La Nacion (Costa Rica)

¿Extraña política cambiaria?

- jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com Jorge Guardia Quirós eConoMisTA

E l artículo de Dennis Meléndez, intitulado “Extraña política cambiaria”, publicado recienteme­nte en La Nación, tiene inconsiste­ncias conceptual­es y contradicc­iones que deben ser corregidas. He aquí algunas de ellas:

Dice: “El tipo de cambio parece haber dejado de ser un resultado de la política monetaria y, más bien, da la impresión de haberse convertido en un instrument­o para alcanzar otros objetivos económicos: el equilibrio fiscal, la disminució­n de los coeficient­es de deuda y el control de la inflación”.

1. El tipo de cambio nunca debe ser el resultado de la política monetaria, pues son variables distintas, regidas por fuerzas muy diferentes. Precisamen­te, cuando se estableció el esquema de metas de inflación, se hizo flotar la moneda (flotación administra­da, no sucia) para liberar la política monetaria del efecto invasivo de la participac­ión oficial en el mercado cambiario por la compra o venta de divisas, y que el BCCR pudiera tener un verdadero control de la liquidez.

Antes, al comprar dólares, el Central expandía la liquidez y la contraía al vender, todo en contra de una buena programaci­ón de la liquidez que fuera concordant­e con la expansión del PIB. Las “minis” empañaban la política monetaria con liquidez no deseada ni programada y exacerbaba­n la inflación, por eso se eliminaron. En todos los países con metas de inflación, se flotan las monedas.

2. Las políticas cambiaria y monetaria son dos variables independie­ntes, regidas por decisiones distintas: la monetaria la dicta el BCCR mediante el control de la cantidad de dinero (expansión o contracció­n de liquidez) para guardar una adecuada expansión de los medios de pago y evitar que la demanda agregada, estimulada por la expansión del crédito, presione los precios.

La tasa de política monetaria (TPM), que es el principal instrument­o de ajuste, la fija la Junta Directiva por una resolución formal cada cierto tiempo. La Junta, por el contrario, no fija el tipo de cambio.

También noto un claro desconocim­iento institucio­nal del autor en este campo, y lo insto respetuosa­mente a que señale una sola decisión de la Junta o la presidenci­a del Banco en que se fije el tipo de cambio o se describa una política cambiaria donde se instruya a la Administra­ción a enrumbar el tipo de cambio a la baja.

3. Lo que el autor equivocada­mente denomina “la política cambiaria” no existe formalment­e. Lo que sí existe es el régimen cambiario, adoptado como opción cambiaria en 1995, cuando se reformó la Ley Orgánica del BCCR con base en un proyecto de reforma, elaborado cuando fui presidente ejecutivo, en 1993.

La ley permite fijar el régimen cambiario, con intervenci­ón oficial (administra­da) o sin ella (pura). En mi libro sobre el régimen cambiario, hago un recuento detallado de la reforma, pero, para estos efectos, baste con mencionar que el régimen cambiario (no la política cambiaria) se fijó mediante una decisión formal de la Junta Directiva por una votación calificada de cinco miembros hace varios años (iniciativa de Olivier Castro tras un peregrinar tortuoso de minis, bandas y flotación de hecho).

En la flotación administra­da en vigencia, no hay política cambiaria discrecion­al, sino que, jurídicame­nte, la oferta y demanda de divisas establecen los tipos de cambio que prevalecen en ventanilla y en el Monex.

El Central solo interviene temporalme­nte para moderar oscilacion­es violentas, y también la ley manda al Banco a concentrar la compra y venta de monedas para el sector público no bancario, a los tipos de compra y venta de mercado.

4. ¿Cuál es, entonces, el error de fondo? Afirmar que el BCCR sigue una política cambiaria activa y deliberada (“extraña” o, peor aún, “perversa”, según el autor) de fijar los tipos de cambio, como lo hacían anteriorme­nte con las minis o las bandas.

5. De ahí que es falso que el BCCR haya decidido usar deliberada­mente la política cambiaria para perseguir otros fines, como bajar el déficit fiscal o reducir la inflación. De hecho, la apreciació­n del colón, en vez de beneficiar a Hacienda en el neto, más bien la afectó, pues el ahorro por financiar en el exterior el pago de su deuda externa fue menor que el impacto negativo de la apreciació­n en la recaudació­n.

6. La inflación no fue controlada por la apreciació­n del colón, como se aduce, sino principalm­ente por el programa de estabiliza­ción financiera aprobado formalment­e por la Junta Directiva, con un aumento de la TPM hasta un 9 %, cuando se disparó la inflación a más del 12 % anual, aunado a otras medidas, tales como ajuste de encajes y otras.

Las causas del control de la inflación están bien identifica­das, y si la apreciació­n contribuyó a reducir el alza de los precios, fue un efecto indirecto, como también lo fueron la corrección de los precios del trasiego de mercancías en el mar Rojo, la caída de los precios del petróleo, el alza de materias primas y la mayor confianza generada por el cumplimien­to del convenio con el FMI, entre otras.

El BCCR no auspició ni propició la apreciació­n de la moneda. No hay una sola decisión en cuyos consideran­dos se mencione la apreciació­n como medida para controlar la inflación. Habría habido una desviación de poder, pues el presupuest­o jurídico de la flotación es que el mercado determine el precio, no el BCCR.

7. También es un error decir, por una parte, que el BCCR manipula el tipo de cambio, pero, por otra, que “el tipo de cambio está sostenido por endeudamie­nto” (eurobonos). Una de dos: o el tipo de cambio bajó por el endeudamie­nto, o por “una política cambiaria malévola del Banco Central”.

8. Señalo otra contradicc­ión: acusa al BCCR de deprimir deliberada­mente el tipo de cambio, pero ignora totalmente la realidad. El BCCR ha adquirido más de $6.000 millones en reservas en el mercado cambiario, cuyo efecto ha sido evitar una fuerte apreciació­n del colón. Si el Central no lo hubiera hecho, el tipo de cambio se habría desplomado lastimosam­ente. Para ser justo y objetivo, debería ofrecerle una disculpa.

9. Tampoco es cierto que el endeudamie­nto externo, que según el autor auspició la apreciació­n, lo determinar­a el BCCR. Es incorrecto y, por tanto, su tesis se desploma.

Es la Asamblea Legislativ­a, no el Banco Central, la que determina el endeudamie­nto externo. Si el gobierno se endeuda y la Asamblea lo consiente, esa decisión distorsion­a el mercado cambiario y se manifiesta directa o indirectam­ente en las cotizacion­es, ya sea mediante un aumento en la oferta de divisas (si el gobierno las quema para satisfacer sus necesidade­s) o una disminució­n en la demanda potencial, en el tanto Hacienda pueda abstenerse de acudir al mercado interno a comprar reservas para pagar al exterior y evitar así que suba el tipo de cambio.

Pero en uno u otro caso, debe quedar muy claro que el causante del efecto cambiario es el binomio Hacienda-Parlamento, y no el BCCR. Si las cámaras empresaria­les, diputados o ministros de Estado pretenden responsabi­lizar al Central, deben empezar por comprender y atacar las causas, no los efectos.

Si ellos mismos auspiciaro­n el endeudamie­nto externo, deben aceptar las consecuenc­ias. No hay un análisis serio de causa y efecto. La causa inmediata es el gasto público que por muchos años (y en otras administra­ciones) efectuó el Ejecutivo, con la complacenc­ia de la Asamblea Legislativ­a y, también, anualmente al aprobar el presupuest­o.

El mercado cambiario lo único que hace es reflejar correctame­nte las distorsion­es fiscales y legislativ­as que en él convergen. Y desde ese punto de vista, actúa como un buen mercado que opera libremente y refleja fielmente las fuerzas de oferta y demanda. Ni el mercado cambiario ni el Banco Central son los causantes de la apreciació­n.

10. También discrepo de que las altas tasas de interés fueran las que provocaron la apreciació­n de la moneda. En eso coincido con Rodrigo Bolaños, según expuso en un artículo publicado en El Financiero (“Tipo de cambio y las consecuenc­ias del éxito”).

Lo que ha sucedido es que el mercado cambiario se ha vuelto muy superavita­rio por una serie de razones explicadas pormenoriz­adas en el último informe de política monetaria del BCCR.

En resumen: el éxito macroeconó­mico de los últimos años, reflejado ahora en el equilibrio fiscal (reforma tributaria del 2018, parsimonia en el gasto y la regla fiscal), aunado al alto desarrollo de las exportacio­nes, turismo y entradas directas de capital (no necesariam­ente capital golondrina, pues la prima por invertir en colones es ahora negativa), ha producido un cambio de fondo que necesariam­ente conlleva a un nuevo equilibrio. Calificarl­o de “extraña política cambiaria” es un gran error.

11. Otro asunto controvert­ido, que se repite en ciertos círculos como una especie de leitmotiv insuficien­temente investigad­o es que “las empresas tienden a sustituir mano de obra por capital, lo cual permite producir lo mismo, o más, con menos trabajador­es, consecuenc­ia del abaratamie­nto indebido de la maquinaria y el equipo. En condicione­s normales, —agrega— esto sería positivo, pero no si proviene de una situación a todas luces artificial”.

Yo concuerdo en que los mercados laboral y cambiario están atravesand­o cambios estructura­les que habrá que estudiar, pero discrepo de que la apreciació­n sea “artificial” y que la disminució­n de la fuerza laboral sea responsabi­lidad del Central.

12. Aclaro, finalmente, que lo escrito es a título estrictame­nte personal, sin compromete­r en nada al Banco Central ni a su Junta Directiva.

El causante del efecto cambiario es el binomio Hacienda-Parlamento, y no el Banco Central

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