solo soluciones simplistas y usualmente superficiales, sino que promueven falsos ideales de vidas usualmente inalcanzables. La falta de escucha en estos tiempos nos lleva al peligroso terreno del pensamiento binario,
La capacidad de escuchar activamente es la base para formar jóvenes con pensamiento crítico
del blanco versus el negro, de lo correcto versus lo equivocado.
La capacidad de escuchar activamente es la base para formar jóvenes con pensamiento crítico. Aprender a escuchar activamente implica apertura, empatía y honestidad. Una escucha activa permite a las personas recopilar información de manera que promueve la crítica, el análisis, la evaluación y la formación de un pensamiento propio y bien razonado.
Costa Rica, históricamente, ha recurrido al poder de la escucha para hacer grandes transformaciones. No tendríamos la Caja Costarricense de Seguro Social si los patronos, obreros, empleados públicos y gobierno no se hubieran escuchado atentamente. Tampoco, el Plan de Paz en Centroamérica si los cinco presidentes de la región no se hubieran sentado a dialogar y prestar profunda atención a los problemas internos y externos que enfrentaba cada nación.
Así como la sabia naturaleza privilegia el sentido de la escucha en nuestra gestación, mi deseo en este 2023 es que recurramos más a la escucha activa. Escuchemos la diversidad de pensamiento dentro de nuestras familias, a nuestras comunidades y sus preocupaciones.
Que este sea un año para escuchar y dialogar con los que piensan distinto, con todos aquellos que tienen profesiones, religiones, convicciones y puntos de vista diversos. También a la naturaleza: al viento, al mar, a los pájaros, a los ríos y a las flores. Nunca olvidemos escucharnos a nosotros mismos, la brújula interna que nos brinda información que nunca vamos a encontrar en los textos, pues es nada más y nada menos que la voz del alma.