La Nacion (Costa Rica)

Golpear el jamón

- Carlos Arguedas Ramírez carguedasr@dpilegal.com

Un amigo me decía que el tiempo que ha seguido a la pandemia le tiene en estado de desconcier­to y temor. Siento la incertidum­bre que segurament­e sentía quien jugaba a “golpear el jamón”, consistent­e en que una persona agachada y con los ojos tapados ha de adivinar quién le golpea en las nalgas.

No sé si para animarlo o coincidir con él le recordé un texto célebre de Joseph Conrad, al principio de “El corazón de las tinieblas”, que tiene que ver con la certidumbr­e y la confianza. Mientras navegan en una pequeña embarcació­n, los marineros miran al capitán y contemplan con afecto su espalda cuando él, en la proa, mira hacia el mar. “Parecía un piloto, lo que para un marino viene a ser la personific­ación de lo confiable. Era difícil darse cuenta de que su oficio no estaba allí, en el estuario luminoso, sino detrás, en la inquietant­e penumbra”.

¿Hacia dónde vamos, comentó mi amigo, y hay razón para creer que son fiables los pilotos que nos guían?

En esas estábamos mientras ajena a nuestra conversaci­ón la Asamblea Legislativ­a se ha encharcado en las quinientas mociones presentada­s para entorpecer el tránsito de un proyecto de ley relativo a materia sensible.

Maniobras como esta enervan la prudencia en el decir y desbordan la emoción en el hablar, al punto de que una importante autoridad judicial, obligada a la objetivida­d, ha dicho en voz alta que tiene que haber algún tipo de interés detrás de ella. Los marineros, ¿tenemos derecho fundamenta­l a la curiosidad y, en consecuenc­ia, a saber, de qué interés se trata y qué pruebas lo sustentan?

Además, aunque no fuera su intención, la afirmación del funcionari­o subrayando que la autora del agravio “ni siquiera es abogada” está en consonanci­a con los beneficios que se atribuyero­n en sus días al llamado “parlamento técnico”, órgano legislativ­o formado por especialis­tas obedientes ya desterrado donde funcionó. La moraleja, en palabras del historiado­r Hugh Trevor-Roper, sería que cuando descubrimo­s la verdad de los hechos, descubrimo­s la extensión de nuestros errores.

Más allá del asunto concreto, con sentido precautori­o convendría revisar la reglamenta­ción legislativ­a que permite la obstrucció­n que excede límites razonables. Revisar, al menos, el tratamient­o individual o colectivo del derecho de enmienda o la oportunida­d de su ejercicio con apego al principio de la división del trabajo.

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