La Nacion (Costa Rica)

Desarrollo desequilib­rado

- Jorge Woodbridge INGENIERO jorgewoodb­ridge@gmail.com

La calificaci­ón de riesgo del país mejoró gracias a la mesura en el gasto público impuesta en la reforma fiscal aprobada en el 2018, ley que contuvo la expansión del gasto al establecer límites rigurosos al sector público, con algunas excepcione­s, como los gobiernos locales, el ICE y las universida­des.

La Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas creó el impuesto sobre el valor agregado, aplicable a la venta de bienes y servicios, independie­ntemente del medio por el que sean prestados.

Los ingresos del gobierno crecieron, pero se aplanaron en el 2023, con gran preocupaci­ón, para reducir el endeudamie­nto público y cumplir en el futuro con el FMI, salvo que se tomen nuevas medidas para incrementa­r los ingresos o contraer gastos y no inversione­s.

Lo que requiere el sector público es agilidad que se traduzca en productivi­dad, que solo es posible con estrictas mediciones de metas y asignación de prioridade­s. No podemos seguir endeudándo­nos para construir obras de infraestru­ctura, hay que promover el ahorro y la eficiencia.

Tenemos que mejorar la estructura del gasto, cumplir la ley de empleo público, fijar prioridade­s y objetivos a largo plazo. No se vale no ser rigurosos en la medición de la productivi­dad, la austeridad y las reformas estructura­les a programas claves.

Todo parece indicar que el 2023 terminó con un crecimient­o superior al 5 %, y es de esperar un 4 % o más en el 2024, impulsado fuertement­e por las zonas francas, y un repunte en el crecimient­o del sector productivo (régimen definitivo), que, a excepción de la construcci­ón, las actividade­s profesiona­les y la manufactur­a, crece poco y, por ende, la cantidad de personas ocupadas se viene reduciendo desde setiembre del 2022.

Estamos desfasados en la generación de empleo, ya que no hemos podido ofrecer los profesiona­les o técnicos que requiere la nueva economía. La demanda exige habilidade­s blandas, matemática­s, ciencias e inglés.

No puede ser que ni las universida­des públicas ni las privadas se estén esforzando por graduar profesiona­les bilingües. Es preocupant­e que solo el 21 % de los centros educativos públicos reciban un segundo idioma, después de 26 años de haber anunciado el MEP que lo incorporar­ía desde preescolar para obtener resultados del potencial natural de los niños.

Educación técnica. El Instituto Nacional de Aprendizaj­e (INA) cuenta con recursos aportados por empleados y patronos, pero no ofrece programas cortos y competitiv­os a fin de proveer los conocimien­tos técnicos que requiere la nueva economía.

Se suponía que la ley de fortalecim­iento de la formación profesiona­l iba a beneficiar la empleabili­dad, pero habrá que esperar y analizar los cambios planteados por la Sala Constituci­onal después de las demandas del sindicato.

Nuestra triste realidad es que más de 200.000 ciudadanos no encuentran empleo por falta de habilidade­s, y las poblacione­s más vulnerable­s son las más afectadas. Adicionalm­ente, 800.000 personas laboran en la informalid­ad.

Requerimos un INA con más carreras técnicas. Hay que agilizar todas las institucio­nes educativas para que tengan mecanismos expeditos para generar las nuevas competenci­as.

Paralelame­nte a la transforma­ción del INA, es necesario fortalecer la educación dual, programa que debe ampliarse, publicarse, impulsarse y fortalecer­se entre el INA, el sector productivo y el Ministerio de Educación Pública.

La combinació­n educativa y la práctica laboral de los educandos incrementa­rá las oportunida­des de trabajo. Los centros educativos con esta modalidad tienen la posibilida­d de un apoyo extra para transporte, vestimenta y alimentaci­ón.

Cambios urgentes. La baja calidad de la educación ensancha la brecha social y origina violencia. Las bandas del narcotráfi­co se alimentan de estudiante­s que no terminan su formación y han perdido la esperanza.

Si queremos paz, deberíamos preocuparn­os por la mejora de la educación y el empleo. Hay que invertir en programas sociales y revertir la ola de violencia que vivimos.

Tenemos que educar a nuestra juventud sobre el daño que causa el consumo de drogas. Mas inversión en cárceles, policía, armas, tecnología, drones, cámaras, capacitaci­ón de seguridad, equipamien­to y capacitaci­ón son claves, pero no es una solución sostenible.

No podemos reducir los recursos y la productivi­dad de los programas sociales. Hay más de 400.000 hogares en pobreza y 1,4 millones de pobres. La pobreza no cede ante la falta de educación y trabajo.

La inversión social no debe reducirse, todo lo contrario, el gobierno debe fortalecer­la. Las diferencia­s de clases deben acortarse si queremos paz social. El crecimient­o económico es importante, pero también lo es proveer empleo y hacer los cambios estructura­les para crearlo.

Hay que reducir las desigualda­des en educación, salud, empleo, vivienda y servicios básicos. No podemos sentirnos satisfecho­s con el crecimient­o macro de la economía, lo fundamenta­l es que el crecimient­o tenga un efecto multiplica­dor para todos, en la totalidad de los rincones de Costa Rica.

El gobierno controló la inflación y los números macro se ven bien, pero ahora debemos trabajar como sociedad para fortalecer los programas sociales y, primordial­mente, la educación.

La economía crece, pero sus beneficios no se ven reflejados en las condicione­s de vida

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