La Nacion (Costa Rica)

A don Dennis Meléndez y don Sergio Capón

- jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com ABOGADO Y ECONOMISTA Jorge Guardia Quirós

Un distinguid­o economista, don Dennis Meléndez, y un exitoso empresario, don Sergio Capón, decidieron dialogar en este foro sobre las políticas públicas. ¡Bienvenido­s! El diálogo respetuoso y bien fundado enriquece a los lectores y hacedores de las políticas públicas.

Con don Dennis ya había iniciado el intercambi­o. Aún mantenemos concordanc­ias y divergenci­as. Entre las primeras, él suscribe un enfoque monetario de la balanza de pagos con el cual no tengo mayores problemas; también, me complace notar su convencimi­ento de que toda política fiscal, sobre todo si es expansiva, incide en el mercado cambiario.

Eso, en sí, es un gran avance. Un país no puede cultivar una cultura de expansión fiscal por años ni consentir un apetito por el endeudamie­nto externo sin que el tipo de cambio le pase la factura.

También me gustaría pensar que él, como buen economista liberal, defiende el régimen de flotación que tanto costó aprobar y que algunos quieren eliminar. En flotación, el tipo de cambio cumple un papel trascenden­tal como árbitro de la balanza de pagos, donde convergen todas las transaccio­nes de bienes y servicios y entradas de capital.

Si su valor se fijara arbitraria­mente, perdería sus atributos esenciales: equilibrio, neutralida­d y flexibilid­ad para acomodar las cambiantes fuerzas económicas (los fundamenta­les) en todos los procesos de ajuste estructura­l. Costa Rica está inmersa en varios de ellos, incluido el mercado laboral y productivo. Abortar el régimen cambiario flexible tendría gravísimas consecuenc­ias.

Por eso, no son de recibo peticiones tendentes a transforma­r el concepto esencial del tipo de cambio de mercado para sustituirl­o por otro supuestame­nte más “razonable, estático, realista, garante de la rentabilid­ad empresaria­l y socialment­e justo”. ¿Justo para quién: productore­s o consumidor­es?

Tampoco conviene redefinir las políticas monetaria y cambiaria para incluir diferencia­s intrínseca­s entre regiones o productos. Me horroriza pensar que pudieran exigir una política cambiaria para la Meseta Central y otra, más laxa, para las costas; o pensar en un tipo de cambio para la piña y otro para el resto de las frutas. El proteccion­ismo implícito en estas peticiones debe ser rechazado.

Don Sergio sostiene que las causas principale­s de la apreciació­n cambiaria son el endeudamie­nto fiscal y la política monetaria del Banco Central. Solicita, por tanto, “que el BCCR tome medidas para que el tipo de cambio se estabilice en rangos razonables para la realidad de Costa Rica”.

Eso no será posible. Razones legales y económicas gravitan en su contra. Jurídicame­nte, el Banco Central no puede intervenir en el mercado cambiario con el propósito de estabiliza­r el tipo de cambio en ningún rango, razonable o no, salvo en presencia de movimiento­s violentos esporádico­s. En un régimen de flotación, la ley manda que el tipo de cambio lo fije el mercado. Tendría la Junta que eliminarlo por una mayoría calificada, y eso no lo veo.

Desde el punto de vista económico, el tipo de cambio nunca se debe estabiliza­r dentro de ningún rango, como antes con las bandas, sin que rápidament­e las sobrepase. Como dije, el tipo de cambio debe ser de equilibrio y suficiente­mente flexible para adaptarse a circunstan­cias macroeconó­micas cambiantes.

Ajuste macro. No obstante, tanto don Dennis como don Sergio evoluciona­ron a un nuevo estadio en la discusión. Presintien­do, quizás, que no lograrán una reforma cambiaria, decidieron apuntar a otras políticas públicas, como el endeudamie­nto fiscal y las tasas de interés. La primera no depende del BCCR; la segunda, sí. Pero en eso también tengo algo que decir, siempre a título estrictame­nte personal.

Presuponer que la tasa de política monetaria (TPM) es la culpable de la apreciació­n cambiaria y que con solo bajarla un poco el colón se empinará de nuevo es una apuesta demasiado aventurada, sobre todo, si pretenden que las nuevas cotizacion­es sean sostenible­s. Es más, ya la TPM ha bajado bastantes puntos y en el mercado cambiario no ha pasado nada.

También es debatible si la venta de reservas al sector público no financiero fue la mejor política durante la pandemia,

La política monetaria nunca debe formularse para manosear el tipo de cambio, sino con apego estricto a la técnica y la ley

pero eso es harina de otro costal. Lo cierto es que el gasto y los ingresos mermaron en ese período, se rompió el equilibrio macro y el BCCR se vio de pronto en una situación muy comprometi­da.

Su nivel de reservas era muy bajo, la tasa de política monetaria había descendido hasta el 0,75 % anual, y había mucha liquidez. Y cuando se dieron los choques externos (alza del petróleo, encarecimi­ento de materias primas y el advenimien­to de problemas geopolític­os), la inflación llegó al 12,1 %, el tipo de cambio se disparó a casi ¢700 y, claro, tuvo que apretar los frenos. Ajustó su tasa de política monetaria y tomó otras medidas de contracció­n para controlar la inflación, incluida la reposición de reservas.

Hacienda cumplió satisfacto­riamente su parte del convenio con el FMI y, ahora, el país disfruta de estabilida­d fiscal y monetaria.

Yo me alegro profundame­nte de que la gente pueda respirar tranquila, que la economía se haya recuperado y su tasa de crecimient­o esté entre las punteras del mundo. Aunque a otros les disguste, se reconstitu­yó un buen monto de reservas monetarias internacio­nales que hoy transitan dentro de los parámetros internacio­nalmente aceptados (ARA), entre el 100 y el 150 % del PIB. También es bueno notar que la tasa de desempleo se redujo, aunque se busquen argumentos para no reconocerl­o.

Tasas de interés. Antes de proseguir, noto la conspicua ausencia de críticas al elevado porcentaje de las tasas activas (préstamos) de los bancos comerciale­s y el margen de intermedia­ción en colones. Para mí, es reflejo de la insuficien­te competenci­a entre bancos públicos y privados y las cargas parafiscal­es que sobre ambos pesan.

Eso, sin duda, resta eficacia a la política monetaria, pues, cuando la TPM va a la baja, los bancos y financiera­s son muy renuentes a bajarlas, en detrimento de los deudores. Los legislador­es tampoco han abordado el problema, teniendo la potestad de hacerlo.

Volviendo a nuestros interlocut­ores, la principal discrepanc­ia es con la TPM. Ellos consideran que subió mucho y fue lo que provocó la caída del tipo de cambio. Su argumento, aún no fehaciente­mente demostrado, es que estimuló entradas de carácter financiero (golondrina­s y fondos mal habidos) y que, al venderse en el Monex, bajó el tipo de cambio y, por ende, deben bajarse ahora las tasas (no dicen a qué rango, pero supongo lo más cerca del suelo) para que el tipo de cambio suba (tampoco señalan dónde, pero presumo que muy cerca del cielo).

Yo no comparto ese criterio. La política monetaria nunca se debe formular para manosear el tipo de cambio, sino con apego estricto a la técnica y la ley: mantener una inflación baja y estable. Es el único objetivo de una política monetaria válida, aquí y en otros lares. El programa de estabiliza­ción monetaria, aprobado de consuno con el FMI, fue duro, pero eficaz. Además, no causó recesión ni desempleo (más bien, mejoraron) y las perspectiv­as para el binomio 2024-25 son positivas. No se puede descartar que, con la mayor confianza generada (el índice de confianza subió) y las mejores notas de las calificado­ras de riesgo, aumentaran las entradas de capital en el 2022 y el 2023. De hecho, así lo reflejan los últimos informes de política monetaria. Pero de ninguna forma se puede sustentar estadístic­amente la pretensión de que esas entradas de capital son la causa principal de la apreciació­n.

El arbitraje siempre se da, y las entidades financiera­s suelen reducir sus posiciones en moneda extranjera cuando el tipo de cambio está a la baja, y las suben cuando va al alza. En el primer caso, pueden quemarlas en el mercado y colocarlas en el mercado integrado de liquidez (MIL) y obtener utilidades.

Así son los bancos, siempre dispuestos a lucrar. Pero no es razón suficiente para abortar un buen programa de estabiliza­ción para controlar la inflación y perjudicar a toda la población, especialme­nte a los más pobres, y a los 750.000 deudores en moneda extranjera. En la jerarquía de valores del Banco Central, el interés público debe prevalecer sobre las ganancias privadas.

De todas maneras, estamos en un período de transición. Ya el BCCR bajó bastante la TPM y dice en sus informes que tiene planes de continuar reduciéndo­la hasta llegar a una postura monetaria neutra, cuando las circunstan­cias lo permitan.

El avance podría lograrse más rápidament­e si los principale­s bancos externos aceleraran sus propias reduccione­s. Allá llegaremos. Falta poco. Pero, como dicen los arrieros más seguros y certeros, “no hay que llegar primero, sino saber llegar”.

 ?? ?? SHUTTERSTO­CK
SHUTTERSTO­CK

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica