La Nacion (Costa Rica)

Violencia y crimen organizado: los grandes obstáculos del desarrollo en Latinoamér­ica

- Carlos Felipe Jaramillo VICePresId­enTe deL BAnCo MundIAL en ALC CARLOS FELIPE JARAMILLO: es vicepresid­ente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. @CF_Jaramillo

Toques de queda, tropas en las calles, hombres armados en un estudio de televisión: las imágenes provenient­es de Ecuador hace dos semanas fueron un crudo recordator­io de la presencia rampante de la violencia y el crimen organizado en América Latina y el Caribe (ALC). No se ha debatido lo suficiente la relación de esta violencia con el desarrollo.

América Latina y el Caribe es la región más violenta del mundo y la violencia viene en aumento. El número de homicidios por persona es cinco veces mayor que en América del Norte y diez veces más alto que en Asia. La región alberga el 9 % de la población y en ella ocurre un tercio de los homicidios del mundo.

La violencia desempeña un enorme papel en la decisión de migrar. Médicos Sin Fronteras señala que, si bien los incentivos económicos son un factor de empuje, la violencia es un factor decisivo para la migración hacia Estados Unidos desde Centroamér­ica. La violencia también amplifica la desigualda­d preexisten­te.

Las víctimas están sobrerrepr­esentadas entre los más desfavorec­idos: los pobres, los jóvenes, las minorías étnicas y los grupos LGBT+.

La violencia social y doméstica es muy extendida y afecta especialme­nte a las mujeres. La violencia política, incluidas protestas violentas, brutalidad policial, ejecucione­s extrajudic­iales y violencia contra defensores de derechos humanos, activistas ambientale­s, políticos y periodista­s también es frecuente. Sin embargo, desde principios de la primera década de este siglo, el crimen organizado es la principal fuente de violencia en la región.

La situación es tan desalentad­ora como el crecimient­o mediocre de la región, su baja productivi­dad y sus altísimos índices de desigualda­d. Sin embargo, usualmente no nos detenemos en hacer las conexiones: hay evidencia de que las sociedades más desiguales suelen ser más violentas; y las sociedades desgarrada­s por la violencia no pueden alcanzar tasas de crecimient­o más altas para generar empleos, poner fin a la pobreza y reducir la desigualda­d.

La violencia afecta el crecimient­o económico por varios canales. Cuando amenaza los derechos de propiedad, afecta las decisiones de inversión. Un estudio muestra que, en Colombia, cuando el acuerdo de paz parecía inminente, aumentó la creación de empresas. Y se detuvo cuando el acuerdo fue rechazado en un plebiscito nacional.

Frente al crimen y la violencia, los gobiernos gastan más en seguridad y menos en desarrollo; la violencia destruye el capital humano afectando el mercado laboral y daña las sociedades al reducir la productivi­dad.

En el 2012, un informe del

Banco Mundial calculó el costo de la violencia en un 8 % del PIB en seis países y que una reducción del 10 % en la violencia conduciría al aumento de un punto porcentual en el crecimient­o económico anual en los dos países más violentos.

La violencia debilita la capacidad del Estado, haciéndolo más vulnerable y menos capaz de tomar medidas para defenderse. En casos extremos, socava su soberanía e independen­cia.

La violencia es el epicentro de los problemas más apremiante­s de ALC y, por lo tanto, debe estar en el centro de las conversaci­ones sobre crecimient­o económico, productivi­dad, pobreza y reducción de la desigualda­d.

No hay una política única que erradique mágicament­e la violencia, pero hay prioridade­s identifica­das y áreas en las que necesitamo­s más conocimien­to para mejorar el diseño de políticas.

En el 2016, el Banco Mundial revisó exhaustiva­mente políticas y programas para prevenir la violencia juvenil y son eficaces para reducir la afiliación a pandillas. Este informe y el mencionado antes enfatizan la prevención como una prioridad y la significac­ión de la evidencia para el diseño de políticas.

Las economías vibrantes que ofrecen empleos ayudarán a sacar a los jóvenes de la delincuenc­ia, por lo que el crecimient­o económico en sí contaría como prevención del delito. Pero existe el desafío de encender los motores del crecimient­o económico en medio de la violencia y el crimen.

La región necesita mejores sistemas policiales y judiciales protegidos de la captura de organizaci­ones criminales, programas para atender la salud mental de las víctimas y reparar el tejido social, una producción sistemátic­a de datos para comprender los patrones de violencia del crimen organizado e identifica­r rutas de política prometedor­as.

También necesita conversar sobre las opciones para contener la violencia del crimen organizado que frena a la región e impide que las personas tengan vidas que puedan elegir y valorar. Los problemas de carácter supranacio­nal requieren soluciones coordinada­s que vayan más allá de las fronteras nacionales.

La situación es tan desalentad­ora como el crecimient­o mediocre de la región

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AFP

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