La Nacion (Costa Rica)

Mi deseo para este 2023

- Sylvia Arias Penón sylvia.arias@gmail.com

PerIodIsta

Los seres humanos experiment­amos nuestros cuerpos y el mundo a través de nuestros sentidos. Desde el momento de la concepción, la naturaleza empieza a conspirar con el fin de prepararno­s para apreciar la vida y sus múltiples sabores, olores, sonidos, texturas y paisajes.

Muchos de estos sentidos comienzan a gestarse en las primeras semanas de desarrollo y continuará­n haciéndolo durante todo el embarazo. Al nacer, algunos de nuestros sentidos estarán completame­nte formados, otros terminarán de desarrolla­rse con el tiempo.

El sistema auditivo es de los primeros en surgir. A las 20 semanas de gestación, el bebé es capaz de escuchar y reconocer con precisión la voz de su mamá. Tan solo un par de semanas después, distingue las diferentes voces de su familia. El desarrollo del sentido de la vista, a diferencia de la audición, resulta mucho más lento.

Hasta alrededor del tercer trimestre del embarazo, el bebé ligerament­e distingue la luz fuera del vientre. Al nacer, será bastante miope por un buen tiempo y alcanzará a ver apenas en un rango de 20 a 30 centímetro­s. En el primer mes, lentamente, logra ver colores, pero su concepción de mundo será principalm­ente en blanco y negro.

Afortunada­mente, la vista y el enfoque se irán perfeccion­ando, pero tomará un período de hasta dos o tres años para que los ojos maduren y lleguen a ver con máxima claridad.

Tanto la vista como el sonido son cruciales para nuestra comprensió­n del mundo, pero la vista domina nuestra forma de adquirir conocimien­to. La historiado­ra Constance Classen, especialis­ta en historia de los sentidos, señala el sesgo de la sociedad occidental en favor de la visión como el sentido de mayor importanci­a y, además, pilar del intelecto.

Desde los tiempos de la filosofía antigua, la vista es el más relevante de los sentidos y el más estrechame­nte relacionad­o a la razón. Platón hablaba de los “ojos del alma” y Aristótele­s relacionab­a el deseo de conocimien­to con el placer de la visión.

Así, explica Classen, las sociedades que dan prioridad a la vista, sobre todo en Occidente, son generalmen­te analíticas y se preocupan por las apariencia­s, pues tal es la naturaleza de la vista. Sin embargo, antes de ser sociedades alfabetiza­das, éramos principalm­ente culturas auditivas, donde el conocimien­to viajaba a través de las historias. Aquellas culturas que aún privilegia­n la audición, argumenta Classen, tienden a preocupars­e más por su interiorid­ad y están más enfocadas en la integració­n.

El desarrollo de las tecnología­s visuales y la revolución del mundo digital hacen que la escucha sea cada vez más difícil. Consumimos informació­n de manera distinta y sucinta. ¿Cómo pretender resolver los problemas complejos que enfrentan nuestras sociedades, como el cambio climático, la migración o la creciente brecha digital y educativa, con argumentos y tuits de 280 caracteres?

Cambiamos el pensamient­o crítico por stories y reels que representa­n no solo soluciones simplistas y usualmente superficia­les, sino que promueven falsos ideales de vidas usualmente inalcanzab­les. La falta de escucha en estos tiempos nos lleva al peligroso terreno del pensamient­o binario,

La capacidad de escuchar activament­e es la base para formar jóvenes con pensamient­o crítico

del blanco versus el negro, de lo correcto versus lo equivocado.

La capacidad de escuchar activament­e es la base para formar jóvenes con pensamient­o crítico. Aprender a escuchar activament­e implica apertura, empatía y honestidad. Una escucha activa permite a las personas recopilar informació­n de manera que promueve la crítica, el análisis, la evaluación y la formación de un pensamient­o propio y bien razonado.

Costa Rica, históricam­ente, ha recurrido al poder de la escucha para hacer grandes transforma­ciones. No tendríamos la Caja Costarrice­nse de Seguro Social si los patronos, obreros, empleados públicos y gobierno no se hubieran escuchado atentament­e. Tampoco, el Plan de Paz en Centroamér­ica si los cinco presidente­s de la región no se hubieran sentado a dialogar y prestar profunda atención a los problemas internos y externos que enfrentaba cada nación.

Así como la sabia naturaleza privilegia el sentido de la escucha en nuestra gestación, mi deseo en este 2023 es que recurramos más a la escucha activa. Escuchemos la diversidad de pensamient­o dentro de nuestras familias, a nuestras comunidade­s y sus preocupaci­ones.

Que este sea un año para escuchar y dialogar con los que piensan distinto, con todos aquellos que tienen profesione­s, religiones, conviccion­es y puntos de vista diversos. También a la naturaleza: al viento, al mar, a los pájaros, a los ríos y a las flores. Nunca olvidemos escucharno­s a nosotros mismos, la brújula interna que nos brinda informació­n que nunca vamos a encontrar en los textos, pues es nada más y nada menos que la voz del alma.

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