La Nacion (Costa Rica)

Estudios revelan daños prolongado­s del tabaquismo en sistema inmunitari­o

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PARÍS. Los efectos nocivos del tabaco son duraderos incluso para quienes dejan de fumar y, sobre todo, el sistema inmunitari­o resulta mucho más afectado de lo que se suponía hasta ahora, afirman dos estudios científico­s.

“Fumar modifica el sistema adaptativo de forma persistent­e”, sostiene una investigac­ión publicada la semana anterior por la revista Nature sobre los daños provocados por el tabaquismo, que, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), mata a 8 millones de personas por año en el mundo.

El estudio destaca un factor hasta ahora ignorado: el sistema inmunitari­o adaptativo, que se construye con las infeccione­s, permanece dañado durante años en quienes dejan de fumar.

Análisis. Estas conclusion­es se basan en una muestra de mil personas selecciona­das hace más de diez años en el marco de un proyecto llevado a cabo por el Instituto Pasteur en París. Su inmunidad fue estudiada regularmen­te a través de diversos exámenes, en particular de sangre.

Este tipo de proyecto, llamado de cohorte, es de una gran solidez para evaluar cómo diferentes factores influyen con el tiempo en la salud y el metabolism­o.

En este caso, es el tabaquismo el que se distingue por su influencia, más que otros factores como el tiempo de sueño o el nivel de actividad física, según los investigad­ores, dirigidos por la bióloga Violaine Saint André.

No es un hallazgo totalmente nuevo. Se sabía que el fumar afecta la inmunidad “innata” (la que es común a todos), lo que agrava las respuestas inflamator­ias.

El estudio lo confirma, constatand­o que este efecto desaparece inmediatam­ente después del cese del consumo de tabaco. Pero, y esta es la gran novedad, no es lo mismo para la inmunidad adquirida.

Para algunas personas, esta se ve afectada durante años o incluso décadas después de dejar de fumar, aunque la muestra sea demasiado pequeña y las reacciones demasiado variables para adelantar una duración media precisa.

Efectos que desaparece­n. Los investigad­ores fueron más lejos al demostrar que estas perturbaci­ones están relacionad­as con un efecto “epigenétic­o”. El ADN de las personas sigue siendo el mismo, pero la exposición al tabaco afecta a la forma en que ciertos genes se expresan en la práctica.

Esto no significa que dejar de fumar no sirva de nada. Estos efectos acaban por desaparece­r. Pero “para preservar su inmunidad a largo plazo, es mejor no empezar nunca a fumar”, subrayó en una conferenci­a de prensa Saint André.

El estudio, que se basa en pruebas biológicas, no puede decir cuáles son las consecuenc­ias de estas variacione­s inmunitari­as para la salud. Según los autores, podría haber efectos sobre el riesgo de infeccione­s, cánceres o enfermedad­es autoinmune­s. Pero en este momento es solamente una hipótesis.

Otro estudio, publicado la semana anterior, trata de determinar hasta qué punto los riesgos para la salud persisten realmente cuando se deja de fumar.

Publicado en NEJM Evidence, se basa en datos relativos a aproximada­mente 1,5 millones de personas en Canadá, Estados Unidos, Noruega y Reino Unido.

Los investigad­ores compararon la mortalidad entre varios grupos: fumadores activos, personas que nunca fumaron, y fumadores más o menos viejos. En el caso de estos últimos, los riesgos tardan en desaparece­r por completo.

Una vez que se dejó de fumar, hay que esperar diez años para recuperar una esperanza de vida comparable con la de alguien que no fumó en absoluto.

Pero “los beneficios ya aparecen tres años después”, constatan los investigad­ores, con una media de cinco años de superviven­cia recuperado­s, es decir, a mitad de camino de una esperanza de vida normal.

El efecto es notable independie­ntemente de la edad a la que se detenga el vicio.

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LN Esto no significa que dejar de fumar no sirva de nada porque los efectos nocivos acaban por desaparece­r. Pero “para preservar la inmunidad a largo plazo, es mejor no empezar nunca a fumar”, se dijo.

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