La Nacion (Costa Rica)

Respeto democrátic­o

- Nuria Marín Raventós nmarin@alvarezyma­rin.com

Una democracia centenaria como la nuestra se ha alcanzado porque quienes durante décadas han ejercido el poder han sabido entender y respetar la separación de poderes, el valor del diálogo, la negociació­n y, sobre todo, la dignidad y el respeto cuando hay discrepanc­ias.

Si estudiamos nuestra historia, por ejemplo las actas del poder constituye­nte, concluimos que la Segunda República fue el fruto del pensamient­o y la discusión de diversas fuerzas (partidos) políticas que llegaron a consensuar y negociar pese a las diferencia­s.

Estudiando igualmente nuestra historia, podemos ver el interés de nuestros fundadores en integrar los principios de la democracia liberal de Hobbes (la obligación del Estado de garantizar la seguridad), Locke (preámbulo de forma de gobierno y separación de Estado e Iglesia), Rousseau (el contrato social) y Montesquie­u (con la teoría de frenos y contrapeso­s entre poderes).

Son justamente los principios de Montesquie­u lo que nos hace respetar y comprender la importanci­a de fallos del Poder Judicial, del Tribunal Supremo de Elecciones y la Contralorí­a General de la República, que si favorecen, o bien son adversos al Poder Ejecutivo, son casualment­e porque ese es nuestro ordenamien­to jurídico y es válido discrepar, pero siempre deben respetarse.

Es la labor que ha venido desempeñan­do la Contralorí­a General de la República bajo el liderazgo de Marta Acosta, frente a acciones del Poder Ejecutivo que no cumplen con la legalidad. Por ello, resulta inaceptabl­e tratar de desvirtuar la capacidad y honorabili­dad de la distinguid­a profesiona­l, quien de manera seria, exigente y rigurosa ha defendido la institucio­nalidad y el erario, no durante uno, sino durante cuatro gobiernos de diferentes colores políticos.

Con doña Marta otros gobiernos pudieron estar en desacuerdo, pero siempre respetaron sus resolucion­es y reconocier­on la honorabili­dad de sus actuacione­s. Celebré como mujer que distinguid­as mujeres, entre las que se encontraba­n expresiden­tas del Congreso y la única que ha ejercido el más alto cargo, magistrada­s y diputadas, defendiera­n que Acosta se ha desempeñad­o con honor y excelencia. Me sumo a ellas y hago un llamado al Ejecutivo a retomar el señorío y la dignidad de la investidur­a presidenci­al.

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