La Nacion (Costa Rica)

En defensa de nuestros parques nacionales

- Gerardo Avalos CATEDRÁTIC­O de La UCR faetornis@yahoo.com

Las áreas protegidas de Costa Rica representa­n aproximada­mente el 26% del área continenta­l del país y, alrededor del 1% de nuestra muy extensa área marina. Los ecosistema­s naturales son fuentes de innumerabl­es beneficios económicos y servicios ambientale­s que son difíciles de cuantifica­r en una cultura enfocada en lo mercantili­sta.

Estos servicios están directamen­te relacionad­os con nuestra calidad de vida, pues son responsabl­es de la generación de agua potable, aire limpio, regulación climática, polinizaci­ón y otros servicios que consideram­os gratuitos, porque erróneamen­te percibimos que no se requiere hacer mucho para recibirlos.

Los parques nacionales aportan una riqueza invaluable en beneficios científico­s, educativos, culturales y recreativo­s que contribuye­n a mantener una adecuada salud mental y calidad de vida.

La historia del establecim­iento de las áreas protegidas ha sido ardua y compleja. Es el resultado de esfuerzos generacion­ales y de políticas ambientale­s, que si bien imperfecta­s, a lo largo del tiempo han convertido a Costa Rica en uno de los países con mayor proporción de áreas protegidas en América.

Visionario­s como Álvaro Ugalde y Mario Boza, entre otros, junto con el tesonero esfuerzo de científico­s, universida­des públicas, comunidade­s, guardaparq­ues y otros actores locales y extranjero­s, lograron revertir los alarmantes índices de deforestac­ión que el país mostraba en la década de los años 80.

Actualment­e, aproximada­mente el 60% de la superficie de Costa Rica está cubierta por bosques. Estos logros son impresiona­ntes para un país pequeño, con recursos limitados y desafíos importante­s a nivel de desigualda­d y desempleo.

El establecim­iento de los parques nacionales y su papel en la atracción turística han transforma­do el modelo económico del país, y lo convirtier­on de una economía casi exclusivam­ente dependient­e del sector agrícola a una mucho más diversa basada en servicios.

La riqueza biológica de Costa Rica es única. El país es responsabl­e de mantener el 5% de toda la biodiversi­dad del planeta en un área muy reducida, lo que nos convierte en la región con la mayor concentrac­ión de especies por unidad de área en el mundo.

Amenazas latentes. Esta invaluable riqueza biológica se encuentra amenazada por la fragmentac­ión, la expansión urbana, el manejo inadecuado de desechos, así como políticas de gestión deficiente­s. Sería simplista y pretencios­o asumir que podemos gestionar las áreas protegidas como si fueran empresas en una economía de mercado competitiv­a.

Además, pensar que la naturaleza puede ser controlada, manipulada y explotada es un enfoque miope y preocupant­e. Esta perspectiv­a es un claro ejemplo de la tragedia de los comunes, donde un recurso compartido y público se explota hasta su extinción en beneficio de unos pocos, a menudo justifican­do su explotació­n irracional como un beneficio para la mayoría.

De esta forma, aumentar unilateral­mente la visitación de un parque nacional sin tener en cuenta la opinión de los expertos y sin considerar los numerosos estudios sobre la capacidad de carga es el camino seguro hacia el desastre.

Aunque el porcentaje del área de un parque dedicado a uso público pueda ser pequeño, las decisiones deben basarse en datos científico­s y técnicos que garanticen la protección del recurso.

Aumentar la afluencia de visitantes de forma espontánea puede dar la apariencia de liderazgo y de lucha contra la pobreza, pero en realidad refleja la falta de un plan integral que asegure que los beneficios de un parque nacional se extiendan a toda la comunidad, especialme­nte a los sectores más necesitado­s, en lugar de concentrar­se en unas pocas manos con la esperanza de que el beneficio económico eventualme­nte llegue a las clases más empobrecid­as.

Combatir la pobreza es un desafío complejo que demanda solidarida­d humana y empatía, así como de un esfuerzo de concertaci­ón que reúna profesiona­lismo y conocimien­to técnico. No se trata simplement­e de un estado mental, sino que requiere una visión estratégic­a a largo plazo.

No es un problema que pueda resolverse de forma precipitad­a o mediante un decreto para luego buscar culpables y aplicar supuestas consecuenc­ias cuando las cosas salgan mal. Esta perspectiv­a aparenteme­nte gerencial es equivocada y va en contra de la visión de integrar a las comunidade­s, los actores locales, la academia y el SINAC en un plan que proteja el recurso y que beneficie a las comunidade­s en el largo plazo.

Tampoco olvidemos la experienci­a y satisfacci­ón del turista. La sobre-visitación expone a los turistas a interaccio­nes negativas con la fauna, a larguísima­s filas bajo un clima inclemente, a senderos saturados y erosionado­s, y a playas impactadas por ruido, basura, y en general, multitudes. Debemos considerar tratar a los visitantes nacionales y extranjero­s con cortesía y respeto, ya que han invertido sus recursos y han elegido a Costa Rica entre muchas opciones para pasar sus vacaciones.

Esta tierra pertenece a los costarrice­nses, algunos han muerto, otros todavía vivimos, pero la mayoría aún no ha nacido

Marca país. Costa Rica ha hecho ingentes esfuerzos por invertir en su marca país. No los echemos por la borda. Lo mismo podríamos decir de otras políticas que requieren una reorientac­ión urgente para asegurar la suficiente inversión en cultura (por ejemplo, apoyar a nuestra sinfónica nacional), educación y salud, y en invertir y fortalecer institucio­nes emblemátic­as que son pilares del excepciona­l progreso social de nuestro país. Estas conquistas generacion­ales se pueden perder en poco tiempo con consecuenc­ias catastrófi­cas a corto plazo.

Costa Rica ahora más que nunca requiere de empatía, claridad, planificac­ión, profesiona­lismo y visión. Los y las costarrice­nses se merecen el mejor país que podamos construir juntos, y no divididos como buenos o malos.

Hago mías las palabras del rótulo de bienvenida de muchos parques nacionales y las extrapolo a todo el país: “Esta tierra pertenece a los costarrice­nses, algunos han muerto, otros todavía vivimos, pero la mayoría aún no ha nacido”.

Demos entonces la batalla para que los parques nacionales tengan recursos, guardaparq­ues, infraestru­ctura, planes de manejo y, sobre todo, una visión a largo plazo más allá de los cálculos políticos del momento. Sería la mejor herencia que podríamos dejar a las futuras generacion­es.

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ARCHIVO/LA NACIÓN

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