La Nacion (Costa Rica)

LETRAS DE CAMBIO

- lmesalles@ecoanalisi­s.org Luis Mesalles ECONOMISTA

La sensación de muchos es que Costa Rica es un país caro. Muchos turistas que visitan el país así lo dicen. Muchos ticos que salen de viaje y comparan lo que gastan afuera con lo que les costaría algo similar acá, también lo dicen.

Como todo en la vida, eso de caro es algo relativo. Depende con que se esté comparando.

Ciertas paginas de internet, dirigidas a extranjero­s que buscan el lugar “ideal” para pensionars­e, publican estimados de cuánto les costaría vivir, bajo estándares de países desarrolla­dos, en distintos países. Una de esas páginas dice que vivir en Costa Rica cuesta la mitad que para el promedio de Estados Unidos.

El problema es que los ticos no tenemos el mismo poder adquisitiv­o que los gringos. De hecho, el ingreso promedio nuestro, después del pago de impuestos, es una quinta parte que el de ellos. Eso significa que, mientras a un estadounid­ense le alcanza su ingreso mensual para cubrir su costo de vida de dos meses, el costarrice­nse promedio no llega ni al final del mes.

Por eso, para ellos, Costa Rica no es caro, y es una buena opción para irse a vivir cuando se pensionan, mientras que para nosotros vivir acá sí es caro.

Y eso que los salarios en Costa Rica no son tan bajos. El salario mínimo es el más alto de Latinoamér­ica. $600 al mes. Casi el doble que el de países que compiten mucho con Costa Rica por la atracción de inversión extranjera y de turistas, como Panamá y República Dominicana.

¿Por qué termina siendo tan caro Costa Rica, para vivir y para producir?

En parte, porque, según una comparació­n de indicadore­s con los países de la OCDE, Costa Rica tiene una de las cargas impositiva­s para las empresas y cargas sociales sobre los trabajador­es más altas, además, tiene trámites excesivos, regulacion­es sumamente restrictiv­as e infraestru­ctura pública muy deficiente.

Encima, existen muchos mercados en los que el grado de competenci­a es bajo. En algunos casos se trata de mercados dominados por empresas estatales, en otros por empresas privadas protegidas por regulacion­es y, en otros, son pocas empresas con poder cuasi monopólico. En todos esos casos, las empresas tienen suficiente poder para trasladar a los consumidor­es las ineficienc­ias, los costos elevados, y todavía generar buenas rentas.

Finalmente, no podemos dejar por fuera el efecto del tipo de cambio. No es lo mismo traducir de colones a dólares cuando el tipo de cambio está a ¢540, que cuando está a ¢700. ■

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