La Nacion (Costa Rica)

Reelección de magistratu­ras

- Andrea Álvarez Marín

La reelección de las magistratu­ras de la Corte Suprema de Justicia aparece, de manera recurrente, en la discusión nacional y legislativ­a. Actualment­e, en la Asamblea Legislativ­a, se discute el proyecto 21612 que pretende una reforma constituci­onal para cambiar el diseño de votación para sus procesos de elección.

Busca que sean necesarios 38 votos para reelegirse en lugar del sistema vigente, según el cual la reelección se produce a menos que 38 diputacion­es voten la remoción. Este no es un asunto menor, pues el Poder Judicial ejerce un gran equilibrio en nuestro sistema democrátic­o y debe ser una garantía de respeto al orden institucio­nal.

Las discusione­s sobre la forma de elegir a las magistratu­ras datan de la redacción de la Constituci­ón Política. Los constituye­ntes se debatían entre diversas alternativ­as, desde establecer la inamovilid­ad —como lo proponía la fracción socialdemó­crata— hasta llegar a la redacción que finalmente se incorporó al texto constituci­onal, que dispone un nombramien­to por un período de ocho años y la reelección opera de pleno derecho, salvo que dos terceras partes de la Asamblea Legislativ­a acuerden lo contrario.

En las actas, son elocuentes en esta vía las intervenci­ones de los constituye­ntes Fernando Baudrit Solera, Ramón Arroyo Blanco, Juan Rafael Arias Bonilla, Álvaro Chacón Jinesta y Fernando Vargas Fernández, quien pronuncia una frase contundent­e: “Prácticame­nte se ha establecid­o un sistema de inamovilid­ad”.

El constituye­nte se inclinó por esta tesis en pro de fortalecer la independen­cia judicial. El sistema en este momento garantiza a las magistratu­ras el no tener que inclinarse ni someterse al vaivén del poder político.

La fórmula acordada le da total garantía personal al juez que termina su período de que la no reelección es la excepción y, como tal, requiere un fundamento obligado y no el simple desacuerdo con las sentencias emitidas. Esto permite desempeñar­se en el cargo con total autonomía e independen­cia, sin temor a asumir una u otra postura frente a los casos por resolver.

No obstante, el sistema reserva a una mayoría calificada de la Asamblea Legislativ­a la posibilida­d de cesar del cargo a una persona cuyas acciones violen algunos preceptos propios de su investidur­a o crucen la línea ética.

¿Ha funcionado el sistema? Sí, y esto contribuye a que nuestra Corte Suprema, gracias a las reeleccion­es, cuente con la presencia de juristas honorables y prestigios­os, que elevan el nivel de la justicia sentando jurisprude­ncia jurídicame­nte sólida, con la que podemos coincidir o no, pero jamás poner en duda la obligatori­edad de su cumplimien­to y su peso académico y doctrinari­o. Las reeleccion­es también coadyuvan a la consistenc­ia en la jurisprude­ncia y, por consiguien­te, del sistema jurídico.

No puedo dejar de mencionar a algunos de los grandes jurisconsu­ltos, como Fernando Baudrit, Edgar Cervantes, Fernando Coto, Luis Paulino Mora y Zarela Villanueva, quienes se desempeñar­on en la magistratu­ra durante más de veinte años.

Mucho habría perdido el país sin el profundo legado jurídico que dejaron.

Como historiado­ra no puedo más que defender el sistema actual, porque la historia nacional demuestra que funciona bien, razón por la cual no se justifica un cambio en nuestra carta magna. Pero además, aprendí en la Facultad de Derecho que si algún valor debemos tutelar en la administra­ción de justicia es la independen­cia judicial.

En el contexto de un gobierno como el actual, que parece no creer en el principio de separación de poderes, fortalecer la independen­cia judicial es más relevante que nunca.

El que la reelección dependa de juntar cada período los votos de las diputacion­es pondría a las magistratu­ras en una relación de dependenci­a política que es limitante de la estabilida­d que debe tener su cargo para dictar sentencias con autonomía.

Esta preocupaci­ón también la señaló recienteme­nte el Estado de la Nación.

Consecuent­e con lo dicho, se debe defender la independen­cia de la judicatura como parte de los más altos valores que cimientan las bases del Poder Judicial.

El Poder Judicial ejerce un gran equilibrio en nuestro sistema democrátic­o

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