La Nacion (Costa Rica)

¿Nos ha superado la policrisis?

- MARK LEONARD: director del Consejo europeo de relaciones exteriores y autor de “The age of Unpeace: How Connectivi­ty Causes Conflict” (la era del desasosieg­o: cómo la conectivid­ad causa conflictos). © Project Syndicate 1995–2024 CIeNTÍfICo PolÍTICo Mark L

El Foro Económico Mundial realizado en Davos este año fue incluso más agotador y desconcert­ante que lo habitual. A los políticos les encanta decir que nunca hay que desperdici­ar una crisis, pero también ellos parecían superados por la agenda de una conferenci­a que apuntaba a captar todas las implicacio­nes de la “policrisis” actual.

No se trata solo de problemas individual­es que se hacen más difíciles de solucionar cuando hay muchos de ellos, sino también del hecho de que las actuales crisis se están retroalime­ntando cada vez más, compitiend­o entre ellas por que se les preste atención.

Con el trasfondo de las crecientes tensiones geopolític­as y el conflicto en Oriente Próximo, los ataques hutíes a las naves de transporte que intentan circular por el mar Rojo se han convertido en una fuente de preocupaci­ón para la economía global. Para empeorar las cosas, la sequía en América Central, subproduct­o de patrones climáticos cíclicos y los efectos a largo plazo del cambio climático, limitan al mismo tiempo la circulació­n por el canal de Panamá.

En Gaza, las consecuenc­ias humanitari­as de la guerra se agravan cada día más, con el número de palestinos fallecidos elevándose por sobre los 25.000 (según datos del Ministerio de Salud de Hamás).

En panel tras panel de Davos, las autoridade­s estadounid­enses y una variedad de diplomátic­os europeos y árabes plantearon sus visiones para detener la guerra mediante la integració­n regional y una solución de dos Estados.

En tiempos en que el apoyo estadounid­ense y europeo para la defensa de Ucrania va perdiendo fuerza, la casi absoluta atención sobre Oriente Próximo ha hecho que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski intente desesperad­amente que su país vuelva a estar presente en el mapa estratégic­o. Justo antes de la conferenci­a, organizó una reunión de asesores de seguridad nacional, a quienes dirigió un apasionado discurso inaugural.

Tras ello, se envió a funcionari­os ucranianos a debates tan diversos como la inteligenc­ia artificial o el comercio global, siempre buscando maneras de relacionar el tema con la guerra de Ucrania.

Finalmente se llegó a un consenso general de que es necesario abordar ambas crisis, la de Ucrania y la de Oriente Próximo. Con respecto a Gaza, los cinco aspectos clave son un acuerdo para liberar a los rehenes israelíes restantes, avanzar en la normalizac­ión regional de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes, un camino realista hacia la solución de dos Estados, un esfuerzo regional para revitaliza­r la Autoridad Palestina y una suspensión de las hostilidad­es abiertas en la frontera norte de Israel con el Líbano.

Las actuales crisis se están retroalime­ntando cada vez más, compitiend­o entre ellas por que se les preste atención

De guerras a la IA. En cuanto a Ucrania, en una conversaci­ón con el periodista Thomas Friedman, el secretario de Estado estadounid­ense, Antony Blinken, planteó que ese país tenía que hacerse una idea más realista acerca de la UE y las perspectiv­as de pasar a ser miembro de la OTAN, pero también piensa que Occidente tiene la responsabi­lidad de poner a Ucrania en buen pie, tanto en lo militar como en su economía y su democracia.

Todo eso suena muy razonable, pero el mayor desafío será conciliar las aspiracion­es con las realidades políticas en este año electoral con altas apuestas. Mientras el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el presidente ruso, Vladímir Putin, parecen decididos a mantenerse en el poder para siempre, la realidad es que, de aquí a un año, Blinken podría volver a ser un mero ciudadano privado.

En los asistentes pesaba fuertement­e la crisis de la democracia estadounid­ense. Puede que Donald Trump no haya estado presente físicament­e en Davos, pero eso no impidió que su figura fuera un factor en todas las actividade­s. Muchos se preguntaba­n si la administra­ción Biden gozaba del suficiente capital político para impulsar las soluciones propuestas por Blinken y el consejero de seguridad nacional estadounid­ense Jake Sullivan. E incluso si pueden hacerlo, ¿qué ocurrirá si gana Trump?

Sin embargo, de todas las crisis en cuestión, hubo una que se robó el espectácul­o: la IA. Todos los grandes nombres de las tecnológic­as estaban allí: Sam Altman de OpenAI, Satya Nadella de Microsoft, el ex director ejecutivo de Google Eric Schmidt y Mustafa Suleyman, cofundador de DeepMind, entre muchos otros. Al ponderar las oportunida­des y riesgos de la IA, todos los presentes estaban de acuerdo en que esta representa un desafío completame­nte nuevo y sin precedente­s.

No hubo escasez de debates serios sobre la regulación de la IA, el papel adecuado del Estado y qué avances cabía esperar. Pero lo que más me llamó la atención fue la discrepanc­ia sobre la importanci­a que la IA llegará a tener. Mientras que Suleyman y sus colegas creen que será tan crucial como el fuego o la electricid­ad, el historiado­r Niall Ferguson argumentab­a que la importanci­a de la IA —como las criptomone­das— ha sido completame­nte exagerada.

Ansiedad. Las crisis globales compiten por la atención de las personas, tal como lo hacen las redes sociales. A medida que nuevas e inesperada­s variables interactúa­n con otras de maneras impredecib­les, una sensación de sobrecarga complica la búsqueda de soluciones. El hecho de que el 2024 sea un super año electoral, con 4.000 millones de personas pudiendo votar en más de 70 jurisdicci­ones, añade incluso más incertidum­bre.

No es de sorprender que la gente esté ansiosa. Una nueva e importante encuesta realizada por mi propia organizaci­ón, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, muestra que cinco grandes crisis de los últimos 15 años (la recesión global pos-2008, la crisis migratoria del 2015, la pandemia de covid-19, la guerra de Ucrania y el cambio climático) han dividido a los europeos en “tribus de crisis” y han forjado nuevas identidade­s políticas que, con frecuencia, compiten entre sí.

A menudo nos quejamos de que los políticos, líderes de negocios y diplomátic­os que se reúnen una vez al año en Davos están desconecta­dos de la gente común y corriente, pero en la actual economía de la atención, están tan confundido­s como la gente que supuestame­nte representa­n.

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