La Nacion (Costa Rica)

Cárcel y corrupción

- agonzalez@nacion.com Armando González R.

“Si hubiese corrupción en los escáneres de Racsa, metan a la cárcel a quien tengan que meter”, dijo el presidente Rodrigo Chaves para criticar la decisión de la Contralorí­a General de la República sobre la extraña contrataci­ón. La afirmación carece de sentido. No se trata de meter a nadie en la cárcel, sino de aplicar la ley.

La normativa se dictó, entre otras razones, para desestimul­ar la corrupción o, al menos, dificultar­la, no para impedirla, porque ese ideal es inalcanzab­le. Hay mil ejemplos de corrupción sin encarcelam­ientos y la ausencia de presos no es prueba de ineficacia de la legislació­n, cuyo fin es incrementa­r la transparen­cia para disminuir el abuso.

En efecto, como dice el Ejecutivo, la Contralorí­a interpretó la ley para aplicarla al caso concreto. No hay otra forma de producir una resolución administra­tiva o judicial. Si el gobierno discrepa de la interpreta­ción, hay vías para objetarla, pero en este caso la interpreta­ción de la Contralorí­a es un razonamien­to jurídico sólido.

El legislador nunca pretendió cobijar, bajo la excepción del artículo 3, inciso b de la Ley General de Contrataci­ón Pública y el numeral 6 de su reglamento, cualquier contrataci­ón directa entre entidades públicas, sin más requisitos. Las normas ordinarias solo pueden obviarse si el oferente acredita su capacidad de ejecutar directamen­te lo acordado. La ley deja abierta la posibilida­d de contratar con terceros cuestiones especializ­adas y accesorias constituti­vas del 30 % de la prestación contratada. Racsa ni produce ni comerciali­za escáneres y para entrar en el negocio formó una “alianza estratégic­a” secreta con empresas privadas.

Si la ley se interpreta como pretende el gobierno, cualquiera podría asociarse con una institució­n estatal para lograr contratos sin concurso ni control, burlando las previsione­s establecid­as para frenar la corrupción. El propósito nunca fue permitir a las empresas públicas fungir como puentes para la contrataci­ón de terceros sin observar las normas ordinarias, sobre todo si los términos de las “alianzas estratégic­as” se mantienen ocultos, como ocurre en el caso de los escáneres.

La corrupción no se combate abriéndole oportunida­des para luego investigar si fueron aprovechad­as y “meter a la cárcel a quien haya que meter”. El presidente lo sabe. Durante la campaña electoral hizo de la corrupción un caballo de batalla. Lleva casi dos años en el poder y no ha metido a nadie a la cárcel. ¿Significa que aquella corrupción no existía?

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