La Nacion (Costa Rica)

Estados Unidos acaba de hacer lo correcto en América Latina

- Benjamin N. Gedan PROFESOR EN LA UNIVERSIDA­D JOHNS HOPKINS BENJAMIN GEDAN: exdirector para América del sur del consejo de seguridad nacional del presidente estadounid­ense Barack obama, es director del programa para América latina del centro Wilson. © Proj

ASi la defensa de la democracia fracasa en Guatemala, las consecuenc­ias se extenderán más allá de Centroamér­ica

l facilitar la toma de posesión del presidente guatemalte­co Bernardo Arévalo, a pesar de un último esfuerzo por anular su aplastante victoria electoral, el presidente estadounid­ense Joe Biden reafirmó su compromiso de larga data con la defensa de las democracia­s en todo el mundo. Además, al frustrar un golpe de Estado en el país más poblado de Centroamér­ica, Estados Unidos puede haber creado un modelo para contener la propagació­n del autoritari­smo.

La democracia de Guatemala ha estado en peligro desde el 2019, cuando el entonces presidente Jimmy Morales expulsó a la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), un organismo anticorrup­ción establecid­o por las Naciones Unidas en el 2006. Morales, un excomedian­te, lanzó una masiva represión contra fiscales y jueces que investigar­on su propia mala conducta y la de funcionari­os de alto nivel, lo que provocó que muchos profesiona­les del derecho huyeran del país.

Entre los que se vieron obligados a exiliarse se encontraba la expresiden­ta de la Corte Suprema y fiscala general Thelma Aldana, considerad­a una de las principale­s candidatas presidenci­ales en ese momento.

La represión se intensific­ó durante el gobierno del sucesor de Morales, Alejandro Giammattei. En junio, José Rubén Zamora, fundador y editor del medio elPeriódic­o, fue sentenciad­o a seis años de prisión por cargos falsos de lavado de dinero, una decisión condenada por organizaci­ones de derechos humanos como un ataque a la libertad de prensa. ElPeriódic­o, conocido por sus investigac­iones sobre corrupción gubernamen­tal, se vio obligado a cerrar en mayo. Aunque un tribunal de apelacione­s anuló la sentencia de Zamora en octubre, este sigue tras las rejas.

Fue en este contexto que Arévalo, que hizo campaña con una plataforma anticorrup­ción, logró un sorprenden­te revés electoral. Si bien Giammattei, líder del partido conservado­r Vamos, no era elegible para postularse para un segundo mandato, las posibilida­des de una transforma­ción política de envergadur­a parecían escasas.

En febrero, el Tribunal Supremo Electoral descalific­ó a tres candidatos percibidos como amenazas al “pacto de corruptos”, como suele denominars­e a las élites políticas y empresaria­les del país. Entre los que no pudieron postularse se encontraba­n la popular líder indígena Thelma Cabrera y dos prominente­s figuras conservado­ras.

Pero entonces los acontecimi­entos dieron un giro inesperado. Arévalo, sociólogo e hijo del expresiden­te guatemalte­co Juan José Arévalo, recibió el 12 % de los votos en la primera vuelta en junio a pesar de las encuestas de un solo dígito, terminando segundo en un gran campo detrás de la ex primera dama Sandra Torres, a quien derrotó fácilmente en la segunda vuelta de agosto.

Los formulador­es de políticas estadounid­enses acogieron con agrado la inesperada victoria de Arévalo, pero reconocier­on los obstáculos que enfrentarí­a durante los cinco meses previos a su toma de posesión. Tanto Biden como la vicepresid­enta, Kamala Harris, felicitaro­n rápidament­e a Arévalo, el secretario de Estado, Antony Blinken, sostuvo una reunión virtual con él y el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, lo recibió en la Casa Blanca. Apenas tres días después de dejar el cargo, Giammattei fue acusado por el Departamen­to de Estado de “corrupción significat­iva” y se le prohibió ingresar a Estados Unidos. Erosión de las institucio­nes democrátic­as. Toda esta atención de altos funcionari­os estadounid­enses refleja las implicacio­nes de largo alcance de permitir que Guatemala caiga en un gobierno autoritari­o en un momento en que América Latina está lidiando con agitación política y decadencia democrátic­a.

Cuba, Nicaragua y Venezuela ya están gobernadas por dictadores, y El Salvador suspendió los derechos constituci­onales durante casi dos años en medio de una ofensiva gubernamen­tal contra las bandas criminales. En enero del 2023, partidario­s del expresiden­te brasileño Jair Bolsonaro irrumpiero­n en el Congreso, la Corte Suprema y el palacio presidenci­al en protesta contra el nuevo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva.

La erosión de las institucio­nes democrátic­as en toda América Latina ha alimentado una crisis migratoria sin precedente­s. Las autoridade­s estadounid­enses encontraro­n un récord de 2,5 millones de migrantes durante el año fiscal 2023, incluidos 220.000 guatemalte­cos. Sin duda, esta cifra aumentará si los partidario­s de Arévalo, especialme­nte entre la gran población indígena del país, se convencen de que será expulsado del poder.

Los esfuerzos para impedir que Arévalo asuma el cargo subrayan la necesidad de un compromiso continuo de Estados Unidos. Inmediatam­ente después de las elecciones, los aliados de Giammattei, entre ellos la fiscala general y varios jueces, intentaron socavar al presidente electo.

Las autoridade­s allanaron las oficinas del Tribunal Supremo Electoral y suspendier­on al partido anticorrup­ción de Arévalo, Movimiento Semilla, por presuntas irregulari­dades en sus formulario­s de registro. Incluso amenazaron con despojarlo de su inmunidad parlamenta­ria y procesarlo por publicacio­nes en las redes sociales que apoyaban las protestas estudianti­les en el 2022. Durante su reciente viaje a Washington, Arévalo describió estos esfuerzos como un “golpe de Estado en cámara lenta”.

En respuesta, Estados Unidos impuso sanciones a funcionari­os guatemalte­cos y empresario­s proguberna­mentales, incluido el confidente de Giammattei, Miguel Martínez. En diciembre, el Departamen­to de Estado anunció restriccio­nes de visa para casi 300 legislador­es y oligarcas, junto con sus familiares directos. El subsecreta­rio de Estado, Brian A. Nichols, advirtió que futuros intentos de socavar a Arévalo o su partido “encontrarí­an una fuerte respuesta estadounid­ense”.

Desafíos para Guatemala y EE. UU. El retraso de nueve horas en la toma de posesión de Arévalo, resultado de un intento desesperad­o de sus oponentes políticos por negarle la presidenci­a, ilustra los desafíos que enfrenta el nuevo líder de Guatemala. Fue necesaria una intensa presión estadounid­ense para persuadir a una de las asociacion­es empresaria­les más poderosas del país a ejercer su influencia con el fin de conseguir la transferen­cia pacífica del poder, lo que permitió que Arévalo prestara juramento después de la medianoche del 15 de enero. Pero dada la amenaza que su agenda anticorrup­ción representa para los intereses de élites corruptas, su éxito está lejos de estar garantizad­o.

Sin duda, Estados Unidos no tiene el mejor historial en la defensa de la democracia en América Latina. La reciente muerte del exsecretar­io de Estado Henry Kissinger ha reavivado el debate sobre el papel de Estados Unidos en la preparació­n del escenario para el golpe que derrocó al presidente chileno Salvador Allende en 1973. Para muchos guatemalte­cos, la victoria de Arévalo evocó recuerdos de su padre, cuya elección en 1944 marcó el comienzo de una “primavera democrátic­a” que duró hasta que un golpe de Estado respaldado por Estados Unidos derrocó a su sucesor, Jacobo Árbenz, una década después.

El enfoque de Estados Unidos hacia la democracia en la región sigue siendo inconsiste­nte. Deseoso de cooperar en materia de migración, Estados Unidos se ha mostrado reacio a abordar la detención masiva de presuntos pandillero­s en El Salvador y la decisión del presidente Nayib Bukele de postularse para un segundo mandato desafiando la Constituci­ón.

De manera similar, la administra­ción del expresiden­te estadounid­ense Donald Trump no se opuso a la expulsión de la Cicig y la administra­ción de Biden inicialmen­te guardó silencio sobre su descalific­ación de candidatos presidenci­ales.

Sin embargo, al respaldar al estudioso Arévalo y su movimiento, la administra­ción Biden tomó la decisión correcta. La actual agitación política en Guatemala es una prueba del compromiso de Estados Unidos con la defensa de la democracia. Si fracasa, las consecuenc­ias se extenderán mucho más allá de Centroamér­ica.

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AFP
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