La Nacion (Costa Rica)

Influencia artificial

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D el amor al odio hay un paso. La consabida frase describe desde tiempos inmemorial­es lo frágil que son las relaciones humanas. Hoy somos aliados, mañana enemigos, ya sea por pequeñeces o por ligerezas en lo que creemos.

Esa es la naturaleza humana. Somos criaturas orgánicas, plenas de egos o individual­idades, de eso que llaman alma y conciencia. Somos proteína y carbohidra­tos, pero sobre todo somos una forma de vida muy particular y posiblemen­te única en el universo, de agua pensante y sensible.

Nuestra más que proclamada inteligenc­ia nos permite construir máquinas, artificios electrónic­os que, según sus creadores, son capaces de pensar, de aprender cosas nuevas, de tomar decisiones racionales y otras acciones. A esas maravillas de nuestro tiempo les hemos denominado inteligenc­ia artificial (IA).

Como sea, se trata de aparatos, subterfugi­os, procesos encadenado­s en nubes de informació­n, programas con creadores de carne y hueso, o por lo menos eso suponemos.

En tal caso, las IA no podrían, o no deberían, ser más inteligent­es que sus creadores o programado­res, si por inteligenc­ia entendemos la capacidad humana de entender, analizar, deducir, matematiza­r, procesar, integrar y, en general, conciliar su medio con la naturaleza misma de lo que es humano.

Hasta donde sé de la materia, y en realidad es poco, las IA no sienten, no sueñan, no padecen problemas estomacale­s, no comen, ni les da jaqueca. Hasta donde sé, las IA no tienen sexo, ni aman, ni les da frío o calor, no reflexiona­n sobre la esencia del ser ni cavilan sobre la muerte y la razón de la existencia.

Esto nos hace a los humanos maravillos­amente diferentes de las máquinas, ya que tenemos, como especie que piensa (Homo sapiens), rarezas, ignorancia o fanatismos.

Entre nosotros abunda la estupidez, la discrimina­ción, la intoleranc­ia y el egoísmo, pero también la esperanza, la solidarida­d, la confianza, la bondad, la amistad, la simpatía, la antipatía, la concordia, la enemistad, el amor y el odio, en fin, todos aquellos sentimient­os que, hasta donde alcanza mi escaso entendimie­nto de estas tecnología­s, no poseen las hoy famosas IA.

Mi pensamient­o me lleva al avatar español creado con inteligenc­ia artificial que tiene miles de seguidores, admiradore­s y quizá, enamorados. Una creación virtual que modela y es, como dicen los expertos en este campo, un fenómeno viral.

Miles de nuestros especímene­s dedican muchas horas a ver lo que hace, no hace, dice o no dice, se pone o se quita. ¿Cuántos enamorados tendrá Siri? ¿Cuántas IA vendrán con discursos hitleriano­s, xenófobos, racistas, satánicos y todo aquello que hemos inventado los inteligent­es humanos a lo largo de la historia, y conducirán a grandes masas de seres humanos, con naturaleza y necesidade­s humanas, supuestame­nte pensantes, hasta convertirl­os con poco esfuerzo en estultos al servicio de quién sabe con qué propósitos?

Las inteligenc­ias artificial­es no deberían ser más inteligent­es que sus creadores, en teoría

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CrÉdITo: ToMAdA de @fIT_AITANA Aitana López, creada con IA por una agencia de modelos.

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