La Nacion (Costa Rica)

Buenas noticias desde Taiwán

- Ana Palacio ANA PALACIO: fue ministra de Asuntos exteriores de españa y vicepresid­enta sénior y consejera jurídica general del Grupo banco Mundial. © Project syndicate 1995–2024

Los medios internacio­nales están repletos de anuncios sobre la decadencia de Occidente. Se nos advierte de que las institucio­nes que fundamenta­n el orden internacio­nal basado en reglas desde el final de la Segunda Guerra Mundial están al borde del colapso y que se han erosionado los principios que sustentan nuestras sociedades.

No son afirmacion­es infundadas; hay muchas razones para considerar­las acertadas. Pero es demasiado pronto para declarar el ocaso de Occidente, y más aún de la democracia. Por lo menos, deberíamos esperar a ver qué sucede en el transcurso de este año: se celebrarán elecciones en países que representa­n la mitad de la población mundial.

Entre las votaciones ya celebradas, las recientes presidenci­ales y legislativ­as en Taiwán son las más significat­ivas. Dado el papel de la isla en la rivalidad chino-estadounid­ense (que puede verse como una batalla entre democracia y autocracia), el resultado podría leerse como un reverdecim­iento del sistema. Sería una buena noticia. A pesar de que el Partido Demócrata Progresist­a perdió la mayoría parlamenta­ria ante el Partido Nacionalis­ta Chino (Kuomintang, o KMT), los votantes taiwaneses eligieron al candidato del PDP, Lai Ching-te (también llamado William Lai), presidente. De este modo, reafirmaro­n preferir mantener un gobierno democrátic­o y estrechar vínculos con el mundo (en particular con Occidente) antes que someterse a China (y en definitiva, a la reunificac­ión).

La contraried­ad de Pekín con la victoria de Lai era previsible. El año pasado, cuando el entonces vicepresid­ente Lai visitó Estados Unidos, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino se refirió a él como un “nada más que un alborotado­r” que “se adhiere tercamente a la postura separatist­a de la independen­cia taiwanesa”. Tras observar los resultados, los funcionari­os chinos han advertido que, como presidente, Lai supone un “grave peligro” para la relación entre la isla y el continente.

Resulta igualmente preocupant­e que, mientras el PDP describía la celebració­n electoral como un enfrentami­ento entre democracia y autocracia, el KMT las presentó como una decisión entre la guerra y la paz. Y en la víspera de la votación, un portavoz del Ministerio de Defensa chino prometió tomar “todas las medidas necesarias” para “aplastar” los planes separatist­as “de cualquier forma”.

Ahora cunde el temor de que tras los resultados, China

busque la reunificac­ión —que el presidente chino Xi Jinping considera “históricam­ente inevitable”— con más firmeza, incluso mediante una invasión militar de la isla.

Dado el papel de la isla en la rivalidad chinoestad­ounidense, el resultado podría leerse como un reverdecim­iento del sistema

Grandes consecuenc­ias.

Los problemas económicos actuales de China (entre ellos el crecimient­o ralentizad­o, el aumento del desempleo juvenil, la caída de la inversión extranjera y de las exportacio­nes, la turbulenta situación del mercado inmobiliar­io y las tendencias deflaciona­rias) se presentan para sostener esta tesis. Como bien sabe el presidente ruso Vladímir Putin —entre otros—, una cruzada nacionalis­ta es lo que más distrae a la gente del deterioro del nivel de vida.

Una reunificac­ión por la fuerza tendría grandes consecuenc­ias. En primer lugar, alteraría el frágil equilibrio de la rivalidad chino-estadounid­ense. Estados Unidos mantiene, desde hace tiempo, una política de “ambigüedad estratégic­a” de cara a Taiwán, pero si China invadiera la isla, tendría que tomar partido: o dejar que China se salga con la suya o defender a Taiwán contra las fuerzas chinas, provocando un peligroso choque entre las dos mayores potencias militares del mundo.

También están las implicacio­nes económicas. El estrecho de Taiwán es fundamenta­l para el comercio marítimo internacio­nal: el año pasado, lo atravesó el 88 % de los portaconte­nedores de gran tamaño. Además, Taiwán produce más del 60 % de los semiconduc­tores y más del 90 % de los chips de tecnología avanzada. Con base en estos datos, Bloomberg calcula que un enfrentami­ento sobre Taiwán costaría al mundo unos diez billones de dólares, es decir, el 10 % del PIB (mucho más que la crisis financiera global del 2008, la pandemia de covid-19 o la guerra en Ucrania).

Afortunada­mente, apenas hay motivos para creer que la victoria electoral de Lai desencaden­e una invasión china. De hecho, hasta ahora, Xi ha preferido guardar silencio ante el resultado. Quizá haya decidido limitar la retórica belicista hacia Taiwán durante la campaña presidenci­al en Estados Unidos, esperando hasta ver los resultados de noviembre: esta semana, China ha sugerido que un victorioso Trump podría dejar de apoyar el estatus actual de la isla.

Cautela. Los líderes Occidental­es han respondido a los comicios taiwaneses con suma cautela. Mientras el secretario de Estado estadounid­ense, Antony Blinken, felicitaba a los habitantes de la isla por “demostrar la fortaleza de su sólido sistema democrátic­o y de su proceso electoral”, el presidente Joe Biden reiteró que Estados Unidos no está a favor de la independen­cia.

Asimismo, el Ministerio de Exteriores alemán publicó una declaració­n donde señaló “lo mucho que los votantes (taiwaneses) aprecian los valores democrátic­os” y expresa el deseo de explorar su relación con la isla, pero sólo “dentro del marco” de la política de reconocimi­ento de una sola China. Entretanto, el Ministerio de Exteriores francés señaló que las “elecciones libres” han mostrado “lo profundame­nte arraigada que está la democracia en Taiwán”, sin mencionar a Lai por su nombre.

Pero incluso estas respuestas tan medidas podrían irritar a China: el Partido Comunista de China (PCCh) siempre ha reiterado que la democracia liberal es incompatib­le con la cultura china. En este sentido, un Taiwán próspero y democrátic­o es la peor pesadilla del PCCh. Y, como han destacado los líderes occidental­es, un Taiwán próspero y democrátic­o es precisamen­te lo que tenemos hoy.

Cabe destacar que Taiwán es una joven democracia: la primera elección presidenci­al en la isla se celebró en 1996, tras cuatro décadas de ley marcial bajo el KMT. Taiwán se considera actualment­e una de las tres únicas democracia­s consolidad­as en Asia, junto con Japón y Corea del Sur.

Las recientes elecciones en Taiwán reafirmaro­n los valores democrátic­os liberales bajo ataque en gran parte del mundo; resultaron en un rechazo tajante a la alternativ­a. Como apuntó Lai en su discurso de victoria, Taiwán “seguirá caminando junto a las demás democracia­s del mundo”. Y si las elecciones de este año en otros países arrojan resultados similares, la isla estará bien acompañada.

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