La Nacion (Costa Rica)

Mercado manejado por el Banco Central

- Ottón Solís ECONOMISTA ottonsolis@ice.co.cr

El 31 de julio del 2022, a los pocos días de que el Banco Central diera el fuerte golpe hacia el alza a la tasa de política monetaria (TPM), escribí en La Nación que esa decisión incidiría en la inflación porque fortalece el valor del colón. Y agregué: “El sector productivo sufrirá, tanto por el incremento en el costo del financiami­ento de su inversión y su capital de trabajo como por la apreciació­n de la moneda” (“Costosa política antiinflac­ionaria”).

Los dos resultados se han dado: la caída en la inflación y las consecuenc­ias negativas en los sectores productivo­s (aunque el primero obedece también a la desaparici­ón de los factores internacio­nales de oferta que estaban generando la inflación).

Era totalmente predecible que ocurriría lo que hoy reclaman los sectores productivo­s: si se mejora el premio por invertir en colones en relación con dólares, los inversioni­stas cambian la estructura de sus portafolio­s a favor del colón y en contra del dólar, apreciando el primero. Sobre eso no hay discusión, por ello era tan fácil acertar en el vaticinio.

Lo que sí es sorprenden­te es leer que la apreciació­n del colón se debe a las fuerzas del mercado y no a decisiones deliberada­s de las autoridade­s económicas.

Los bancos centrales disponen de un poderoso arsenal de herramient­as para materializ­ar sus objetivos (y en buena hora que así sea). Si el objetivo de quienes están al frente es reactivar la economía y reducir el desempleo, entonces se utiliza la política monetaria para inyectar liquidez hasta que lo segundo se reduzca a un nivel predetermi­nado.

Ese fue el indicador utilizado para dimensiona­r y ajustar la política denominada expansión cuantitati­va (quantitati­ve easing), puesta en práctica por los bancos centrales de Estados Unidos y de otros países después de la crisis del 2008.

Si el objetivo es reducir la inflación, se puede utilizar el poder del Banco Central sobre la TPM para elevarla. Una de las consecuenc­ias —no la única— será la apreciació­n del colón. Esto reducirá el precio local de lo exportado y lo importado, lo cual, en una economía tan abierta como la costarrice­nse, constituye una manera muy eficaz de revertir un ciclo inflaciona­rio.

Inflación de costos importada. La inflación que Costa Rica experiment­ó después de la pandemia fue originada principalm­ente por factores de oferta. Se trató, esencialme­nte, de una inflación de costos internacio­nales, causada, entre otros, por la crisis de contenedor­es y el alza en el precio del petróleo.

Con la evaporació­n de esos factores, era predecible que la inflación regresaría a situarse dentro de la banda establecid­a por el Banco Central, aun sin un salto tan fuerte de la TPM.

La inflación ha descendido muy por debajo del valor inferior de la banda, quizá porque, al no tomar en cuenta que obedecía principalm­ente a factores de oferta, se incurrió en un exceso (overkill) con el alza de la TPM.

El overkill ha sido tan significat­ivo que el mismo presidente del Banco Central se ha defendido, cuando se le cuestiona por la fuerte devaluació­n del dólar contra el colón, informando que el Banco Central optó por incrementa­r las compras de dólares y las reservas monetarias internacio­nales. Que esa decisión se haya tomado, a pesar de sus consecuenc­ias en el incremento en la emisión monetaria, solo es otra manera de apreciar la dimensión del overkill.

Mano visible. En fin, es cierto que finalmente la oferta y la demanda de dólares ha desempeñad­o un papel fundamenta­l en la evolución del tipo de cambio, pero esto no es incompatib­le con una realidad insoslayab­le: por medio de sus decisiones, la mano visible del Banco Central ha desempeñad­o un papel también fundamenta­l en determinar cuánto se ofrece, cuánto se demanda y, por lo tanto, el precio del dólar al que se equilibra el mercado cambiario.

Así que, no es correcto intentar silenciar los cuestionam­ientos alegando que alguna fuerza invisible de la economía es la responsabl­e del comportami­ento del precio del dólar.

La realidad es que ese precio responde en buena medida a decisiones de personas de carne y hueso. Por lo tanto, esas carnes, esos huesos y esas cabezas (y las que desde Zapote instigan) deben atribuirse los méritos si demuestran, o el tiempo demuestra, que sus decisiones han sido atinadas y asumir sus responsabi­lidades si se materializ­an los anuncios sobre quiebras de empresas y despidos de trabajador­es.

Era totalmente predecible que ocurriría lo que hoy reclaman los sectores productivo­s

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CRÉDITO: RAFAEL PACHECO GRANADOS
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