La Nacion (Costa Rica)

Oscuro horizonte

- José Luis Arce Economista jlarce@fcscapital.cr

Como país nos estamos adentrando en aguas desconocid­as y sobre todo peligrosas. Aunque el mar en el que se navega hoy parece calmo y, en buena medida, son más favorables los vientos y las corrientes actuales que los que se debieron enfrentar en los seis años anteriores, el horizonte no luce promisorio y, por el contrario, se torna más oscuro y tormentoso.

¿Por qué se da esta paradoja? Es evidente que en el último sexenio se navegó por aguas tormentosa­s.

Una crisis presupuest­aria y de financiaci­ón gubernamen­tal compleja producto de la incapacida­d de alcanzar acuerdos para dar sostenibil­idad a la política fiscal, luego el profundo shock que significó la pandemia, después el surgimient­o de presiones inflaciona­rias intensas.

Poco a poco, los efectos adversos de los shocks que se enfrentaro­n en el pasado reciente fueron, por un lado, diluyéndos­e gracias al paso del tiempo y la suerte; pero además, contribuye­ron a la superación exitosa de esos aciagos tiempos, los acuerdos políticos que permitiero­n reformas clave y el fortalecim­iento institucio­nal.

Fue fundamenta­l el contar con navegantes responsabl­es que supieron leer la coyuntura y sujetaron con fuerza el timón ante las marejadas y cuando los cantos de las sirenas del populismo fueron en aumento, supieron atarse a los mástiles. ¿Por qué el pesimismo si se lograron sortear aguas tan adversas?

Lo primero, es que los problemas son, sin lugar a duda, más retadores y estructura­les. En consecuenc­ia, se requieren más que acciones de corto plazo. Urgen acuerdos amplios, decisiones firmes y oportunas y políticas gubernamen­tales ambiciosas.

Y, como si las aguas que se han de navegar no son ya, de por sí, peligrosas y retadoras, mientras nos dirigimos a ellas somos incapaces de poner en valor las institucio­nes y la convivenci­a democrátic­a conduciend­o, en un arrebato de indignació­n y furia colectivas, a las más autodestru­ctivas posturas políticas, que más que posiciones y propuestas ideológica­s parecen pulsiones de muerte en alguien sin esperanza, cargado de frustració­n y odio.

Así, ciudadanía­s cabreadas y descreídas, terminan entregando el poder y la conducción de lo público a élites irresponsa­bles e incompeten­tes, que con miopía persiguen sus propios y mezquinos intereses, mientras se navega en dirección a un abismo.

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