Tasa de cambio
Sin duda, si hay un precio importante, pero a la vez, incomprendido es el tipo de cambio. En su determinación influyen múltiples factores, alguno de ellos estructurales y de largo plazo, que se modifican lentamente con el paso del tiempo y definen su tendencia como la productividad y el comportamiento de los sectores exportadores.
Al mismo tiempo y en el corto plazo, elementos de naturaleza financiera y las expectativas de los agentes económicos suelen terminar reflejándose en el precio de la divisa estadounidense.
A pesar de que han pasado casi 50 años desde la crisis de los 80, aún hay efectos profundos de esa coyuntura en la psique de algunos agentes económicos, lo que les impide comprender el rol que hoy cumple el tipo de cambio.
Entre las medidas de estabilización y recuperación que se pusieron en marcha están las minidevaluaciones.
Esto caló en las expectativas y los temores de muchos que, desde entonces y hasta hoy, muestran una marcada preferencia por el dólar, no sólo por su estabilidad y aceptación generalizada, sino que, además, porque “lo normal es que el tipo de cambio suba con el paso del tiempo”, lo que añadía una rentabilidad por la devaluación secular a la que provenía de otras fuentes más inciertas.
No obstante, con el paso de los años la economía de crisis pasó y las reformas monetarias y financieras implementadas también en esos años, empezaron a rendir frutos en términos de menor inflación y menores tipos de interés.
De esta forma, las minidevaluaciones pasaron de ser un instrumento útil y que rindió resultados favorables durante un momento crítico, a ser un lastre que impedía continuar con el proceso de reducción de la inflación.
De esta forma, en octubre de 2006, se entra paulatinamente mayores espacios de flexibilidad a la tasa de cambio del colón frente al dólar, primero adoptando una banda cambiaria y, desde finales de 2015, un esquema cambiario de flotación.
Cuando se elige un régimen cambiario flexible, se le da espacio a la cotización del colón frente al dólar para que refleje, no sólo las tendencias estructurales de largo plazo, sino para que funcione como una variable que reacciona a los shocks coyunturales.
Esto es lo que ha sucedido en los últimos años: el tipo de cambio se ha ajustado, al alza y luego a la baja, ante eventos de naturaleza económica o financiera o ante decisiones de política económica locales o internacionales.