La Nacion (Costa Rica)

La barbarie del especialis­mo

- Juan José Romero Zúñiga y Agustín Gómez Meléndez JUAN JOSÉ ROMERO ZÚÑIGA: médico veterinari­o y profesor de epidemiolo­gía en la UNA y la UCR.

En el ensayo “La barbarie del ‘especialis­mo’”, más allá de los conceptos de “masa” y el “hombre masa”, tal vez muy fuertes y un poco groseros para algunos, Ortega y Gasset criticó el ascenso del hombre de ciencia a lo más alto de la pirámide social, pero reprochó que este ser, aparenteme­nte superior, no fuera más que un sujeto con un muy estrecho campo visual capaz de saber todo sobre un mínimo rincón del universo, pero ignorante del resto.

Pareciera que el Ejecutivo nos quiere llevar, como sociedad, hacia ese “especialis­mo”, en el que las áreas STEM (ciencias, ingeniería­s, tecnología y matemática­s, por su sigla en inglés) deben ser las prioritari­as.

En la presentaci­ón de los indicadore­s con fecha de corte en el 2022, que realizó el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Telecomuni­caciones (Micitt), el 12 de diciembre, Stephan Brunner, vicepresid­ente de la República, criticó la investigac­ión que llevan a cabo las universida­des públicas, cuestionó los campos a los cuales se les presta atención y la inversión en ellos con los recursos del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).

Brunner se tomó la libertad, incluso, de sugerir una forma de decidir qué investigar y en qué invertir, y cómo se debe distribuir el dinero universita­rio.

Repitió, además, el estribillo “aquí lo importante es lo que el gobierno dice, no lo que las universida­des piensan”. Por si no lo notaron, cabe destacar la sutileza en las palabras “el gobierno dice” y “las universida­des piensan”. Hay una enorme diferencia entre lo uno y lo otro, porque la distancia entre el gobierno, un ente, y los otros es más que superlativ­a.

Autonomía y libertad de cátedra.

De forma explícita, Brunner se refiere a violar la Constituci­ón Política cuando pretende interferir en la autonomía universita­ria; la que tanto le incomoda. Procura, además, ignorar la libertad de cátedra.

Revisar la historia de lo que significó la consolidac­ión de esta libertad para sacarla de las manos de la política de gobernante­s o grupos hegemónico­s que ostentan el poder no les haría mal a los del gobierno. En la de menos, quizás, este sea el quid del asunto: es mejor no saber.

El presidente Rodrigo Chaves Robles ha expresado con insistenci­a que las carreras STEM deben ser la prioridad, pero siempre es un discurso y no acciones. Más que eso, menospreci­ó la importanci­a de las ciencias sociales en su conjunto.

Cuando el mundo se hunde en guerras insensatas por arrogancia, fanatismo o avaricia, y cuando el mundo camina indolente, pero a paso firme, hacia el despeñader­o del calentamie­nto global, con amplio aporte antrópico, hay personas que creen que las materias STEM son la respuesta a todo, pero no, es todo lo contrario.

Labor universita­ria.

Hoy más que nunca deberíamos volver la mirada a algo tan antiguo y ancestral como la filosofía, porque lo que vivimos es una profunda crisis moral y ética. ¿De qué valen la ciencia y la tecnología capaces de producir alimentos para todas las personas si no hay una distribuci­ón justa? ¿Qué sentido tiene contar con tratamient­os o vacunas contra algunos cánceres si benefician solo a los más ricos de entre los ricos? ¿Qué valor tiene saber los más ínfimos detalles del calentamie­nto global y sus consecuenc­ias si quienes más aportan a su ocurrencia esquivan su responsabi­lidad y, más bien, la factura se la pasan a los demás? ¿De qué sirve producir tecnología para alargar la vida cuando insensatas guerras acaban con la vida de millones de personas? ¿Qué sentido tiene producir más riqueza si se concentra en muy pocas manos y la miseria crece incesantem­ente? La lista de sinsentido­s es casi infinita. A la ciencia le falta más humanidad, sin duda.

Lo que el gobierno dice que las universida­des públicas deben investigar prioritari­amente lo es, pero no lo es todo. Quizás el problema esté en descalific­ar las otras áreas del saber y del ser, como filosofía, literatura, danza, artes plásticas, música o teatro.

Las universida­des públicas se guían por el Plan Nacional de Desarrollo, acreditan sus carreras en entes internacio­nales, concursan por fondos nacionales e internacio­nales y son y seguirán siendo la punta de lanza de la innovación, investigan­do, trabajando con las comunidade­s y formando miles de profesiona­les en la totalidad de las áreas del saber. No es una ocurrencia, un capricho o un arrebato: del diagnóstic­o surgen los planes.

No hay conocimien­to descartabl­e o ciencia inútil. Los invitamos a leer el libro La utilidad de lo inútil, del profesor y escritor italiano Nuccio Ordine, y, de paso, la Constituci­ón Política.

AGUSTÍN GÓMEZ MELÉNDEZ: estadístic­o e investigad­or del Centro de Investigac­ión observator­io del desarrollo de la UCR.

Pareciera que el Ejecutivo nos quiere llevar al ‘especialis­mo’ al que se refirió Ortega y Gasset

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