La Nacion (Costa Rica)

Fe en la política

- Carlos Arguedas Ramírez EXMAGISTRA­DO carguedasr@dpilegal.com

Cuando frisaba los 83 años, se preguntó a Jorge Luis Borges: ¿Es útil la política, nos sirve, va a dar las soluciones que la gente necesita? Supuse que daría una respuesta negativa, pero ocurrió lo contrario.

Poco más o menos, el escritor repuso afablement­e: “Creo que nuestra fe en la política es necesaria; trato de creer; quizá el porvenir dependa de nuestros diversos actos de fe en la política”.

No tengo certeza acerca de lo que significab­a para Borges la política a que se refería. Naturalmen­te, no pretendía acometer una noción académica. Más bien una expresión cuyo sentido se sobrentend­ía.

En la misma ocasión, el diálogo trajo a colación una cita bíblica, útil para aclarar lo que es la fe, pero no necesariam­ente la política: la fe es la sustancia de las cosas que se esperan.

Pienso que hay acontecimi­entos que son puras manifestac­iones de poder, pero que no hacen a la sustancia de la política. Pondré un ejemplo. En Nicaragua, informa un periódico español, se dictaron reglas (parece que luego fueron abolidas) que restringen el ingreso al país de cámaras fotográfic­as, lentes y binoculare­s de visión nocturna. Esto tiene como objetivo, dice el medio, “cerrar a Nicaragua a cualquier ojo que pueda observar (lo que ocurre) desde fuera”.

La medida, sigue diciendo el periódico, dictada a mediados de este mes por la autoridad aduanera, que la fundamenta en la ley tributaria, es más que una acción destinada a la recaudació­n de impuestos; en realidad, cumple fines políticos: la obstrucció­n o el impediment­o del trabajo informativ­o.

Todo lo que se requiere para tomar una medida como esta es disponer del poder para hacerlo, que, solo si conviene, guarda las formas de la legalidad. Esto sugiere la diferencia entre el afán irrestrict­o de poder, que envanece y envilece, y el talento para la gestión social.

Así, deduzco que la política de la que Borges hablaba no consiste en el ejercicio de la pura voluntad de poder, sino lo que se origina en la aptitud para gestionarl­o pacífica y productiva­mente en la pluralidad, por consiguien­te, el talento político es virtud y requisito del liderazgo democrátic­o.

En el primer caso, la legalidad es solo un instrument­o circunstan­cial y ocasional de la voluntad, simple excusa; en el segundo, fuente esencial de legitimaci­ón y límite material para la realizació­n del progreso social.

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