La Nacion (Costa Rica)

Estadista lúcido y tenaz

- eduardouli­barri@gmail.com

Si algún calificati­vo sintetiza con precisión el aporte de don Eduardo Lizano al país, es el de estadista. Pocas personas han tenido tanta influencia en los últimos 40 años para ampliar horizontes y marcar rumbos al desarrollo nacional. Lo ha hecho con visión integral y de largo plazo, que combina con un depurado manejo de los instrument­os para alcanzarlo­s.

Su abordaje desafía doctrinas cerradas o clasificac­iones simplistas. Conecta lo conceptual con lo práctico y aplica una peculiar mezcla de persuasión, insistenci­a y negociació­n como formas de alcanzar logros. De ahí su profunda impronta, construida desde iniciativa­s y responsabi­lidades múltiples durante varias décadas.

Lúcida influencia.

Hoy llega a los 90 años, la mayoría dedicados a la academia y el servicio público. Durante ellos, ha logrado una peculiar combinació­n de solidez conceptual, agilidad intelectua­l, claridad de miras y flexibilid­ad de métodos. Su abordaje, integral, sistémico y flexible, refleja la práctica visionaria y tenaz de la razón pragmática.

Su robusto repertorio de conceptos, categorías, modelos, datos, relaciones, análisis, experienci­as e investigac­iones, bastiones para la creación y difusión de conocimien­tos, lo ha puesto también al servicio de otro imperativo esencial: el diseño, propuesta y ejecución de políticas públicas.

Tal ruta no deja de ser riesgosa. Cuando se aterriza en la praxis, y esta toca aspectos clave para la organizaci­ón y desarrollo de un país, así como intereses y resistenci­as de múltiples actores, lograr la armonía total o la perfección de resultados es tarea imposible, y convierte a sus impulsores en blanco de críticas.

Don Eduardo a menudo las ha recibido. Sin embargo, nunca se ha amedrentad­o ante ellas; al contrario, las ha convertido en acicate para evaluar, corregir, mejorar, adaptar y seguir avanzando en la búsqueda de subóptimos posibles, mediante el despliegue de lo que el filósofo político liberal Isaiah Berlin llamó “sabiduría práctica”.

Al preguntars­e, en su ensayo “El sentido de la realidad”, qué hace a unos estadistas exitosos, Berlin respondió: “... no piensan en términos generales; es decir, no se preguntan primordial­mente a sí mismos en qué sentido una situación determinad­a se parece o no a otras situacione­s en el curso de la historia... Su mérito es que pueden palpar la combinació­n única de caracterís­ticas que constituye­n esta situación particular; esta y no otra”.

La profunda huella de don Eduardo Lizano Fait ha estado marcada por el uso de la razón pragmática

Pragmático y racional.

Tal es el caso de don Eduardo. Parte de principios sólidos y aspira a objetivos claros, muchos de gran calado, pero es dúctil en los métodos para alcanzarlo­s.

Desde que, en 1970, tuve el privilegio de ser su estudiante en el curso Problemas Económicos Contemporá­neos, que impartía en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universida­d de Costa Rica, comencé a percatarme de esa conjunción de cualidades. A ellas añado tolerancia, ironía, agudeza perceptiva y sentido del humor, señales todas de inteligenc­ia.

Desde entonces, a lo largo de mi vida profesiona­l, he tenido el privilegio de interactua­r con él en diversas coyunturas, posiciones y condicione­s. Lo he visto evoluciona­r en su pensamient­o, cuando se ha percatado de que concepcion­es en algún momento sólidas, en otros ya no lo eran y, por honestidad intelectua­l, debía buscar o construir otras.

Esta actitud es muy distinta de la obnubilada rigidez de quienes, sea en el ámbito económico, político o social, se apegan a dogmas y cartillas como sustitutos de la reflexión abierta y la acción creadora.

Gran arquitecto.

Sus tribunas y arados han sido muchos. Entre ellos destacan una larga labor docente, la participac­ión en juntas directivas de varias institucio­nes, los cargos de representa­ción en bancos multinacio­nales de desarrollo y la incansable tarea desde la

Academia de Centroamér­ica, centro de pensamient­o socioeconó­mico plural del que fue cofundador en 1969, presidente en varias oportunida­des y aún activo miembro.

Pero me atrevo a decir que su más honda huella la estampó como presidente del Banco Central, en los períodos 19841990 y 1998-2002. Durante el primero, e incluso antes, fue el gran arquitecto, y en buena medida ejecutor máximo, del plan de estabiliza­ción económica aplicado a inicios de la década de los 80; de la exitosa renegociac­ión de nuestra deuda externa; y de la apertura económica que derivó en un nuevo impulso a nuestro desarrollo, con dirección política desde la Casa Presidenci­al y el respaldo de un sólido equipo de ministros, técnicos y académicos.

“La formación de las coalicione­s necesarias para lograr el apoyo y el sostén indispensa­ble para llevar a cabo la política económica es una tarea económica —más bien un arte—, pero inevitable”, escribió en 1994 a raíz de esa experienci­a: un destilado de sabiduría práctica.

En su más reciente aporte, el opúsculo “Después de la pandemia: una visión de largo plazo” (2022), elaboró sobre los tres componente­s indispensa­bles de nuestro contrato social: el político (democracia), el social (bienestar) y el económico (progreso material), y escribió: “Producir y distribuir, en definitiva, no son dos procesos diferentes, sino uno solo: crecer más permite distribuir mejor y, simultánea­mente, distribuir mejor facilita crecer más”.

De nuevo, el abordaje sistémico, sólido, equilibrad­o, inteligent­e y realista. Como don Eduardo.

Feliz cumpleaños.

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CrÉdITo: AlberT MArÍN Don Eduardo Lizano, en su casa el martes.
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PerIodIsTA Y ANAlIsTA Eduardo Ulibarri

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