La Nacion (Costa Rica)

Culpar a la Contralorí­a

- rmatute@nacion.com Ronald Matute Jefe de Informació­n de LA NACIÓN

En un episodio del cada vez más insípido show de los miércoles, el presidente Rodrigo Chaves hizo un nuevo berrinche por los excesos que, según alega, está cometiendo la Contralorí­a General de la República en sus labores de fiscalizac­ión.

Chaves reclamó supuestos cambios en el patrón de comportami­ento de la institució­n dirigida por Marta Acosta, al señalar que antes era “laxa”, pero ahora es “estricta” y realiza más auditorías.

El mandatario también se quejó de la rigurosida­d con que la Contralorí­a cumple su mandato constituci­onal y sostuvo que las “interpreta­ciones” emitidas por la entidad frenan proyectos clave de su gobierno.

Confrontad­a con los hechos, queda claro que la última diatriba presidenci­al está construida a base de contradicc­iones e insinuacio­nes temerarias que no soportaría­n un examen riguroso.

En primer lugar, afirmar que la Contralorí­a realizaba antes controles flojos y que ahora es más rigurosa es un señalamien­to muy serio que debería estar sustentado en evidencias contundent­es.

Sin embargo, como ya es costumbre en esta administra­ción, no hay pruebas ni datos que sostengan lo dicho. Todo el fundamento se circunscri­be a un discurso pirotécnic­o y vacío que busca desacredit­ar.

En segundo lugar, el primero que debería celebrar que haya mayor rigurosida­d en la fiscalizac­ión es el presidente, quien está llamado a velar por la buena gestión del Estado y el uso eficiente de los recursos públicos.

Pero Chaves critica a la Contralorí­a por realizar “mejor” su trabajo, poniendo una vez más de manifiesto la incomodida­d que siente al tener que someter sus polémicas decisiones al sistema de pesos y contrapeso­s.

Además, no es cierto que las “interpreta­ciones” emitidas en el edificio piramidal de Sabana sur frenaran proyectos trascenden­tales como Ciudad Gobierno y la compra de escáneres antidrogas.

Recordemos que lo que hizo la Contralorí­a fue advertir sobre la existencia de ilegalidad­es y procedimie­ntos irregulare­s. Le correspond­e al Poder Ejecutivo decidir si corrige los problemas o si insiste en la ruta equivocada.

Es claro que el gobierno quiere responsabi­lizar a otro por sus tropiezos e incapacida­d de ejecutar. En el pasado, enfiló los ataques contra jueces, magistrado­s, diputados y periodista­s. Tal parece que llegó el turno de culpar a la Contralorí­a.

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