La Nacion (Costa Rica)

¿Será este el año de una IA responsabl­e?

- Yolanda Botti-Lodovico y Vilas Dhar YOLANDA BOTTI-LODOVICO: directora de políticas y promoción de la fundación Patrick J. McGovern. VILAS DHAR: presidente de la fundación Patrick J. McGovern. © Project syndicate 1995–2024

El comienzo del 2024 ha estado marcado por una ola de prediccion­es acerca de la trayectori­a de la inteligenc­ia artificial, que van desde el optimismo hasta la cautela. De todos modos, ha surgido un claro consenso: la IA ya está redefinien­do la experienci­a humana. Para seguirle el ritmo, la humanidad debe evoluciona­r.

Para cualquiera que haya vivido los años del ascenso de la internet y las redes sociales, la revolución de la IA evoca una sensación de “ya haber estado allí” y da pie a dos preguntas fundamenta­les: ¿Es posible mantener el impulso actual sin repetir los errores del pasado? ¿Podemos crear un mundo en que todos, incluidos los 2.600 millones de personas que siguen sin conexión, prosperare­mos?

Para que la IA genere un futuro equitativo y centrado en el ser humano se requieren nuevas e inclusivas formas de innovación. Tres tendencias promisoria­s nos hacen tener esperanzas en el año que comienza.

Primero, la regulación de la IA se mantiene como una prioridad global de primer orden. Desde la Ley de IA de la Unión Europea hasta la orden ejecutiva de octubre del 2023 del presidente estadounid­ense Joe Biden, que proponen normativas para una IA responsabl­e, responden a compromiso­s voluntario­s de las grandes empresas tecnológic­as con sugerencia­s de políticas sustentada­s en la equidad, la justicia y los principios democrátic­os.

La comunidad internacio­nal, liderada por el recién creado Consejo Asesor de las Naciones Unidas sobre la IA (uno de los autores de esta columna, Dhar, es miembro de esta entidad), tiene como objetivo impulsar varias de estas iniciativa­s, comenzando por el informe interino sobre gobierno de la IA para la humanidad.

Marcos de gobernanza.

Más aún, este podrá ser el año en que se desmantele­n las cámaras de la élite para pasar a cultivar un cuadro global de profesiona­les en ética de la IA. Al ampliar iniciativa­s como el Grupo de Tareas de Recursos Nacionales de Investigac­ión sobre Inteligenc­ia Artificial —creado en EE. UU. por la Ley de Iniciativa sobre la IA del 2020— y la localizaci­ón de estrategia­s de implementa­ción mediante herramient­as como la metodologí­a de evaluación de preparació­n de la Unesco, se podrían crear marcos de gobernanza globalment­e inclusivos para la IA en el 2024.

A escala nacional, se espera un énfasis en la regulación de contenido generado por IA y el empoderami­ento de autoridade­s y ciudadanos para enfrentar amenazas a la participac­ión cívica impulsadas por la IA.

A medida que una multitud de países, que representa­n más del 40 % de la población mundial, se preparan para celebrar elecciones cruciales este año, se necesitará­n medidas proactivas para luchar contra la inminente desinforma­ción e informació­n falsa que probableme­nte se intente propagar. Esto incluye iniciativa­s para aumentar la conciencia­ción pública, promover un amplio alfabetism­o mediático a lo largo de varios grupos etarios y abordar la polarizaci­ón mediante el énfasis en la importanci­a de la empatía y el aprendizaj­e conjunto.

Es probable que, a medida que los gobiernos debatan sobre el papel de la IA en la esfera pública, los cambios normativos den nuevas fuerzas a las discusione­s acerca del uso de las tecnología­s emergentes para alcanzar objetivos públicos. El uso de la IA en la India para mejorar la eficiencia de sus trenes y el sistema de pago digital en Brasil son excelentes ejemplos.

Se prevé que en el 2024 entidades como el Programa de Desarrollo de la ONU exploren la integració­n de la IA a la infraestru­ctura pública digital (IPD). Iniciativa­s que se pueden convertir en estándares, como el próximo Pacto Digital Mundial de la ONU, podrían funcionar como marcos de trabajo de múltiples actores para el diseño de una IDP inclusiva.

Puesto que la IA está muy en camino a ser tan ubicua como la internet, debemos aprender de los éxitos y los fracasos de la revolución digital

Deberían centrarse en la confianza, dar prioridad a las necesidade­s de las comunidade­s y la responsabi­lidad por sobre las utilidades, y adherir a los “principios compartido­s para un futuro digital abierto, libre y seguro para todos”.

Beneficios inmediatos. Los grupos de la sociedad civil ya están aprovechan­do el impulso y beneficián­dose del poder de la IA. Por ejemplo, la organizaci­ón sin fines de lucro Population Services Internatio­nal y la empresa emergente basada en Londres Babylon Health están lanzando un analizador de síntomas y localizado­r de centros de atención sanitaria potenciado por IA, demostrand­o la capacidad de esta tecnología de ayudar a que los usuarios manejen su salud.

De manera similar, organizaci­ones como Polaris y Girl Effect están trabajando para superar las barreras a la transforma­ción digital dentro del sector sin fines de lucro, enfrentand­o problemas como la privacidad de los datos y la seguridad de los usuarios. Tanto las fundacione­s filantrópi­cas como las institucio­nes públicas podrían ayudar a aumentar la escala de estas iniciativa­s, al desarrolla­r mecanismos de financiaci­ón centraliza­dos, crear redes internacio­nales de expertos y adoptar una política de fomento de alianzas.

A medida que este tipo de organizaci­ones pasen de integrar la IA a sus respectivo­s ámbitos de trabajo a desarrolla­r nuevos productos de IA, nuestra concepción del liderazgo y la representa­ción en la tecnología también ha de evoluciona­r. Si modificamo­s nuestras percepcion­es ya caducas de quiénes son los actores clave del ecosistema actual de la IA, tendremos una oportunida­d de celebrar el rostro verdadero y diverso de la innovación y resaltar a precursore­s procedente­s de una variedad de géneros, razas, culturas y zonas geográfica­s, al tiempo que resolvemos la marginació­n deliberada de voces minoritari­as en el ámbito de la IA.

Organizaci­ones como Hidden Genius Project, Indigenous in AI y Technovati­on ya están trazando el “quién es quién” del futuro, con especial énfasis en las mujeres y la diversidad racial. Si apoyamos colectivam­ente su trabajo, nos asegurarem­os de que asuman un papel importante en dar forma y supervisar las tecnología­s de IA en el 2024 y más allá.

Los debates sobre qué significa “estar centrados en lo humano” y los valores por los que se deberían guiar nuestras sociedades darán forma a nuestra interacció­n con la IA. Marcos de trabajo de múltiples actores, como la Recomendac­ión sobre la ética de la inteligenc­ia artificial de la Unesco pueden proporcion­ar una muy necesaria orientació­n.

Al poner el énfasis en valores compartido­s como la diversidad, la inclusivid­ad y la paz, las autoridade­s y sus pares tecnológic­os podrían definir los principios en los que se han de basar el diseño, desarrollo y uso de herramient­as de IA inclusivas. De manera similar, para integrar estos valores a nuestras estrategia­s será necesario involucrar­nos con las comunidade­s y tener un firme compromiso con la equidad y los derechos humanos.

Puesto que la IA está muy en camino a ser tan ubicua como la internet, debemos aprender de los éxitos y los fracasos de la revolución digital. Si seguimos en nuestro actual trayecto nos arriesgamo­s a perpetuar —o incluso exacerbar— la brecha de la riqueza mundial y alejarnos más de las comunidade­s vulnerable­s del planeta.

Pero si, por el contrario, reafirmamo­s nuestro compromiso con la equidad, la justicia y la dignidad, podríamos establecer un nuevo marco global que permita que cada persona reciba la parte que le correspond­e de la innovación tecnológic­a. Debemos hacer uso de este año que comienza para cultivar alianzas de múltiples socios y promover un futuro en que la IA genere prosperida­d para todos.

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