La Nacion (Costa Rica)

¿Otro superminis­terio, esta vez de Agricultur­a?

- Johnny Meoño Segura jmeonos@ice.co.cr

El proyecto de ley 23397 carece de claridad jurídico-conceptual en cuanto al papel del Ministerio de Agricultur­a como tal versus el del ministro actuando con el presidente, o sea, como poder ejecutivo, y su enorme competenci­a de dirección política sobre entes autónomos y órganos desconcent­rados o rectoría.

No entender que esta no se da hacia el interior de un ministerio, sino hacia fuera, lleva a proponer competenci­as y funciones contradict­orias y ambiguas, así como traumática­s e innecesari­as fusiones. Igual ocurre en relación con el planteamie­nto para vivienda, que comenté el 6 de enero.

Ningún ministerio en su modalidad prevalecie­nte, es decir, rígida, anquilosad­a y fuente de botín político de los partidos, será capaz de hacer mejor las cosas que como, aun medianamen­te, las realiza un ente autónomo. Un máximo legado de los constituye­ntes fue crear una categoría de entes autónomos con juntas directivas que responden por su gestión, con independen­cia administra­tiva para alejarlas del demonio del botín político que condujo a una creciente corrupción en el poder ejecutivo hasta la guerra civil de 1948.

Lo más patético es el silencio inadmisibl­e sobre la visionaria Ley de Fomento a la Producción Agropecuar­ia y Orgánica del MAG (7064), Fodea, de 1987.

Los proponente­s parecen quedar satisfecho­s citando meros informes del Estado de la Nación del 2019, de la Contralorí­a del 2020 y de la OCDE del 2016, organismos reacios a reconocer que los malos resultados socioeconó­micos son producto del incumplimi­ento de la Constituci­ón y las leyes por gobernante­s y legislador­es, y, en el caso de este sector, de una ley que, como la Fodea, no dejaba margen alguno (en un país serio, claro) para incumplir, ignorar o festinar el enorme poder y liderazgo conferidos al ministro, ¡no al ministerio!

¿Evidencia irrefutabl­e? El artículo 29 que crea una instancia institucio­nal para la dirección, planificac­ión y coordinaci­ón, y establece el sector agropecuar­io para fortalecer la coordinaci­ón de las actividade­s del gobierno y las institucio­nes autónomas. Sector dirigido y coordinado por el ministro de Agricultur­a. El artículo 32 dice que

El proyecto para modificar el MAG propone competenci­as y funciones contradict­orias y ambiguas

la política agropecuar­ia y la aprobación de los más relevantes planes, programas y proyectos le correspond­en al ministro de Agricultur­a, con la obligada colaboraci­ón de los demás organismos que integran el sistema.

Mal enfocado.

Por ello, solicitar un ministerio robusto demuestra el desenfoque del proyecto, pues lo requerido es un poder ejecutivo robusto, movilizado­r de todo el sector, basado, en particular, en el apoyo especializ­ado, no del ministerio, sino de su oficina sectorial de planificac­ión, Sepsa, cuya creación y tutela — hecho jurídico que el proyecto ignora— es prerrogati­va del Mideplán.

Un ministerio que ya maneja operacione­s robustas, como el MAG, es casi imposible que pueda hacer bien tanto su planificac­ión institucio­nal como la del sector, pues es mucho más compleja, y la Ley 5525 así lo categorizó en 1974. Sepsa desaparece en el nuevo escenario de avanzada hacia atrás que el gobierno promueve, junto con otros órganos concertado­res centrales y regionales que la Ley 5525 contempló y Fodea materializ­ó. El sector, vaticino, seguirá a la deriva.

¿Por qué traigo a colación la ley Fodea? Porque es una normativa que integró, a partir del Título II, los entes del sector en un solo cuerpo orgánico y funcional, mediante una mágica fusión práctica de la ley de planificac­ión de 1974 con la de administra­ción pública de 1978.

¿Qué resultado se esperaba, y es previsible con algunos pequeños ajustes, si fuéramos políticame­nte más serios? Éxito pleno en instrument­ar para alegría de los productore­s agropecuar­ios el ideal del artículo 50: promover de manera integral y simultánea la producción y la mejor distribuci­ón de la riqueza.

La transforma­ción no se dio, y por ello es muy grave que el gobierno omita evidencia dura (diagnóstic­o) que impide que los legislador­es tengan un conocimien­to sustentado sobre cómo el cambio propuesto, alejado del modelo constituci­onal al recentrali­zar actividade­s en un ministerio anquilosad­o y politiquea­do, logrará lo que no pudo la idílica, por perfecta, Fodea.

El mayor agravio a la inteligenc­ia de los legislador­es es que, sin decir agua va, el proyecto deroga Fodea. El gobierno presenta una criatura jurídica malformada y declara cadáver a la que goza de salud jurídica, sin ofrecer autopsia alguna. Pareciera que la empresa privada que reclutó a los ministros ignora algunos requisitos clave.

Cotejar las normas.

Contrasten la claridad jurídica de Fodea con la confesión que el entonces ministro de Agricultur­a hizo el 31 de enero del 2021 a La Nación: “Se encontró alta dispersión de las institucio­nes, porque cada una se convierte en una isla y es un feudo que defiende cada uno de sus directores, y eso hace que la coordinaci­ón sea bastante compleja”. Nunca nadie le sopló al oído —ni el propio presidente— que él podía, mucho más que coordinar, dirigir, según la Constituci­ón, la LGAP y su propia ley Fodea.

La Asamblea haría bien en subsanar el vergonzoso silencio de los anteriores diputados con respecto a esta confesión pública de incumplimi­ento de deberes y pedir a los jerarcas que expliquen con detalle por qué las institucio­nes objeto de fusión y las demás del sector no funcionaro­n como debían de haber ejercido, junto con el presidente, las simples pero poderosas competenci­as rectoras del artículo 140 de la Constituci­ón y las leyes antes citadas.

Sobre todo, la preclara Fodea, que sintetizó la rica y conceptuos­a normativa superior para hacer funcionar con éxito la actividad agropecuar­ia, ley que, de paso, constituye el modelo idóneo para organizarl­a en formas que evitarían tanto trauma bajo el muy engañoso pretexto de eliminar duplicidad­es en entes autónomos para dizque bajar el gasto del Gobierno Central y que todo funcione mejor.

¿Es la comisión de reforma consciente de que urge confrontar con la ciencia —no complacenc­ia— dichos proyectos micro con la visión macro que debe tenerse para no incurrir en un franco prevaricat­o constituci­onal, a sabiendas de que las pretendida­s reformas matarán a pellizcos y con omisiones culposas la partitura para el excelente gobierno que la carta magna instauró?

Solo logrando que los legislador­es empiecen a exigir cuentas al Poder Ejecutivo por el cumplimien­to integral de la partitura para el excelente gobierno se sabrá si las cosas funcionará­n como los constituye­ntes lo visualizar­on.

Solo si no funcionara­n se tendría evidencia real de que urgen nuevas leyes, y quizás una nueva Constituci­ón. Pero nunca, sostengo con evidencia científica, leyes tan pésimament­e motivadas y redactadas como la de vivienda, la del sector agropecuar­io y otras que vienen.

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