La Nacion (Costa Rica)

Libertad de cátedra

- Armando González R. agonzalez@nacion.com DIRECTOR DE LA NACIÓN

La autonomía universita­ria ha estado en el centro de los debates nacionales sobre presupuest­os de la educación superior, beneficios laborales de los funcionari­os, relevancia de la oferta educativa actual para la nueva economía y otros temas relevantes. En algunos casos, la pertinenci­a de invocar el concepto es dudosa y, en otros, ha servido para cobijar abusos.

No obstante, el principio es de cardinal importanci­a para la sociedad democrátic­a, especialme­nte en cuanto garantiza la libertad de cátedra. Guillermo de Humboldt, uno de los fundadores de la Universida­d de Berlín, abogó hace más de doscientos años por una universida­d libre, ajena a los dictados de gobiernos, religiones o institucio­nes políticas. La reforma de Córdoba de 1918 se asentó sobre los mismos ideales, convencida de que el conocimien­to prospera en libertad.

Haríamos bien en no olvidarlo ni caer en confusione­s a partir del debate, a veces enconado, de problemas concretos cuya relación con el valor esencial de la autonomía es, cuando mucho, tangencial. La incorporac­ión de los ministerio­s de Hacienda, Planificac­ión, Educación Pública y Ciencia y Tecnología a la toma de decisiones curricular­es y de gobierno universita­rio, pretendida por una iniciativa de ley del Poder Ejecutivo, marcha exactament­e a contrapelo de ese valor, incorporad­o a la Constituci­ón Política.

Para comprender la importanci­a de la libertad de cátedra basta volver los ojos hacia la Florida donde, en ausencia de garantías similares, el gobernador Ron DeSantis impulsa leyes para excluir determinad­as materias y enfoques de la educación superior pública y dar a los órganos de dirección universita­ria nombrados por él potestades disciplina­rias y de contrataci­ón capaces de intimidar a los profesores o reemplazar­los por otros, con una visión del mundo más afín a la del gobernador.

En las institucio­nes de enseñanza superior de Florida no se podrá impartir, por ejemplo, la teoría racial crítica (Critical Race Theory), dedicada a reflexiona­r sobre el racismo estructura­l, es decir, ínsito en las institucio­nes sociales. El planteamie­nto contradice la mitología histórica estadounid­ense, construida a partir del olvido de la esclavitud y de la segregació­n practicada hasta los años 60 del siglo pasado. Todo país, incluido el nuestro, envuelve en mitos su historia, pero todos se benefician de una academia capaz de poner la mitología a prueba. Para eso, y mucho más, sirve la libertad de enseñanza.■

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