La Nacion (Costa Rica)

‘Nicaragua es una Corea del Norte tropicaliz­ada’

Político cumplirá este viernes un año de exilio; desde Estados Unidos, alza la voz contra Ortega

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MIAMI. AFP. En el 2021 era candidato a la presidenci­a de Nicaragua, pero el gobierno de Daniel Ortega lo encarceló durante 611 días, lo despojó de su nacionalid­ad y lo deportó a Estados Unidos hace un año, junto a más de 200 opositores.

Félix Maradiaga, de 47 años, presidente de la Fundación para la Libertad de Nicaragua, recibió a AFP en Miami a días del primer aniversari­o de su exilio, el 9 de febrero del 2023.

Recuerda la pesadilla de la cárcel, sin poder leer, escribir o mantener cualquier contacto con el exterior, y alza la voz contra Ortega, reelegido en el 2021 por cuarta vez consecutiv­a tras reprimir a toda la oposición.

Cansado tras una jornada de reuniones, se anima al hablar de su lucha: “Yo vivo en Nicaragua. Mi cuerpo duerme fuera del país, a veces en Estados Unidos, otras en Costa Rica o en Europa, pero mi propósito y mi pensamient­o están puestos en la libertad de Nicaragua”, afirma.

“Puede haber una resistenci­a local en Nicaragua, pero mientras Ortega no reciba presión internacio­nal, esos chispazos no tendrán mayor impacto, y viceversa”.

––¿Cómo ha sido este año en el exilio?

—Ha sido una experienci­a agridulce. Tener la oportunida­d de venir a Estados Unidos y abrazar a mi hija Alejandra, ver a mi esposa, a mi madre; es como regresar a la vida.

”Pero ninguna persona que ame a su país puede decir que la libertad es estar desterrado. Ser encarcelad­o, luego deportado de Nicaragua y despojado de la nacionalid­ad es una situación difícil de describir”.

––Cuando tenía 12 años llegó a Estados Unidos como migrante no acompañado, huyendo de la guerra civil. ¿Cómo se sintió al tener que exiliarse aquí tantos años después?

—Es como vivir un trauma dos veces, pero eso confirma que estas tiranías no tienen voluntad de reforma.

––¿Qué impacto ha tenido el encarcelam­iento para usted?

—Es un proceso tan extremo que requiere sanar. Yo había trabajado con presos políticos y con excombatie­ntes de guerra por mucho tiempo, pero nada me había preparado para esa experienci­a.

––¿Cómo se ha llegado a la situación actual en Nicaragua?

—Creo que el grave error fue que ciertos sectores clave, particular­mente los círculos empresaria­les más fuertes y algunos intelectua­les, creyeron que al sandinismo se le podía dar una segunda oportunida­d, cuando lo que había era un proyecto de enquistami­ento en el poder. Hoy vemos las consecuenc­ias.

––¿Mantiene la esperanza?

—Sin una dosis alta de optimismo, no se puede ejercer esta labor de búsqueda de justicia para las víctimas y de acompañami­ento de las nuevas generacion­es. La esperanza más grande viene de quienes están dentro del país, y la prioridad de nuestro trabajo político y de defensa de los derechos humanos son esas personas.

––¿En qué consiste ese trabajo de apoyo?

—Hacemos una labor permanente de educación de la opinión pública mundial. Partimos de la premisa de que Ortega no es un problema local, sino que está íntimament­e ligado a grupos terrorista­s internacio­nales.

––¿Qué debería pasar para un cambio en Nicaragua?

—Es complicado. Nicaragua es una Corea del Norte tropicaliz­ada. La posibilida­d de una transición por la vía electoral ya pasó porque el pueblo salió a las calles (en el 2018) y esas protestas alertaron a Ortega de que él no podía jugar bajo esas reglas. Entonces, decidió radicaliza­rse, desmontar todas las institucio­nes democrátic­as y moverse a un modelo de partido único.

”La esperanza es que haya una confluenci­a entre la capacidad de resistenci­a local y un cambio geopolític­o significat­ivo que debilite a Ortega. Puede haber una resistenci­a local en Nicaragua, pero mientras Ortega no reciba presión internacio­nal, esos chispazos no tendrán mayor impacto, y viceversa”.

––¿Qué pueden hacer Estados Unidos y la Unión Europea?

—No olvidar la causa del pueblo nicaragüen­se y tomarse en serio la amenaza de China, Rusia e Irán. La solidez del proyecto dictatoria­l de Ortega está vinculada al avance de China en América Latina y a este tipo de redes de autocracia­s.

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