Especialistas en alerta por microplásticos en la Antártida
En el frágil y distante ecosistema de la Antártida, el investigador Paulo Tigreros sumerge una red para recolectar partículas diminutas. Él comprende que la presencia de microplásticos en uno de los rincones mejor conservados del mundo sirve como un termómetro de la contaminación global.
La malla retiene sólidos que flotan en el estrecho de Gerlache, canal natural de unos 160 kilómetros de longitud que se presume a salvo del deterioro ambiental que afecta al resto de la Tierra.
El biólogo marino, junto a otros investigadores, sospecha que estas partículas pudieron llegar a la Antártida de diversas maneras, ya que en esos océanos se ha comprobado la presencia de microplásticos debido a la mala gestión de los desechos.
Estos diminutos contaminantes son fabricados inicialmente en tamaños minúsculos o resultan de la degradación física y química de objetos de plástico que tardan siglos en descomponerse.
“Pensamos que la Antártida es un continente totalmente alejado”, pero “está reflejando la problemática ambiental” del planeta, añadió el experto Jorge Lozano.
Mientras, Tigreros lamenta que los desechos ya sean “omnipresentes” en los océanos, pues sus efectos pueden ser letales para los animales y los ecosistemas.
Por su lado, el Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas alerta de que esas partículas podrían empeorar las condiciones al “reducir la reflectancia del hielo, alterar la rugosidad de la superficie, estimular la actividad microbiana y actuar como aislante térmico”.