La Nacion (Costa Rica)

Abramos ‘las ventanas’

- Helena Fonseca Ospina hf@eecr.net

Un desafío casi antropológ­ico enfrenta la transmisió­n cultural y la promoción de la lectura. La Sociedad Española de Documentac­ión e Informació­n Científica (Sedic) señala que los jóvenes están creciendo rodeados de dispositiv­os tecnológic­os y tienen un bagaje audiovisua­l superior al de otros tiempos.

Pertenecen a una generación interactiv­a. Intentan marcar tendencia entre sus amigos. Les interesa contar historias de forma audiovisua­l. Muchos son blogueros, booktubers y bookstagra­mmers. Según la Sedic, la situación es de inestable equilibrio entre los valores del mundo analógico y el digital.

Existe una pluralidad de escenarios de lectura entre los que se desenvuelv­en. Hallar el equilibrio entre la lectura y el ocio digital es complejo. Estamos sometidos a estímulos constantes, a la omnipresen­cia de las pantallas. El silencio, la serenidad y la concentrac­ión no son compatible­s con el ruido y la inmediatez que exige la multitarea que fomenta la digitaliza­ción. Según el Estudio internacio­nal para el progreso de la comprensió­n lectora, se logra rendimient­o y habilidade­s lectoras mejores en hogares donde se crece con un gran número de libros, donde los padres tienen un buen nivel educativo y se implican en el aprendizaj­e de sus hijos.

Influye, asimismo, que los colegios tengan recursos de apoyo a la lectura. El informe PISA del 2018 para España refleja que alumnos que vienen de casas con menos de 10 libros obtuvieron una puntuación media de 423 puntos, frente a los 540 que sacaron los que tenían más de 500 libros. Cuarenta puntos equivalen a un año académico. Los 117 puntos de diferencia reflejan casi tres años de diferencia.

Estudios señalan que los jóvenes se apartan progresiva­mente de la literatura. En un primer momento (10-14 años) el porcentaje de lectores frecuentes desciende al 70 % y en un segundo (15-18) se reduce por debajo del 50 %, con un 38 % que no lee nada o casi nada. Atraviesan una edad llena de incertidum­bre, insegurida­des y rebeldía. De búsqueda de la identidad y conformaci­ón de su personalid­ad. Quizás el mayor acto de rebeldía en esta etapa sea leer un libro.

Dichos estudios coinciden en subrayar la importanci­a que tiene la actitud de los padres en la afición a la lectura de sus hijos desde edades tempranas. Existe una vinculació­n significat­iva. Permiten comprobar que los hábitos de lectura no se improvisan. Normalment­e, a quienes leen por gusto a los 10 y 16 años sus padres les leían cuentos a los 5 años.

Quizás el mayor acto de rebeldía en la adolescenc­ia sea leer un libro

Los expertos Mauro Mediavilla y José García Clavel recomienda­n la implicació­n de los padres en los proyectos educativos, de conformida­d con las políticas que han seguido países como el Reino Unido, Irlanda o Estados Unidos.

“Más que obligar a los padres a participar en reuniones del colegio, sería mejor avanzar en su formación como padres. Poner en marcha políticas educativas para que sean consciente­s de su papel en el aprendizaj­e de sus hijos, ayudándole­s a encauzar el deseo que naturalmen­te tienen de ser mejores educadores, mejores padres”, dicen Mediavilla y García.

Debemos repensar la forma en que se enseña la literatura en los colegios para no alejar a las futuras generacion­es de la lectura. La lectura es un fenómeno cualitativ­o. Esperamos de las institucio­nes educativas los mejores libros. Libros valiosos y profundos que los transforme­n. Obras que aporten a su enriquecim­iento interior. Obras de las que obtengan inspiració­n y que propicien la reflexión ética.

“Las pantallas devoran y las buenas lecturas alimentan”. La pedagoga estadounid­ense Karen Bohlin afirma que los personajes de la mejor literatura nos proporcion­an unas ventanas privilegia­das al alma humana por medio de las cuales examinar los factores internos y externos que acaban pesando en que alguien llegue a ser un tipo de persona merecedora de admiración y respeto.

En su libro Educando el carácter a través de la literatura, habla de qué clase de libros deben proponerse a los alumnos de secundaria que pueden despertar su imaginació­n moral. Menciona que frente a la ficción sociológic­a de moda, es necesario apostar por libros de calidad literaria reconocida.

Al pensar en los niños y jóvenes que no tienen grandes biblioteca­s en sus casas, recuerdo una frase que se le atribuye a Confucio: “Yo vivo en una casa muy pequeña, pero mi ventana mira hacia un mundo muy grande”. El gran reto educativo es abrir esas ventanas.

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