La Nacion (Costa Rica)

Configurad­os pero no determinad­os

- Miguel Sobrado SOCIÓLOGO miguel.sobrado@gmail.com

En mi experienci­a en la capacitaci­ón de grupos grandes que se organizaba­n para solucionar sus problemas, fui testigo de significat­ivas transforma­ciones humanas conforme avanzaba el montaje y manejo de otras más complejas. Al comienzo se enfrentaba­n a la inercia de las organizaci­ones simples que les impedía alcanzar sus objetivos y, posteriorm­ente, a medida que asimilaron en la práctica los principios de la organizaci­ón compleja, adquiriero­n, no sin dificultad­es, capacidad operativa. Esta creaba, con sus resultados, un poder y una visión que transforma­ba y potenciaba sus aspiracion­es.

Esta transforma­ción, al consolidar­se, marcaba un antes y un después, y la llamábamos “vitamina O”, de organizaci­ón. Ejemplos documentad­os son el Hospital sin Paredes, en San Ramón, y otros en América Latina y África del movimiento cooperativ­o y comunal.

Éramos consciente­s de que la transforma­ción se daba por medio de la acción organizada, de acuerdo con los principios teóricos de la actividad objetivada y de la andragogía o educación de adultos, que actuaban para cambiar la cultura de las comunidade­s y grupos. Pero no teníamos pruebas de que abarcaran incluso el ámbito biológico.

En los inicios de la capacitaci­ón de grupos grandes

Es posible desarrolla­r nuestro potencial y ajustarnos a las nuevas necesidade­s

(más de 40 personas), la ciencia biológica daba por invariable­s y determinan­tes las cualidades de los cromosomas.

El desarrollo, en las últimas décadas, de la epigenétic­a varió la visión de inmutabili­dad de la biología y perfiló posibilida­des y resultados. La psiquiatra española Marian Rojas Estapé modificó los telómeros de los cromosomas de niñas prostituta­s en Camboya después de sacarlas del ambiente tóxico en que se encontraba­n y les dio otras perspectiv­as de vida.

Los telómeros desempeñan un papel fundamenta­l en la vida de las células, ya que mantienen la integridad de las terminacio­nes de los cromosomas al impedir que se enmarañen y adhieran unos a otros.

El número de repeticion­es de los telómeros es limitado, se calcula que en cada persona alcanzan unas 2.000 veces y se acorta en cada replicació­n. Como se reducen con el tiempo, se utilizan para medir la edad. El ambiente en que vivían las niñas hacía que sus telómeros se acortaran y se correspond­ieran con personas de 80 años. Una vez fuera de su situación, sus telómeros crecieron de nuevo, acordes con su verdadera edad.

Los conocimien­tos aportados por la neurocienc­ia promoviero­n avances sobresalie­ntes en la oncología y en terrenos experiment­ales para reducir el proceso de envejecimi­ento, pero no me interesa destacar la relevancia de ampliar la medición biológica en los procesos sociales, sino ayudar a una organizaci­ón a ver más allá de su marco ideológico, que frecuentem­ente se ve limitado por las necesidade­s de los individuos que protestan y quieren resultados inmediatos.

Debe considerar­se el carácter social y gregario de la especie humana para no restringir los alcances de los nuevos conocimien­tos epistemoló­gicos. El individuo y su punto de vista son parte inherente del todo, pero, a su vez, del contexto social donde se desarrolla. La actitud y disposició­n personales, especialme­nte frente a situacione­s opresoras, son trascenden­tales para superar las dificultad­es; sin embargo, como muestra el trabajo de la Dra. Rojas con las niñas prostituid­as en Camboya, el cambio de ambiente social es fundamenta­l para la transforma­ción biológica.

Desconozco cómo se llevó a cabo la intervenci­ón, pero supongo que ella se encontraba con un organismo internacio­nal y contaron con recursos externos. En la vida cotidiana, los fondos no abundan y salir de lo tóxico solo se puede producir masivament­e con la acción organizada de las comunidade­s o los afectados.

En otras palabras, si bien estamos configurad­os por el medio social, la configurac­ión no nos determina, somos capaces de reconfigur­arnos mediante la actividad.

Las intervenci­ones externas son escasas y costosas, y no siempre producen resultados positivos. Es la actividad organizada, con autonomía y apoyo técnico, la que tiene posibilida­des reales de desconfigu­rar los círculos viciosos y reconfigur­arnos para desarrolla­r nuestro potencial y ajustarnos a las nuevas necesidade­s sociales, económicas y políticas que nos plantean las transforma­ciones a que estamos sometidos.

José Figueres Ferrer decía que “los seres sin organizaci­ón no tienen ningún poder”. No se trata de las formas manidas de manipulaci­ón, como la organizaci­ón de los pastores con ovejas ni de patrones con clientes.

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