Clásico pampero se definió con un empate apasionado
El clásico de la pampa tiene características especiales, más aún si se juega en el Estadio Chorotega de Nicoya, donde dos árboles sirven como postes para colgar una hamaca y disfrutar del partido desde las alturas, en una gradería natural y sin costo.
Cuando juegan Guanacasteca y Liberia, se escucha el grito pampero por todo el estadio y se cuela hasta en la transmisión televisiva.
Más allá del fútbol, este partido es un duelo de identidad, de fuerza, de bravura, sin importar en qué momento estén ambas instituciones. En esta edición, empataron 1 a 1, pero, pese a la escasez de goles, se vio intensidad en el campo, también deseos y una ambición por ganar admirable en las dos instituciones.
Los goles fueron obra de Jossimar Olivero para Guanacasteca (1’) y de Marvin Angulo para Liberia (penal, 71’). Lo curioso es que ambos fueron celebrados con sentimiento: Fuerte grito, golpe al escudo en el uniforme y abrazos por parte de todo el plantel.
En el campo hubo agresividad, por algo se fue Jemark Hernández expulsado al 70’, por una falta de penal indiscutible. También se notó desde los banquillos, cuando Minor Díaz giró instrucciones y en su cuerpo se notaban las venas del cuello, ante el esfuerzo que hacía por ser escuchado.
Ni qué decir de Horacio Esquivel, estratega guanacasteco, quien prácticamente dirigió solo porque tiene a la mitad de su cuerpo técnico sancionado. Esquivel vivía el partido con calma hasta que Angulo se lo empató; a partir de ahí, recriminó, movió sus manos y cerró el cotejo con un semblante de pocos amigos.
El resultado le sirvió a Liberia para sacudirse una paternidad que le tenía la ADG desde que ambos se vuelven a ver en la Primera División. En el certamen pasado, los dos partidos los ganaron lo de Nicoya. Y a Guanacasteca le sirvió para mantenerse un punto arriba de los liberianos en la clasificación, con 12 unidades.
El clásico pampero es un espectáculo por donde se mire. Siempre es lindo ver en el fútbol tanta identificación cultural, como lo hicieron los jugadores de la ADG al salir al campo con un sombrero sabanero. Al final, el empate pareció justo para un partido alegre y apasionado.