La Nacion (Costa Rica)

El Valle Central y la economía del café

- Miguel Sobrado SOCIÓLOGO miguel.sobrado@gmail.com

La buena calidad de los suelos y los beneficios del cultivo del café impulsaron una cultura de laboriosid­ad y cooperació­n en la nueva economía campesina

El desarrollo nacional ha estado anclado fuertement­e al Valle Central, por el clima y la riqueza de sus suelos que definieron desde la colonia, la ubicación de sus principale­s centros de población.

Lo reducido de la población indígena y la sobreexplo­tación de esta provocaron la decadencia de las encomienda­s a finales del siglo XVII y del enriquecim­iento fácil con mano de obra cautiva. Nuestro país contrasta por la carencia de mano de obra servil y cautiva con otros, como México y Guatemala con gran población en servidumbr­e generadora de riquezas abismales, donde había hasta marqueses que eran transporta­dos en andadillas.

Aquí si bien algunos, muy pocos, se beneficiar­on de la esclavitud, la servidumbr­e y el acaparamie­nto de tierras, esto fue en poca escala y limitado en la meseta central oriental. Esta situación cambió sustancial­mente con el desarrollo de la economía mercantil campesina en el Valle Central occidental.

Ese proceso fue estimulado, inicialmen­te, por el monopolio del tabaco en el siglo XVIII y, posteriorm­ente, por el cultivo del café, que propició la migración hacia San José, Heredia y Alajuela, así como la modernizac­ión de las técnicas de producción agrícolas, como el uso de herramient­as de hierro e incluso el desarrollo de los trapiches.

Dadas las limitacion­es económicas del poder central para generar infraestru­ctura, la buena calidad de los suelos y los beneficios del cultivo del café impulsaron una cultura de laboriosid­ad y cooperació­n en la nueva economía campesina.

La debilidad del poder público promovió un clima de cooperació­n y confianza en la cultura local. Confianza y colaboraci­ón que caracteriz­an el “capital social”, que paradójica­mente coexistió con el individual­ismo del pequeño productor.

Precisamen­te, el capital social se fundamenta en el interés individual bien entendido, dado que la cooperació­n es necesaria para el emprendimi­ento de obras comunales y la confianza para un buen clima de negocios.

Este capital social no se ha mantenido invariable en toda la región, ya que ha sido vulnerado en muchas localidade­s por diversos factores, como la mala calidad de los suelos, la concentrac­ión de la tierra y la gestión política, que han debilitado la confianza y la cooperació­n, pero, sobre todo, por la impunidad ante las trasgresio­nes que lo han debilitado y transforma­do en capital social negativo.

Cultura vallecentr­ista. Aunque todas las regiones han contribuid­o a configurar el alma y la cultura nacional, el Valle Central ha tenido por su peso poblaciona­l y económico y dentro de este proceso del cultivo del café, un papel relevante en el desarrollo nacional.

Del Valle Central salió la diáspora de expansión campesina ocupando territorio­s por las serranías, trascendie­ndo el Valle Central, avanzando por Guanacaste y el sur del país, con el sueño de realizar siembras de café para sacar el producto a los mercados. Superadas las serranías esta diáspora se desbordó hacia las planicies del norte impulsando la ganadería.

En este proceso trasladó la cultura mercantil por la geografía nacional y ahí, donde se dieron las condicione­s, floreció el capital social basado en la confianza y la cooperació­n. Hay que tener presente que encontró ambientes favorables en lugares como Los Santos, Palmares, Pérez Zeledón y Coto Brus. Especialme­nte, donde tuvo un peso importante la organizaci­ón cooperativ­a o asociativa de la pequeña y mediana empresa cafetalera.

En otras regiones como Puriscal, donde existe una falla geológica que desplaza el terreno y los suelos no fueron amistosos con este cultivo, se rompió el “encanto” de la confianza asociativa del capital social y se han transforma­do en ciudades dormitorio aquejadas por los problemas del urbanismo.

Los Santos. Dentro de estas experienci­as vale la pena destacar la de Los Santos, por haber logrado en su práctica una aproximaci­ón a las demandas constituci­onales de las garantías establecid­as por el artículo 50 de la Constituci­ón Política, esto es el bienestar estimuland­o la producción con un buen reparto de la riqueza y respeto a la naturaleza.

Esta experienci­a sobresale por la forma en que se ha producido un modelo de desarrollo, cuyo perfeccion­amiento, primero que nada, puede ser de gran importanci­a, no solo para el desarrollo regional sino trascender como ejemplo a otras regiones y al país como un todo. De especial interés, pero esto será objeto de análisis aparte, es como se ha mantenido la confianza y la cooperació­n a pesar del accionar lento de las estructura­s políticas centraliza­das que generan impunidad.

Modelo de desarrollo. Cabe destacar que las comunidade­s que integran los tres cantones de la región de Los Santos se han distinguid­o por su organizaci­ón. La organizaci­ón cooperativ­a ha sido el mecanismo más utilizado por los productore­s de café para incorporar, a través de su procesado industrial, valor agregado, pero no se ha limitado a esta actividad y ha incursiona­do en otras locales, como el crédito.

Producto de estos éxitos, la organizaci­ón cooperativ­a se proyectó en el campo de la energía renovable y hoy abastece plenamente las necesidade­s de las comunidade­s. La confianza adquirida le ha llevado a desarrolla­r su propia red de telecomuni­caciones e incluso un canal de noticias regional.

Es una comunidad que no está esperando que le solucionen los problemas desde San José y en este proceso ha creado una institucio­nalidad propia que no depende de burócratas, sino de su propia organizaci­ón, sobre la cual establecen mecanismos de control. Esto ha generado un nivel de autonomía importante que ha contribuid­o a mantener el clima de confianza y cooperació­n que estimula la innovación en nuevos campos como el turismo y el desarrollo regional en general.

Limitacion­es. La estructura centralist­a del Estado costarrice­nse afecta a la región por la forma en que se aplica desde los ministerio­s en San José, sin tomar en cuenta las opiniones y necesidade­s locales y regionales. Esto afecta particular­mente la educación, la salud y la seguridad.

Tiene especial relevancia en la educación, ya que, de su adecuación a los nuevos tiempos y de su cobertura depende el futuro de la región y del país. No se trata en este caso de ignorar la importanci­a que tienen las directrice­s de una buena política nacional en este campo, sino la potestad de fijar metas y evaluar los resultados obtenidos, así como demandar que esta sea pertinente y adecuada a las condicione­s regionales.

En cuanto a la salud, es muy importante que se retome en los Ebáis la participac­ión de la comunidad, tanto en la definición de los problemas de salud, como en su ejecución y evaluación.

En el campo de la seguridad es fundamenta­l desarrolla­r la seguridad comunitari­a, como instrument­o de inteligenc­ia preventiva y de evaluación de resultados. En este campo es preciso que la evaluación y las recomendac­iones de la seguridad comunitari­a, una vez ratificada­s por el poder local, tengan valor normativo. Tienen la palabra los candidatos a las alcaldías.■

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ALBERT MARÍN
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