La Nacion (Costa Rica)

Sedientos por imprevisió­n

- Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN

La tercera parte de los 1,2 millones de usuarios del acueducto metropolit­ano sufrirá racionamie­ntos de agua en los próximos meses. No es la primera vez, pero hay nuevas razones para preocupars­e y, ojalá, retomar las obras de abastecimi­ento planeadas desde las postrimerí­as del siglo pasado.

El fenómeno de El Niño se presenta periódicam­ente, con diversos grados de intensidad y duración, pero el cambio climático plantea un reto permanente, cada vez más grave. Igualmente crónica es la falta de inversión para disminuir el desperdici­o de agua y aprovechar nuevas fuentes de suministro.

No obstante, el Instituto Costarrice­nse de Acueductos y Alcantaril­lados (AyA) dejó vencer un crédito por $399 millones para el megaproyec­to Orosi II, capaz de garantizar el abastecimi­ento a 638.000 habitantes de 15 cantones de San José, Heredia y Cartago.

La obra ampliaría el proyecto Orosi I, construido en 1987, para llevar el agua del embalse El Llano hasta los hogares de media población de San José y miles de habitantes de Cartago.

Las obras, previstas en 1990, comenzaron a ser diseñadas en el 2013. Hace un par de años, los diseños apenas habían avanzado en un 70 %. Pasados varios períodos de racionamie­ntos y en vísperas de sufrir uno nuevo, el proyecto sigue encallado.

Según el gobierno, es necesario completar los estudios de factibilid­ad y los diseños para volver a solicitar el crédito con “costos reales” y así evitar una renegociac­ión después de iniciada la construcci­ón.

La imprevisió­n ejemplific­ada por Orosi afecta a otras regiones del país. Hay 53 acueductos sin el agua requerida para abastecer a la población, sobre todo, en la zona central y en las costas, según informes del Programa Estado de la Nación (PEN), basados en datos de la Autoridad Reguladora. Si lográramos ponernos al día, seguiríamo­s lejos del ideal promovido por el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), consistent­e en dejar de planificar con vistas al crecimient­o del consumo para tomar en cuenta, además, la amenaza del cambio climático.

El suministro de agua potable es indispensa­ble para preservar la salud pública. Junto con las campañas de vacunación, explica los aumentos en la expectativ­a de vida. También es determinan­te para asegurar la calidad de esa existencia prolongada.

La falta de agua limita el desarrollo, con fuerte impacto sobre el empleo y el bienestar económico en general. Por eso, el suministro inadecuado atiza la conflictiv­idad social como pocos otros factores.

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