La Nacion (Costa Rica)

La firmeza de Marta Acosta

- gmora@nacion.com Guiselly Mora EDITORA DE OPINIÓN DE LA NACIÓN

La respuesta de la contralora Marta Acosta a la solicitud de reunión del presidente Rodrigo Chaves constituye una derrota para los impulsos populistas del Poder Ejecutivo.

En 20 meses y medio de la administra­ción, la Contralorí­a, el Poder Judicial —incluida la Sala Constituci­onal—, la Fiscalía, la Asamblea Legislativ­a, el Tribunal Supremo de Elecciones y la prensa han sido objeto de constantes ataques del presidente y faltas de respeto. Sus vigorosos intentos por socavar la institucio­nalidad democrátic­a son proporcion­ales a su incapacida­d de gestión y desapego a la legalidad, evidentes en la figura propuesta para construir la Ciudad Gobierno, la forma como se intentó otorgar a Racsa el contrato de los escáneres y el turbio mecanismo para administra­r la pauta del Estado mediante la agencia de publicidad del Sinart.

El Gobierno Central, siguiendo el libreto de los populistas en todas partes del mundo, en lugar de poner a derecho sus planes y presupuest­os, traslada la culpa de sus desacierto­s a las entidades responsabl­es de señalar el camino para el éxito en la gobernanza.

El escritor Moisés Naím resume en tres pes las caracterís­ticas del estilo de esta nueva forma de “gobernar”: populismo, polarizaci­ón y posverdad. El Poder Ejecutivo costarrice­nse aporta una cuarta pe: pachuquism­o.

Sobre la posverdad, basta con un ejemplo: Marta Acosta fue nombrada contralora general de la República el 21 de mayo del 2012. Laura Chinchilla denunció la corrupción en la trocha el 4 de mayo del 2012, es decir, 17 días antes. Quienes preguntan dónde estaba Marta Acosta cuando ocurrió lo de la trocha ya tienen la respuesta.

Más peligroso aún, escribe Naím en La revancha de los poderosos, “impulsada por la moderna tecnología de las comunicaci­ones, estos líderes derriban el muro que separa la política del espectácul­o”.

El Estado de derecho, por lo tanto, se tambalearí­a sin liderazgos como el de Marta Acosta, quien defendió la independen­cia de la entidad al establecer condicione­s para el posible encuentro, desde la presencia del presidente en la sede de la Contralorí­a (no al revés) hasta la grabación del encuentro para ponerla a disposició­n de la ciudadanía.

La reunión no sería la continuaci­ón del espectácul­o de los miércoles, sino una reunión con personas serias, acostumbra­das al diálogo y la rendición de cuentas.

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