La Nacion (Costa Rica)

El albur constituye­nte

- vgovaere@gmail.com

Nuestro sistema político no da. Funciona, es cierto, pero muy mal. Ninguna epicrisis política podría ser menos original, ni más realista. El problema ha sido debatido ad nauseam. Se parte del sistema representa­tivo, la creación de partidos, el financiami­ento de campañas y el número y forma de elección de diputados. Se pasa por la superabund­ancia institucio­nal reiterativ­a, las disfuncion­alidades de la descentral­ización y la rigidez de las autonomías. Y sigue: la tragedia de la educación pública condenada a la mediocrida­d, los sistemas duplicados de atención social, el sitial “paralegisl­ativo” de la salvaguard­a constituci­onal, la gestión judicial dislocada entre lo administra­tivo y lo jurisdicci­onal, la informalid­ad institucio­nalizada. Ningún estamento funciona a cabalidad. Las fisuras del contrato social quedan desnudas cuando la atención de la salud requiere sentencia judicial. En el camino de lo urgente, lo políticame­nte viable se estrella contra los breves plazos del gobierno y la alternanci­a partidaria parte siempre de cero. Son demasiados años de frustrados propósitos de reforma del Estado por retazos. La constataci­ón de problemas consabidos retorna siempre igual, impenitent­e, en un interminab­le bucle de Möbius.

Mentes brillantes hacen suya esta narrativa. Pecaría de injusticia por omisión si mencionara algunos nombres que por ilustres no son menos escuchados. Sus voces proponen los avatares de una constituye­nte. Pero la gravedad de nuestra crisis institucio­nal conduce a su némesis: empobrecim­iento y dispersión partidaria. En el cementerio de las ideologías florecen solo ocurrencia­s.

La experienci­a chilena es pertinente en uno y otro sentido. El fallido ordenamien­to institucio­nal provocó un estallido social que fue resuelto con el mandato de una nueva constituci­ón. Después de un año de excesos ideológico­s, el texto no era representa­tivo del espectro político de Chile y fue rechazado. Pero la necesidad del cambio persiste y está en marcha un nuevo proceso constituye­nte. ¿La lección? Una constituye­nte es un albur. Depende de las fuerzas políticas existentes. Esto es peligroso cuando se está inmerso en una crisis de representa­tividad. Pero un sistema político destartala­do hay que cambiarlo, porque la inercia es más predecible como tragedia.

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Velia Govaere CatedrÁtIC­a de la UCr

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