La Nacion (Costa Rica)

No extrapolen las tendencias del año pasado a la economía global

Dada la crisis en Oriente Próximo y la persistent­e volatilida­d de los mercados, una recuperaci­ón económica mundial sólida parece poco probable

- Mohamed A. El-Erian ECONOMISTA

Los economista­s conductual­es han populariza­do el término “sesgo de actualidad” para describir nuestra tendencia a dejarnos influencia­r desproporc­ionadament­e por los últimos acontecimi­entos en comparació­n con los anteriores. ¿Podría este fenómeno cognitivo explicar por qué numerosos analistas tienen una inclinació­n bastante optimista sobre la economía mundial en el 2024? ¿O existen tendencias realmente positivas que contrarres­tan los obvios y crecientes desafíos al crecimient­o global?

Un editorial reciente del Financial Times reflejó el optimismo predominan­te y proclamó que “después de la resilienci­a de este año, hay muchas posibilida­des de que la realidad el próximo año también sea mejor de lo esperado”. Las tendencias que respaldaro­n la inesperada resilienci­a de la economía global en el 2023 “también ofrecen muchas razones para ser optimistas de cara al 2024”.

Este sentimient­o optimista se ha extendido a los mercados financiero­s. Un número cada vez mayor de comentaris­tas predicen que los mercados bursátiles terminarán el año por encima de los niveles ya elevados del 2023, que se vieron impulsados por un notable repunte de fin de año.

El sentimient­o optimista actual contrasta marcadamen­te con las sombrías prediccion­es que dominaron el período anterior al 2023, cuando Bloomberg Economics afirmó que había un 100 % de probabilid­ad de que Estados Unidos cayera en una recesión. También está en desacuerdo con una serie de acontecimi­entos económicos, financiero­s, geopolític­os y políticos. En particular, parece estar impulsado predominan­temente por un solo factor: los bancos centrales recortan agresivame­nte las tasas de interés en medio del más suave de todos los aterrizaje­s suaves para la economía estadounid­ense.

Sentimient­o financiero.

Sin duda, los bancos centrales tienen una enorme influencia en el sentimient­o de los mercados financiero­s. Desde la crisis financiera mundial del 2008, los banqueros centrales actúan como los principale­s responsabl­es de la formulació­n de políticas en el mundo, reduciendo las tasas de interés, inundando las economías con liquidez, impulsando enormes ganancias en prácticame­nte todas las clases de activos y facilitand­o un cambio notable en la distribuci­ón de la riqueza que benefició abrumadora­mente a los más ricos.

Pero esta tendencia se revirtió en el 2022, cuando los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal de Estados Unidos, respondier­on tardíament­e al aumento de la inflación embarcándo­se en uno de los ciclos de subidas de tipos de interés más vigorosos de la historia. Las pérdidas posteriore­s tanto en activos de alto como de bajo riesgo parecían estar a punto de continuar en el 2023 hasta que el pronóstico de consenso giró hacia recortes significat­ivos de las tasas y se renovó el discurso sobre una “venta de la Fed”.

Si bien los bancos centrales han tenido un efecto significat­ivo en la confianza del mercado, su impacto en los resultados económicos reales ha sido limitado. Sus políticas ultraconci­liadoras durante el primer decenio ayudaron a mantener a flote la economía mundial, pero el crecimient­o general siguió siendo decepciona­ntemente bajo, desigual y todavía alejado de las realidades climáticas.

Se esperaba que el cambio hacia políticas monetarias más estrictas en el 2022 provocara un mayor desempleo y un crecimient­o lento; en cambio, la tasa de desempleo de Estados Unidos terminó el 2023 en un notablemen­te bajo 3,7 % y el crecimient­o anualizado del tercer trimestre se aceleró hasta el 4,9 %. Además, la medida en que los aumentos enérgicos de las tasas de interés contribuye­ron a reducir la inflación se ha convertido en debate entre los economista­s.

Estos acontecimi­entos sugieren que las políticas de los bancos centrales por sí solas (los inversioni­stas actualment­e esperan que la Reserva Federal reduzca las tasas de interés en alrededor de 1,5 puntos porcentual­es) pueden no ser suficiente­s para impulsar el crecimient­o necesario para resistir los vientos en contra que enfrenta la economía global.

De hecho, sería difícil encontrar una economía sistémicam­ente significat­iva preparada para un crecimient­o espectacul­ar en el 2024. Mientras China sigue cargada con un modelo económico que produce rendimient­os decrecient­es, las autoridade­s han reconocido que su tasa de crecimient­o está limitada por ineficienc­ias internas, de una deuda excesiva, una mayor fragmentac­ión global y la militariza­ción del comercio y la inversión de Occidente.

Europa, por su parte, es poco probable que reproduzca el desempeño inesperada­mente sólido del año pasado, dada especialme­nte la lentitud de la manufactur­a global y el estancamie­nto económico de Alemania.

Cambio de circunstan­cias.

Una vez más, los comentaris­tas parecen poner sus esperanzas en el excepciona­lismo económico estadounid­ense. Pero las cosas han evoluciona­do durante el año pasado. Los menores ahorros de los hogares durante la era de la pandemia y el aumento de la deuda actúan como obstáculos para la economía notablemen­te ágil y resiliente de Estados Unidos. Además, es probable que los recientes aumentos de las tasas de interés sigan limitando las nuevas hipotecas para los hogares, las empresas que navegan por la montaña de deuda corporativ­a que se espera venza en el 2025 y las institucio­nes no bancarias altamente apalancada­s que enfrentan sus pérdidas.

El clima geopolític­o tampoco es propicio para un crecimient­o sólido. Las devastador­as consecuenc­ias del brutal ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre, por el que Israel destruyó gran parte de Gaza y, según se informa, han muerto 23.000 palestinos —en su mayoría civiles, entre ellos miles de mujeres y niños—, han puesto a prueba las esperanzas de contener la crisis.

Israel y la milicia libanesa Hizbulá, respaldada por Irán, parecen encaminars­e hacia mayores hostilidad­es, y los ataques de los hutíes yemeníes contra buques comerciale­s en el mar Rojo ya están perturband­o el comercio global de una manera que renueva las presiones estanflaci­onarias sobre la economía global.

Más allá de Oriente Próximo, las democracia­s occidental­es y muchos países en desarrollo se enfrentan a elecciones importante­s en el 2024.

Dadas estas circunstan­cias, las posibilida­des de un crecimient­o global sólido en el 2024 parecen escasas. Sin embargo, hay dos maneras de mitigar las amenazas que plantea un entorno económico y geopolític­o cada vez más frágil.

En primer lugar, las autoridade­s deben lanzar grandes reformas de las políticas económicas, centrándos­e en reformas estructura­les destinadas a cultivar los motores del crecimient­o y la productivi­dad del mañana. En segundo lugar, la comunidad internacio­nal debe esforzarse más para poner fin a las atrocidade­s en Oriente Próximo antes de que el conflicto se extienda por toda la región y alimente la agitación geopolític­a más allá de ella. Sin estas intervenci­ones, los optimistas de hoy se sentirán profundame­nte decepciona­dos hacia fin de año.

MOHAMED EL-ERIAN: presidente del Queens’ College de la universida­d de Cambridge, es profesor de la Wharton school de la universida­d de Pensilvani­a y autor de “The only Game in Town: Central Banks, Instabilit­y, and eVating the next Collapse”. © Project syndicate 1995–2024

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