La Nacion (Costa Rica)

Parlamenta­rismo para Costa Rica

- Luis París Chaverri luisparisc@yahoo.com

El país requiere con urgencia cambiar el sistema presidenci­alista por uno parlamenta­rio a fin de facilitar la gobernabil­idad. Los resultados de los tres últimos procesos electorale­s, que parecen ser ya una constante, nos depararon una Asamblea Legislativ­a sumamente fraccionad­a, los presidente­s de la República fueron elegidos en la segunda ronda —después de haber obtenido un raquítico apoyo en la primera— y han debido gobernar con fracciones oficialist­as minoritari­as.

Algunos políticos, analistas y formadores de opinión proponen la conformaci­ón de un “gobierno nacional”, “un gobierno de unidad nacional” o “un gobierno multiparti­dista”, con el objetivo de llegar a acuerdos y consenso para facilitar la gestión de las políticas públicas.

Carlos Alvarado, aliado con uno de sus adversario­s, hizo de esa idea un tema de campaña que le ayudó a ganar el balotaje en el 2018, y al conformar su gabinete incorporó figuras de partidos políticos diferentes al suyo, quienes ejercieron los cargos a título personal, sin compromete­r el apoyo de sus respectiva­s agrupacion­es.

La promesa de un “gobierno de unidad nacional” fue incumplida, puesto que ese objetivo no se alcanza con solo designar en el gobierno personas militantes de otras agrupacion­es. Era indispensa­ble efectuar alianzas para obtener el apoyo mayoritari­o y duradero en la Asamblea Legislativ­a, más allá de los acuerdos puntuales o coyuntural­es.

El actual mandatario, al carecer de un equipo propio provenient­e del partido que hace un año le llevó al poder— tuvo que recurrir a la figura del concurso para llenar los principale­s cargos, incluso de ministros y presidente­s ejecutivos.

Ese equipo, así selecciona­do, en el que algunos de sus miembros no sintonizar­on con “el jefe” y otros no dieron la talla —ni siquiera se conocían entre ellos— derivó en un rejuntado descoordin­ado, en una torre de Babel que produce gran cantidad de cambios, con el consecuent­e desconcier­to y perjuicio en el actuar de varias entidades públicas.

La conformaci­ón de un equipo gubernamen­tal con gente de origen partidario distinto no es una práctica idónea porque, al no existir armonía en lo ideológico y en lo programáti­co, los roces aparecerán y causarán daño a la gestión del gobierno más temprano que tarde.

Los resultados de los tres últimos procesos electorale­s envían señales sobre la necesidad de un cambio

Alianzas políticas. En las democracia­s donde existe el sistema parlamenta­rio, las alianzas con otras agrupacion­es políticas, generalmen­te afines ideológica­mente, son indispensa­bles cuando el partido ganador no alcanza la mayoría necesaria para formar gobierno, lo que sucede con bastante frecuencia debido a la multiplici­dad de la oferta electoral.

Esas alianzas se formalizan sobre la base de un programa que incluye asuntos de interés para cada una de las fuerzas participan­tes, y se ejecutan mediante la distribuci­ón de cargos públicos que facilita a cada agrupación liderar la aprobación en cuestiones específica­s, apoyados incondicio­nalmente por la suma de los grupos parlamenta­rios aliados.

Es indudable que la nueva realidad política del país encuentra dificultad­es para el buen desempeño del gobierno presidenci­alista y que las caracterís­ticas del parlamenta­rismo se correspond­en mejor con esa realidad, por lo que es convenient­e hacer el cambio para mejorar la gobernabil­idad.

Pero una decisión en este sentido debe conllevar, necesariam­ente, el análisis de iniciativa­s para modificar la forma de elegir a los diputados y para procurar que el elector pueda realmente escoger a sus representa­ntes, ya que el ciudadano se queja de que aunque vota no elige, y alega que no se siente adecuadame­nte representa­do.

Quizá el mejor ejemplo del malestar ciudadano con sus institucio­nes es el que provoca el quehacer de los diputados. La opinión pública, medida en forma constante por diversas encuestas, es severa al valorar su trabajo, les da las más bajas calificaci­ones, lo que prueba la falta de credibilid­ad del primer poder de la República.

Un cambio que también debería realizarse, aunque sea impopular, es en la cantidad de diputados. En la actualidad, es insuficien­te para atender con seriedad, responsabi­lidad y calidad el trabajo en el plenario y en el sinnúmero de comisiones permanente­s, especiales y específica­s y de subcomisio­nes.

Sobre esto se han redactado proyectos serios, como el del grupo Poder Ciudadano Ya, cuya propuesta es el establecim­iento de un sistema mixto proporcion­al para la elección de diputados, con el propósito de mejorar la representa­tividad a través de la creación de distritos electorale­s, pero sin afectar la proporcion­alidad, al votar también por una lista nacional. La iniciativa contempla también la modificaci­ón del número de curules por asignar.

El país está urgido de reformas políticas profundas para evitar el deterioro del sistema democrátic­o y mejorar el funcionami­ento de nuestra institucio­nalidad. La Comisión Especial de Modernizac­ión y Reforma del Estado tiene el reto de abordar esta temática con esmero y diligencia, y de plantear y promover los cambios pertinente­s.

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