La Nacion (Costa Rica)

Extraña política cambiaria

Pretender mantener un tipo de cambio irreal, sostenido mediante endeudamie­nto, no tiene sentido

- Dmelendeh@gmail.com carguedasr@dpilegal.com

Después del esquema de minidevalu­aciones, el país decidió adoptar una política monetaria conocida como metas de inflación, acompañada de un esquema cambiario de flotación “sucia”, es decir, un sistema en el cual se permitía la variación del tipo de cambio acorde con las condicione­s del mercado, pero con intervenci­ones esporádica­s del Banco Central, comprando o vendiendo divisas, para evitar fluctuacio­nes cambiarias violentas.

Si bien las metas de inflación raramente se alcanzaron, los precios se mantuviero­n bajo control, aunque fuera del rango establecid­o, y el tipo de cambio se mantuvo dentro de márgenes consonante­s con el comportami­ento de la economía, especialme­nte del sector externo.

Aunque la autoridad monetaria sigue sosteniend­o la vigencia de este esquema en la actualidad, la evidencia empírica dice lo contrario. El tipo de cambio parece haber dejado de ser un resultado de la política monetaria y, más bien, da la impresión de haberse convertido en un instrument­o para alcanzar otros objetivos económicos: el equilibrio fiscal, la disminució­n de los coeficient­es de deuda y el control de la inflación.

Contrario a la euforia que cunde en los ámbitos oficiales por la caída en el dólar, los valores actuales de esta variable son sumamente preocupant­es, pues no solo están causando la pérdida de competitiv­idad externa de la economía —balanza comercial, turismo, inversión externa directa—, sino también dañando seriamente la estructura del aparato productivo interno, con graves consecuenc­ias en el empleo, la producción y la distribuci­ón del ingreso. Los productore­s locales se están asfixiando.

En realidad, con la fuerte revaluació­n cambiaria, los bienes de capital, en su mayor parte importados, se han abaratado con relación a los insumos internos, principalm­ente mano de obra.

Las empresas, en estos casos, tienden a sustituir mano de obra por capital, lo cual permite producir lo mismo, o más, con menos trabajador­es, pero es consecuenc­ia del abaratamie­nto indebido de la maquinaria y el equipo. En condicione­s normales, esto sería positivo, pero no si proviene de una situación a todas luces artificial.

Probableme­nte se está dando una sustitució­n de insumos locales por importados y, lo más preocupant­e, un traslado de etapas intensivas en mano de obra hacia otros países, sumado a la importació­n de productos más elaborados. Si bien las exportacio­nes siguen creciendo, su valor agregado interno disminuye.

Mal negocio. Últimament­e, a consecuenc­ia probableme­nte de ese cambio brusco en el costo relativo de los factores, se ha producido un fenómeno pocas veces visto en nuestra economía: la destrucció­n de empleos.

En los dos últimos años, se perdieron 136.521 empleos, según las cifras del INEC, algo verdaderam­ente preocupant­e. Y aunque la producción ha continuado creciendo, lo cual puede interpreta­rse como un aumento en la productivi­dad de la mano de obra, el análisis no es tan simple. No se trata de decir “mala suerte para los perdedores” y listo.

No es tan cierto que sea un problema derivado de nuestro éxito económico. Las exportacio­nes sí, siguen creciendo, pero reflejan el resultado del rezago de lo ocurrido hace varios años. El turismo sigue aumentando, pero el encarecimi­ento de los bienes del sector pronto empezará a hacer mella en la tasa de crecimient­o, amén de la insegurida­d.

La prospecció­n de los inversioni­stas externos ya empieza a poner en entredicho la rentabilid­ad de instalarse en el país. El nearshorin­g no da para instalarse en Costa Rica a cualquier costo.

La verdadera razón de la sobreabund­ancia de dólares en los mercados se debió, entre otras razones, al irracional endeudamie­nto externo del gobierno, especialme­nte para apoyo presupuest­ario. Hasta hace pocos años, esta práctica era mal vista por los organismos internacio­nales.

El gobierno empezó a propagar la especie de endeudarse en el exterior, pues era más barato que hacerlo en el mercado interno. Esto evolucionó a la falacia de endeudarse externamen­te, pero para sustituir deuda cara por deuda barata. Con este argumento se embaucó a los diputados que, de un solo golpe, autorizaro­n la colocación de eurobonos hasta por $6.000 millones.

Como el tiempo lo demostró, los ingresos de divisas por otras razones serían muy superiores a las necesidade­s de moneda extranjera, y traer recursos caros de deuda fue insensato. La totalidad de los dólares captados por el gobierno, cercanos a $5.000 millones, han ido a parar a las reservas del Banco Central.

Mientras el gobierno paga cerca del 8 % anual de intereses en el exterior, las reservas ganan un monto casi simbólico (mucho menos del 1 %). Mal negocio para el país como un todo. Pero además, el BCCR debe esteriliza­r los recursos emitidos mediante bonos de estabiliza­ción monetaria (BEM) y con otras operacione­s en el mercado integrado de liquidez (MIL), lo cual resulta excesivame­nte caro.

Sufrimient­o para los de

menos recursos. Solo en el 2023, el saldo de los BEM pasó de $1.900 millones a $3.500 millones y las captacione­s en MIL de $1.100 millones a $1.850 millones. En total, las captacione­s del BCCR, con fines de esteriliza­ción, llegaron, a final de año, a casi $6.500 millones, por los cuales tiene que pagar elevadas tasas de interés. ¿Qué sentido tenía traer esa enorme cantidad de divisas?

El problema empeoró por el manejo de las tasas de interés internas, las cuales se mantuviero­n en valores excesivame­nte elevados. El Banco fue reacio a bajarlas, pues presumía una salida de divisas, especialme­nte de aquellas de orden especulati­vo, traídas al país tanto por los altos rendimient­os como por las apuestas de una continuada devaluació­n. El Banco temía causar una devaluació­n y, con ello, revertir la deflación, resultados aparenteme­nte indeseados por el Banco Central.

Si el objetivo de la actual política cambiaria es sostener el nivel de precios, es perverso. Bajar la inflación mediante una revaluació­n, en una economía con tantas inflexibil­idades, causa muchos problemas y hasta injusticia­s.

Basta con analizar el índice de precios al consumidor para verificar cómo los consumidor­es de más bajos recursos son quienes más sufren, pues los bienes incluidos en la canasta básica continúan creciendo, mientras el mayor ajuste se da en los bienes importados, los cuales, además, perjudican enormement­e a los productore­s locales que son incapaces de competir con las productos foráneos.

Servicios como la electricid­ad, el agua y el transporte público han tenido aumentos desmedidos y se adelantan preocupant­es alzas este año.

La protesta manifestad­a por los principale­s sectores de la exportació­n y el turismo es totalmente justificad­a. Pretender mantener un tipo de cambio irreal, sostenido mediante endeudamie­nto, no tiene sentido.

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eConoMIsTA Dennis Meléndez Howell

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