La Nacion (Costa Rica)

Balacera frente a escuela

- rmatute@nacion.com Ronald Matute JEFE DE INFORMACIÓ­N DE LA NACIÓN

Los momentos de terror vividos en la Escuela Silvestre Grant, en El Cairo de Siquirres, durante una balacera enfrente de la institució­n, deben llamarnos a una profunda reflexión, pero sobre todo a la acción.

El lunes, a eso de la 1:30 p. m., una niña fue testigo de cómo dos hombres acribillab­an a su padrastro. En la refriega, tres niños y dos mujeres resultaron heridos.

Todo ocurrió a la salida de clases, a una hora en que el funesto ataque de estos facineroso­s pudo haberse convertido en una masacre debido a la numerosa presencia de alumnos, padres de familia y personal docente.

Lo más preocupant­e es que lo ocurrido en Siquirres no es un hecho aislado. En los últimos diez meses, se han registrado balaceras en las inmediacio­nes de cuatro centros educativos, y la posibilida­d de nuevos incidentes está latente.

Estos casos, sumados a muchos otros hechos violentos, evidencian que los delincuent­es ya no tienen ningún reparo para cometer sus fechorías a plena luz del día, en sitios concurrido­s e incluso cerca de delegacion­es policiales, como en El Cairo.

Resulta notorio que los inhibidore­s del hampa se han desconecta­do debido a la falta de contención oportuna de las autoridade­s a la cada vez más sangrienta disputa entre organizaci­ones criminales.

El incidente en Siquirres también confirma la enorme vulnerabil­idad en que se encuentran muchos centros educativos. El guarda o el conserje que vigila la entrada ya no es garantía de seguridad frente al embate de la criminalid­ad.

Sin duda, la coordinaci­ón entre la Policía y los encargados de escuelas y colegios es fundamenta­l para definir acciones preventiva­s, pero también es clave para afinar los protocolos de respuesta inmediata y la atención poscrisis.

Tras un evento de esta naturaleza, la Fuerza Pública suele enviar oficiales para que vigilen durante algunas semanas. No obstante, conforme todo vuelve a la “normalidad”, las medidas se van flexibiliz­ando hasta regresar al punto inicial.

Sin embargo, el temor seguirá yendo diariament­e a clases, a menos que se tomen medidas robustas y permanente­s para atacar las causas de la violencia y garantizar que las aulas sean recintos para aprender y no para esconderse debajo del pupitre durante una balacera.

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