Lámparas para secar uñas podrían elevar el riesgo de cáncer de piel
››Uso frecuente generaría, a largo plazo, cambios en células de manos
El manicure semipermanente o las uñas en gel son muy cómodas, no tiene caso negarlo. Cuando salimos del salón de belleza el esmalte está completamente seco y no corremos el riesgo de “pegarlas” en ningún lado; los resultados son más prolongados: duran regias de dos a tres semanas.
¿Hay riesgos de recurrir a esta práctica? La evidencia científica parece decir que sí, y coincide en que el uso frecuente a largo plazo de los secadores con radiación ultravioleta (UV) utilizados en este procedimiento sí generarían cambios en las células de manos y uñas los cuales, eventualmente, aumentarían el riesgo de cáncer de piel.
La revelación más reciente proviene de un estudio realizado por científicos de las universidades de California, en San Diego, y Pittsburgh, en Pensilvania, ambas en Estados Unidos. Los resultados fueron publicados en la más reciente edición de la revista Nature Communications.
Como es usual, esto tiene sus bemoles, ya que fue hecho en células de laboratorio y no en seres humanos. Para ver afectación directa todavía faltan más investigaciones para ser concluyentes, pero veamos este estudio, que da mucho de qué hablar.
Los científicos fueron motivados por reportes de casos en la literatura médica internacional sobre diagnósticos de cáncer de piel posterior a un uso prolongado (más de diez años) de este tipo de lámparas para secar esmaltes.
A esto se le une la popularidad de este tipo de esmaltado, uno que, dicho sea de paso, era usado de manera regular por la autora principal del estudio, María Zhivagui.
“Cuando vi los resultados decidí poner una especie de freno y mitigar lo más posible mi exposición a factores de riesgo”, dijo Zhivagui al medio estadounidense NPR, al cual admitió que se hacía esta manicura cada dos o tres semanas y que, de hecho, tenía una lámpara como esas en su casa.
Pero, ¿qué dice el estudio? Hay párrafos dentro de sus conclusiones que vale la pena destacar y tomar muy en cuenta.
“Aunque este reporte demuestra que la radiación UV de los secadores de esmalte es citotóxica (tóxica para las células), genotóxica (tóxica para los genes) y mutagénica (que puede causar mutaciones, es decir, cambios en el ADN de una célula), lo visto no provee evidencia directa de un riesgo aumentado de cáncer en el ser humano”, se consignó en el reporte.
¿Entonces? Sigamos leyendo —ya después iremos desmenuzando las conclusiones para entender mejor—. Cita el documento: “Estudios anteriores han mostrado que un aumento en las mutaciones probablemente llevará a un incremento en el riesgo de cáncer. Además, varios casos anecdóticos han demostrado que los tumores en las manos en mujeres jóvenes son probablemente producto de radio UV de los secadores de uñas.
”Si se toman en conjunto, nuestros resultados experimentales y la evidencia previa, sugieren fuertemente que la radiación emitida por los secadores de uñas con UV pueden causar cáncer en las manos y que, al igual que las cámaras de bronceado, pueden aumentar el riesgo de cáncer de piel prematuro”, agrega.
Hay una variable más. Los investigadores indican que se requieren estudios epidemiológicos a larga escala y mayor plazo para cuantificar el riesgo de cáncer de piel en quienes usan regularmente estas lámparas de secado.
El dermatólogo costarricense Cristhian Alvarado lo resumió así: “¿Para qué arriesgarse?” Él y parte de la comunidad dermatológica internacional llevan años advirtiendo que es mejor limitar el uso de estos dispositivos.
“Esto nada más refuerza lo que llevamos años de decir: que puede haber una relación directa entre estos dispositivos de secado de uñas y el desarrollo de lesiones a las células de piel que, en ocasiones, podrían llevar a un cáncer”, alertó.
La radiación ultravioleta. Antes de adentrarnos en cómo este nuevo estudio llegó a esas conclusiones, veamos primero cómo funcionan estos esmaltes y por qué estas lámparas son necesarias.
El reporte explica que los esmaltes semipermanentes o geles son oligómeros, una molécula de unas pocas unidades repetidas similares o idénticas.
Estos oligómeros requieren exposición a radiación ultravioleta para endurecerse y transformarse en otro tipo de molécula llamada polímero, que es una macromolécula formada por varias moléculas pequeñas en cadena.
El calor de la luz ultravioleta no solo acelera el secado; también le da más dureza, firmeza y mayor consistencia. Por esta razón es que su efecto se extiende de dos a tres semanas, y no solo unos pocos días como con otros procedimientos; entre ellos, los esmaltes de laca o tradicionales.
La duración de dos a tres semanas explica por qué quienes probaron una vez esta opción regresan al salón de belleza. Según el tipo de diseño, cada una de esas ocasiones las manos reciben entre 10 y 20 minutos de radiación a una distancia muy similar a la que se está en una cámara de bronceado.
“El asunto es que estamos recibiendo esta radiación con poco intervalo de tiempo”, destacó Alvarado.
Otro de los aspectos a tomar en consideración es que las lesiones cancerosas, principalmente carcinomas, no registran síntomas. Además, pueden parecerse a otro tipo de enfermedades usuales en esas partes del cuerpo, como verrugas periungueales o verrugas causadas por un hongo.
Por eso, es común que se dé tratamiento contra hongos y, cuando se percatan de lo que realmente era, hay que proceder con cirugías mayores.
El dermatólogo Alvarado explicó que la intensidad de la radiación es similar a la de las cámaras de bronceado, pero la razón por las cual estas últimas son más peligrosas, es porque las personas requieren más tiempo para lograr un color de piel más oscuro.
El estudio. Para ver la afectación de la radiación ultravioleta sobre las células de la piel, María Zhivagui y su equipo tomaron tres tipos de células: dos de humanos (fibroblastos y queratinocitos) y una de ratones (fibroblastos).
Estas células se dividieron en grupos para medir los diferentes impactos en las células, ADN y en los genes. En todos los casos, hubo grupos de células que no fueron irradiadas del todo, como control.
Para ver la toxicidad sobre las células se irradiaron una, dos o tres veces. La duración de cada exposición fue de entre cero y 20 minutos. La viabilidad de la célula se midió 48 horas después de la última radiación.
Se vio que una sola exposición de 20 minutos tuvo como resultado la muerte de entre el 20% y el 30% de las células, mientras que tres exposiciones seguidas de 20 minutos provocaron la muerte de entre el 65% y el 70% de las células.
Para ver el daño agudo en el ADN se realizaron dos exposiciones de 20 minutos en un plazo de dos horas, en un mismo día. Otro grupo de células recibió una radiación de 20 minutos diaria durante tres días para medir un riesgo más crónico. Los resultados evidenciaron que sí había daño al ADN en ambos tipos de exposición.
Finalmente, para ver los daños en los genes midieron las células cada cuatro horas posterior a la exposición. En la exposición aguda hubo más daños, pero eso no quiere decir que no los hubo en la crónica. El daño sí era evidente cuando se comparó con las células de control.
Los autores del estudio hacieron varias salvedades. La primera es que las células estudiadas en un laboratorio no son iguales a las que están sobre la piel, pues estas tienen más capas de protección. La parte superior de las células de la piel está cubierta de células escamosas más gruesas que ayudan a la protección.
Sin embargo, Zhivagui declaró a NPR que, comúnmente, los salones de belleza tienen lámparas de UV más potentes que las utilizadas por los científicos en la investigación. La otra salvedad: los periodos de exposición continuos son más largos que los de un salón de belleza.