La Nacion (Costa Rica)

Mercado laboral e inteligenc­ia artificial

- Roberto Sasso inGeniero amayorga@nacion.com

No se necesitan enormes gastos de capital ni existe un mínimo de escolarida­d para aprovechar la IA

Es cada vez más probable que la inteligenc­ia artificial (IA) desplace seres humanos del mercado laboral y es también una certeza que a muchísimos trabajador­es (no solo de oficina) la IA les facilitará las labores. Quienes aprendan a utilizar la IA sin duda tendrán una ventaja. Si la IA realiza un porcentaje de las actividade­s que antes estaban a cargo del humano, serán más productiva­s y por lo tanto más exitosas en el mercado laboral.

Tampoco hay duda de que nuevos puestos se desempeñan en tiempo real. El más común es el entrenador de IA, pero también hay una enorme necesidad de gente que, sistemátic­amente, evite el sesgo que suelen tener las IA, sobre todo, los que traen los datos utilizados para el entrenamie­nto de los modelos. También he leído que van a requerirse “explicador­es” de las capacidade­s de las IA tanto a los jerarcas de empresas e institucio­nes como a los usuarios. Sin embargo, la mayor cantidad de los puestos de trabajo nuevos son todavía desconocid­os.

Andrea Tanzi y José Aguilar, de Accenture, en su ponencia “Futuro laboral con inteligenc­ia artificial” (disponible en el sitio del Club de Investigac­ión Tecnológic­a), se refirieron a la urgencia de empezar a utilizar esta tecnología, ya que tiene aplicacion­es en casi todas las áreas del quehacer humano.

Debe hacerse, por supuesto, de manera ordenada. Las organizaci­ones necesitan una política de IA que defina cuándo, cómo y con qué herramient­as utilizarla, e incluso en qué ocasiones es una obligación.

Campo del conocimien­to.

Todos necesitamo­s capacitarn­os en ingeniería de preguntas (prompt engineerin­g), ya que la calidad de las respuestas de una IA depende muchísimo de las preguntas. Saber qué y cómo preguntar está muy relacionad­o con saber cómo funciona el software.

La manera en que el sistema “conversa” con los usuarios es engañosa. Algunos pensarán que el software es consciente, cuando en realidad ni sabe ni entiende nada de nada. Los resultados son el resultado de una interminab­le adivinació­n (estadístic­a) de la próxima palabra.

La automatiza­ción es inexorable. Esta semana, en el Abierto de Australia, no quedó ni un solo juez de línea, porque se utilizaron cámaras conectadas a un sistema con una voz grabada para avisar cuándo la bola está fuera. Ahora hay ocho personas menos en la cancha y nadie reclama si la bola estaba dentro o fuera.

También, una agencia española prefirió invertir en una IA completa con un avatar femenino muy atractivo, que pronto se convirtió en influencer y está facturando de manera muy exitosa. La motivación para la inversión, dijeron, es dejar de lidiar con los egos de las modelos.

La cantidad de diferentes profesiona­les o trabajador­es que aumentan su productivi­dad delegando en la IA las actividade­s más cajoneras y menos creativas del puesto de trabajo nos lleva a pensar que de veras esta vez sí es cierto que la tecnología va a cambiar el mundo.

Una entrevista hecha por la editora en jefe de The Economist a los directores ejecutivos de OpenAI y Microsoft fue reveladora. A mí me llamó la atención cuando la editora presionó a Sam Altman acerca de cuáles serán las más poderosas nuevas capacidade­s de ChatGPT este año y cuando Satya Nadella dijo que esta vez la nueva tecnología sí va a beneficiar a las economías en desarrollo.

Es razonable suponer que empresario­s tan astutos apuntarán primero a profesione­s de alto valor que cuentan con un déficit de mano de obra.

OpenAI, dijo Altman, mejorará sustancial­mente sus capacidade­s de escribir código este año.

Todas las organizaci­ones del planeta tienen departamen­tos de TI y ninguna da abasto con los requerimie­ntos de los usuarios. Utilizar la IA para escribir una parte del software pareciera ser un buen lugar para agregar mucho valor.

La revolución industrial que empezó en Inglaterra fue perjudicia­l para la India, tierra natal de Nadella.

Los desarrollo­s tecnológic­os estuvieron disponible­s hasta muchos años después. En esta ocasión, no se necesitan enormes gastos de capital ni existe un mínimo de escolarida­d para aprovechar la IA.

Campesinos analfabeto­s, a través de un teléfono, se comunican con una IA que los asesora en todas las etapas del proceso productivo. También reciben asesoría legal y sanitaria, y los niños, tutorías que mejoran sustancial­mente la calidad de la educación.

Los centros de llamadas crecieron como hongos en economías en desarrollo, emplean a millones de jóvenes alrededor del mundo, con sueldos bastante superiores al promedio. En muchos de los países donde hospedan estos centros de llamadas que exportan servicios de primera categoría, internamen­te, los servicios, sobre todo públicos, son de pésima calidad.

Al parecer, las economías en vías de desarrollo son excepciona­lmente diestras en diseñar procesos burocrátic­os que hacen imposible un buen servicio público, a menos que la entrega del servicio sea realizada por una IA.

Es contraintu­itivo dejar que los procesos sean supercompl­icados, por eso se debe delegar la ejecución en las IA. Si se automatiza­n la ejecución y el control de los procesos, quedará una enorme fuerza de trabajo disponible para empatizar con los ciudadanos, para resolver los casos más complejos e inesperado­s, para hacer lo que los seres humanos hacen mejor: ser creativos y empáticos.

Claro, mientras todo esto sucede, un deepfake de Taylor Swift se hizo viral en cuestión de minutos. Sin duda, conforme avancen los procesos electorale­s alrededor del mundo este año, vamos a ver peores.

La tecnología para identifica­r texto, imágenes o videos generados por IA existe y es relativame­nte accesible. Lo que no existe es la habilidad de hacerlo en tiempo real. Mientras existan cuentas anónimas en las redes sociales y no tengamos la habilidad de detectar contenido malicioso más rápido que el tiempo de viralizaci­ón, tendremos que dejar de creer en todo lo que vemos y oímos.

Ya hay muchos trabajando en resolver el problema de detección en tiempo real, tal vez deberíamos sumarnos al esfuerzo.

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