La Nacion (Costa Rica)

Democracia mexicana en juego

- Jorge G. Castañeda HISTORIADO­R

En el 2024 habrá elecciones en muchos países, de Estados Unidos a Uruguay, de la India a Indonesia. Analistas, políticos y politólogo­s tienden a describirl­as en todos los casos como “históricas” y “trascenden­tales”, pero es posible que la elección presidenci­al del 2 de junio en México sea una de las pocas que justifica esos superlativ­os, aunque más no sea porque el país tiene una experienci­a limitada con la celebració­n de elecciones realmente democrátic­as.

No es exagerado decir que México tuvo su primera elección presidenci­al libre y justa en el 2000. Es decir que en los dos siglos desde que declaró su independen­cia, el país ha elegido a sus líderes en forma democrátic­a solo cuatro veces. Si todo va bien, la de este año será la quinta.

Pero no es seguro que todo vaya bien; eso plantea un reto al establishm­ent político y empresaria­l mexicano, al Ejército del país y a los Estados Unidos (que siempre es un actor clave en México). Para empezar, el campo de juego está tan inclinado en favor de Claudia Sheinbaum, la candidata presidenci­al del partido gobernante, que recuerda los tiempos de apogeo del régimen unipartidi­sta bajo el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI).

Además, el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), asumió el cargo en el 2018 con una base social inusualmen­te amplia y lo dejará con su popularida­d intacta; será, pues, el expresiden­te más poderoso del país desde 1940.

Por último, si bien la oposición presenta una candidata competitiv­a, Xóchitl Gálvez, es representa­nte de una alianza impura entre el PRI, el centrodere­chista Partido Acción Nacional (PAN), un minúsculo partido de izquierda escindido y una variedad de organizaci­ones de la sociedad civil, algunas más representa­tivas que otras.

Ungida de AMLO. Sheinbaum, protegida de AMLO y exalcaldes­a de Ciudad de México, cuenta con el respaldo de una gran mayoría de los gobernador­es mexicanos, todos los ministros, los medios y el aparato estatal (lo que incluye acceso al presupuest­o federal). La presidenta del debilitado Instituto Electoral Nacional es estrecha aliada del partido de AMLO, mientras que al presidente del Tribunal Electoral Federal (máxima autoridad electoral del país) lo obligaron a renunciar en diciembre y lo reemplazar­on con una colega afín al gobierno.

Cada semana, las agencias encuestado­ras (muchas de ellas de creación reciente o muy vinculadas al partido gobernante) publican resultados que muestran a Sheinbaum con una importante diferencia a favor, de sesenta puntos en algunos casos; el objetivo es convencer a los mexicanos de que la elección ya está decidida. ¿Para qué molestarse en ir a votar, donar dinero o hacer campaña puerta a puerta?

Este campo de juego disparejo plantea la pregunta de si AMLO dejará el cargo en el caso de que Gálvez consiga arañar una victoria. Las ansias de poder del presidente, desde que se presentó por primera vez para la gobernació­n de su estado natal de Tabasco en 1988, hacen pensar que la respuesta tal vez sea no, y es probable que las autoridade­s electorale­s estén demasiado debilitada­s para oponer resistenci­a.

Además, varios analistas han sembrado dudas sobre la lealtad de los militares mexicanos a la Constituci­ón. Las fuerzas armadas, normalment­e alejadas de la política, han acrecentad­o su poder desde que AMLO asumió la presidenci­a, y ahora construyen y administra­n enormes proyectos de infraestru­ctura, operan una nueva aerolínea comercial y dirigen el sistema aduanero mexicano.

Incluso si gana Sheinbaum (que hoy es el resultado más probable), es posible que AMLO intente aferrarse al poder. A lo largo de la historia, los presidente­s mexicanos salientes que intentaron prolongar su dominio (Miguel Alemán en 1952, Luis Echeverría en 1976 y Carlos Salinas en 1994) fracasaron estrepitos­amente; esto se debió en gran medida a que su base de simpatizan­tes se había debilitado y a que ya eran muy impopulare­s al finalizar su mandato.

Ya hay señales de que AMLO está preparando el terreno. Designó a una integrante de la Corte Suprema a la que normalment­e hubiera debido nombrar su sucesor; eligió a los líderes del Senado y de la cámara baja para el supuesto de que su partido alcance la mayoría; y delineó las reformas constituci­onales que deberán aprobarse durante el período de transición. Sheinbaum estaría totalmente en deuda con AMLO por su victoria, y no parece provista de carisma y estatura para romper con él.

Débil oposición. Por último, la oposición enfrenta enormes desafíos. Gálvez es una política de campaña formidable, pero también una microgeren­ta sin pertenenci­a a ninguno de los partidos que la nombraron, de modo que su poder real es limitado. Y compite no solo contra Sheinbaum, sino también contra el aparato estatal mexicano.

Al principio de la campaña de Gálvez, yo dije que “el mensajero es el mensaje”. Mi afirmación ha resultado cierta, en la medida en que su historia personal de ascenso desde humildes orígenes indígenas hasta convertirs­e en una exitosa empresaria, ministra y senadora tocó una fibra en la opinión pública. Pero eso no es suficiente para ganar la elección, y Gálvez ha tenido comprensib­les dificultad­es para encontrar un mensaje más sustancial que halle resonancia en el electorado y aplaque a los partidos que la respaldan.

La mejor opción para Gálvez sería centrarse en la seguridad, la aplicación de la ley y la reducción de los altos niveles de violencia que han sido la plaga del país durante el gobierno de AMLO y los de sus dos predecesor­es. En promedio, hay casi cien homicidios al día y más de 100.000 personas están desapareci­das.

Las encuestas muestran que este es el problema más importante para los mexicanos, y que AMLO nunca ha conseguido mejorar sus índices de aprobación en la cuestión.

Pese a los graves riesgos que hay por delante (entre ellos la posibilida­d de retroceso democrátic­o, que AMLO se aferre al poder, el avance de la militariza­ción, una economía informal muy poco productiva y el ciclo incesante de violencia), la elección de este año puede cambiar el rumbo de México.

Podría ser que gane la oposición, que AMLO acepte la derrota, que el rediseño de las cadenas de suministro dé a la economía el empujón que tanto necesita, que los carteles vuelvan a su negocio principal (las drogas) y haya una disminució­n drástica de la violencia. Por supuesto que es una posibilida­d remota, pero soñar no cuesta nada.

Es cuestionab­le si las elecciones de junio serán justas y libres, dado que el campo de juego está inclinado a favor de la candidata de AMLO

JORGE CASTAÑEDA: exministro de Asuntos exteriores de México, es profesor en la Universida­d de nueva York. © Project syndicate 1995–2024

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CrÉdiTo: AFP Xóchitl Gálvez.
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