Hacia los fundamentos históricos de las regiones
Empecemos por las raíces que han configurado históricamente nuestro ADN cultural. Aunque con peso diferente, son cuatro las regiones que configuraron su matriz. Veremos sus orígenes para entender mejor el presente, pero como modelos orientadores, ya que su diseño original ha variado sustancialmente, pero su peso gravita, con mayor o menor fuerza sobre ellas.
Estas han cobrado nuevas dimensiones y se encuentran en procesos de transformaciones sustantivas: las regiones indígenas y de economía de subsistencia, las grandes sabanas ganaderas, la colonización bananera de las costas y la economía de enclave, y el Valle Central y el cultivo del café.
En este artículo, por razones de espacio veremos las tres primeras. En un próximo artículo, por su importancia, nos abocaremos al Valle Central y el cultivo del café.
Regiones indígenas. Aunque las áreas de producción indígena de caza y recolección y de subsistencia predominaban en el momento de la conquista, fueron avasalladas por la colonización y la expansión de la economía mercantil.
Hoy en día, si bien disminuidas notablemente por este proceso, que redujo su población a menos de un 1%, tienen una gran importancia por su biodiversidad y la consolidación de los derechos de la población originaria sobre una parte importante de sus territorios.
Además de su producción indígena tradicional, se han dado formas de subsistencia transitorias realizadas por campesinos, en regiones alejadas sin una infraestructura que faculte el comercio, con dificultad de acceso a los mercados.
Ahí donde predomina la economía de subsistencia se prioriza el valor del uso sobre el valor del cambio. De tal forma que, cuando alguien se contrata salarialmente, a menudo lo hace pensando en el valor de lo que necesita comprar y deja el trabajo cuando consigue el monto necesario.
En estas condiciones incluso, una oferta de incrementar el salario, en vez de motivar la permanencia del trabajador, puede acelerar el abandono del trabajo cuando tiene la suma necesaria para comprar el bien que lo motivó a contratarse.
Debe tenerse presente que en los territorios donde predomina la economía de subsistencia, los valores son diferentes que en la economía mercantil. El trueque es la forma de intercambio y el tomar una fruta ahí donde hay producción en abundancia se ve como algo natural que obliga a la reciprocidad. Pero no es un delito de robo, como sí lo es donde opera la economía mercantil y cada producto debe aportar ingresos monetarios.
Grandes sabanas. Estas sabanas están ubicadas, principalmente, en Guanacaste, en la parte noroccidental del país. La población indígena originalmente, la más numerosa del país, fue exportada como esclavos a las minas del Perú y se vio fuertemente reducida por el impacto de las enfermedades europeas frente a las cuales no tenían defensas.
Durante la colonia, su administración osciló entre Nicaragua y Costa Rica. En 1823 pidió su anexión a Costa Rica impulsada por el desarrollo del comercio de la península de Nicoya con el Valle Central. La ganadería desarrollada en la región era extensiva, no ocupaba mucha mano de obra pero cubría grandes fincas en la parte norte de la provincia, con poca infraestructura.
En una porción considerable de la provincia prevalecían relaciones económicas de trueque y subsistencia. La participación de su población en el contexto nacional y en la vida política fue siempre reducida, aunque mayor en la península de Nicoya que mantenía un intercambio y comunicación con Puntarenas y el Valle Central. Situación que ha cambiado radicalmente en las últimas décadas por el impacto del turismo y la modernización agropecuaria.
Economía de enclave. A finales del siglo XIX e inicios del XX se instalaron en nuestro país dos grandes empresas convergentes por la actividad bananera: el ferrocarril y la compañía bananera, que crearon un emporio primero en el Caribe y, posteriormente, en el pacífico central y sur. Estas empresas incorporaron el trabajo en gran escala con división social del trabajo, generaron una economía de enclave con muy pocos encadenamientos locales, pero impusieron una nueva modalidad de relaciones sociales y de cultura local y regional.
A diferencia de la explotación cafetalera asentada en la pequeña y mediana empresa familiar, el banano, para ser rentable, exigió grandes obras de infraestructura y demandó mano de obra que no existía en las costas. Esta actividad estimuló la migración de poblaciones, tanto del país, como de otras naciones centroamericanas. El ferrocarril y las plantaciones bananeras demandaron la especialización y el trabajo asalariado.
A diferencia de la actividad cafetalera del Valle Central, donde predominaba la empresa familiar, que gozaba de vivienda propia y estaba formada en las artes para ser emprendedor. El obrero bananero era muy especializado y dependiente no solo de su salario; la vivienda era de la empresa y la finalización del contrato laboral implicaba el desalojo de esta.
En su dinámica económica no se formaban emprendedores individuales, pero sí disciplinados obreros, capaces de incorporarse a empresas con división social del trabajo. Desde el punto de vista de sus posibilidades organizacionales, el obrero como ente especializado, domina su campo de especialidad, en el cual es muy eficiente, pero no el proceso global de gestión.
En este sentido, tiene dificultades para montar un emprendimiento familiar pero su experiencia en una empresa con división social del trabajo le facilita el montaje de una empresa asociativa de participación social.
Estas particularidades organizacionales regionales deben ser tomadas en cuenta por la política social para no ofrecer soluciones estandarizadas que no engarzan con las fortalezas y debilidades regionales.
Por ejemplo, ofrecer parcelas para la explotación campesina a los exobreros bananeros, quienes no tienen tradiciones de producción individual, puede terminar en un sitio para construir sus viviendas, arrendando o vendiendo el resto de tierra a campesinos de vocación.
Mientras, las soluciones cooperativas, especialmente de producción con división social del trabajo, han encontrado un clima favorable entre los exobreros bananeros, como lo es el caso de Coopesilencio en Costa Rica, y Hondupalma y Coapalma en Honduras.
La política social no debe ofrecer soluciones estandarizadas que no engarzan con las fortalezas y debilidades regionales