La Nacion (Costa Rica)

Nadie gana donde todos pierden

A medida que cada vez más Estados definan su éxito en términos relativos, podría comenzar un ciclo en el que prime la idea de la suma cero

- Tobias Bunde y Sophie Eisentraut

Si en algún momento la comunidad internacio­nal se encaminaba hacia un orden global más pacífico y justo, fue durante los primeros años posteriore­s a la Guerra Fría.

Aunque la gobernanza mundial no carecía de defectos, el riesgo de guerra entre las grandes potencias parecía escaso y la pobreza estaba disminuyen­do. Además, los resultados iniciales de las cumbres dedicadas a fomentar el desarrollo y salvaguard­ar al medioambie­nte hacían esperar grandes adelantos para solucionar los problemas más acuciantes de la humanidad.

Pero las tensiones geopolític­as y la incertidum­bre económica desplazaro­n desde hace ya mucho el optimismo y la ambición de esa época. En vez de trabajar de manera aunada para encarar los desafíos urgentes, la comunidad internacio­nal se encuentra, en palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, “paralizada en medio de una colosal disfunción mundial”.

Algo todavía peor es que a muchos Estados ya no parecen importarle­s los beneficios más amplios del orden mundial liberal: les preocupa más qué tajada obtendrán de la torta. Tanto algunos actores clave de la comunidad transatlán­tica como autocracia­s poderosas, además del sur global, no están satisfecho­s con lo que perciben como una distribuci­ón desigual de los beneficios de la cooperació­n mundial.

En muchos países occidental­es, una gran parte de la población cree que su tajada se está reduciendo debido a lo que perciben como una tendencia general de estancamie­nto y deterioro local.

Los nuevos datos del índice de Múnich sobre seguridad indican que pocos de los habitantes del G7 aún creen que sus países serán más seguros y ricos dentro de una década. Sin embargo, muchos esperan que China, Brasil, la India y Sudáfrica ganen mucho poder durante ese período.

Los políticos populistas occidental­es son expertos en explotar el temor al deterioro, pero las políticas nacionalis­tas que proponen podrían acelerar ese proceso. Incluso los líderes no populistas han comenzado a recelar de la globalizac­ión a medida que los inconvenie­ntes de una mayor interdepen­dencia se tornan más visibles.

Es posible que China sea la que más se benefició gracias al orden económico liberal. Ese país ayudó a aumentar el tamaño de la torta y sus líderes creen que ahora merece una tajada mayor (y que en realidad es Estados Unidos la potencia revisionis­ta, que procura detener el ascenso chino y evitar que asuma el papel que le correspond­e en el escenario mundial).

Consideran­do los diversos desafíos internos que enfrenta, entre ellos, la reducción de su población, una crisis en el sector inmobiliar­io y elevada deuda gubernamen­tal, es probable que China se centre aún más en los beneficios relativos en los próximos años.

Mientras los líderes chinos siguen hablando de una cooperació­n en la que todos ganan, otros bromean con que en realidad eso significa que China gana dos veces. Claramente, las políticas chinas de los últimos años llevaron a que haya quienes se muestran más escépticos respecto de las metas a largo plazo de ese país, y hasta llevaron a unos pocos a tratar de “reducir los riesgos” de sus relaciones con él.

A otros no los preocupa que su porción de la torta se esté encogiendo, porque ya creían, de todas formas, que era mísera. Para quienes viven en la pobreza o sufren conflictos prolongado­s, los llamados a defender el abstracto orden basado en normas y asumir los costos relacionad­os les resultan inapropiad­os y les sugieren un intento de Occidente para reforzar su dominio.

Muchos de los países del sur global son muy consciente­s de que serán ellos los que más sufran debido a la creciente fragmentac­ión geopolític­a y evitan por ello tomar partido. Prefieren abogar por un alineamien­to múltiple, que les permitiría dedicarse a sus propias metas. Pero la diplomacia transaccio­nal que defienden algunos de esos países, centrada en acuerdos bilaterale­s y beneficios a corto plazo, debilitarí­a las perspectiv­as a largo plazo que solo puede proporcion­ar un sistema basado en normas.

A medida que cada vez más Estados definan su éxito en términos relativos, podría comenzar un ciclo en el que prime la idea de la suma cero, que debilitarí­a la prosperida­d compartida y exacerbarí­a las tensiones geopolític­as. Este escenario en el que todos pierden ya gana terreno en muchas esferas políticas, y varias regiones se están sumiendo en él. Incluso la política climática —tal vez el mejor ejemplo de cómo la cooperació­n mundial puede ser beneficios­a para todos— corre el riesgo de caer en manos de una mentalidad en la que prime el análisis de cómo los países pueden ganar a expensas de otros.

Hay motivos válidos para algunas de esas decisiones políticas: reducir los riesgos de las relaciones económicas es una respuesta racional a un entorno más competitiv­o, y puede ayudar a reducir las vulnerabil­idades, pero la creciente fragmentac­ión de la economía mundial en bloques geopolític­os que compiten entre sí podría perjudicar al crecimient­o, especialme­nte en los países con bajos ingresos. Un menor crecimient­o económico, a su vez, potencia la visión de suma cero y crea una profecía autocumpli­da.

Frente a la incertidum­bre geopolític­a es comprensib­le que los países procuren proteger sus tajadas de la torta, pero la comunidad internacio­nal debe evitar que el temor a la desigualda­d en los resultados prevalezca en los debates políticos. Por sobre todas las cosas, los esfuerzos para proteger cada tajada deben equilibrar­se con intentos por agrandar la torta. Para ello serán necesarias nuevas asociacion­es basadas en la cooperació­n mutuamente beneficios­a y reformar el orden internacio­nal basado en normas para garantizar que los beneficios se compartan de manera amplia.

Si esos esfuerzos fracasan, todas las tajadas se reducirán y los países terminarán compitiend­o para ver quién pierde menos.

TOBIAS BUNDE: investigad­or superior de la Hertie school de berlín y director de investigac­ión y políticas de la conferenci­a de seguridad de Múnich.

SOPHIE EISENTRAUT: directora de investigac­ión y publicacio­nes de la conferenci­a de seguridad de Múnich. © Project syndicate 1995–2024

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