La Nacion (Costa Rica)

La CCSS en la ventana de Overton

- Juan José Romero Zúñiga ePIdeMIÓlo­Go juan.romero.zuniga@una.ac.cr

Muchos nos preguntemo­s por qué las cosas están como están, por qué situacione­s que antes pensábamos completame­nte imposibles son ahora parte de nuestra vida, o están a punto de serlo. La ventana de Overton podría ser la respuesta.

Es la teoría política propuesta por Joseph Overton en la década de los 90, orientada al cambio político o de las prácticas sociales, incluso las impensable­s.

Es una ventana de posibles opiniones expresadas en el ambiente público sin sufrir, necesariam­ente, censura o descalific­ación.

Los políticos, especialme­nte, procuran colocarse en esta ventana de aceptación para conseguir la voluntad popular y asegurar el cumplimien­to de sus propósitos; por ello, pretenden modificarl­as a su convenienc­ia.

De ese modo, ideas u opiniones, originalme­nte impensable­s, pasan al nivel de lo discutible hasta llegar a calificars­e de aceptables para caber en el espacio público de lo conversabl­e, lo debatible.

Subreptici­amente. Para cambiar la forma de pensar de manera masiva sin que se perciba la manipulaci­ón, dice Overton, son necesarios los medios de comunicaci­ón y los agentes de credibilid­ad (autoridade­s, expertos o influencer­s). En el primer paso, el pensamient­o se mueve de lo impensable a lo radical: aquí es donde los expertos bajan el tono de lo imposible y lo tornan discutible. Luego, de lo radical a lo aceptable: con ayuda de más expertos —ojalá científico­s— y de forma más masiva los criterios dejan de ser personales para estar amparados al conocimien­to de una comunidad creíble (falacia de autoridad).

El tercer paso es ir de lo aceptable a lo sensato: dar sentido a lo pensado y convertir al que piensa diferente en insensato, torpe, anticienci­a. Posteriorm­ente, se avanza hacia lo popular: se masifica lo que se ha instituido como sensato; es cuando los medios de comunicaci­ón se convierten en vehículos de exponencia­ción de las ideas.

En la actualidad, con los avances de la neurocienc­ia y la penetració­n de las redes sociales, el efecto es aún más veloz y apabullant­e. Finalmente, se llega al nivel político, donde el terreno está preparado para dar legitimida­d normativa e implantar una idea que no hacía mucho tiempo era completame­nte imposible de pensar.

Hace unos años, casi nadie ponía en duda el papel de la CCSS en la vida democrátic­a

La Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) podría ser, en este momento, víctima de una ventana de Overton. Hace apenas unos lustros, casi nadie ponía en duda su papel fundamenta­l en la construcci­ón del pacto social, la vida democrátic­a y la paz social.

No obstante, fuerzas políticas y económicas, dentro y fuera de ella, empiezan a elevar esa certeza al rango de lo debatible, de que quizás se ha sobrevalor­ado a la CCSS y es una lujosa entidad a la que pueden quitarle partes para hacerla más eficiente, especialme­nte, porque una amplia proporción de gente no es cubierta por el seguro de salud ni por el régimen de pensiones.

Cúmulo de circunstan­cias.

Se crea entonces la duda en el público, sumada a la desigualda­d en las oportunida­des que, de forma estructura­l, alejan el trabajo formal y decente que proporcion­e condicione­s dignas y aseguramie­nto.

Se produce la imagen de los privilegia­dos y los demás. Se desconocen, estratégic­amente, los principios de la CCSS, en especial universali­dad y solidarida­d. Para las investigad­oras Rocío Sáenz y Ana Soto, existe una “estrategia de descomposi­ción y reemplazo”.

Afortunada­mente, una parte de la ciudadanía no escucha los cantos de sirena, según los cuales la CCSS está quebrada y es incapaz financiera­mente de atender el portafolio de inversión o las listas de espera.

Hay una población alerta que no cae en la trampa de una “ruta de la salud” que busca beneficiar a clínicas y hospitales privados, y unos pocos que pueden incurrir en el copago, cuyo resultado son las desigualda­des, ni siquiera inequidade­s ni las insanas prácticas que debilitan el seguro de salud por incumplimi­ento del Estado de pagarle lo que correspond­e en tiempo y cantidad. A lo anterior, no escapa el régimen de pensiones.

En una era en que la posverdad campea libre por cada espacio de nuestras vidas y con más fuerza en las redes sociales, la probabilid­ad de navegar en una ventana de Overton de forma inconscien­te es cada vez mayor.

No debería sorprender que, en un negocio tan lucrativo como el de la enfermedad, estemos ya en el último paso de la ventana, en que se busca, por medios legales —no morales— que se consume el objetivo de la estrategia.

Lo triste, sin duda, es que la ventana no afecta solo a la CCSS, sino también a buena parte de la institucio­nalidad.

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CrÉdITo: rafael PaCHeCo GraNadoS
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